Víctor Fernández Gopar, el sabio salinero
Popularmente conocido como ‘El salinero’, Víctor Fernández Gopar es uno de los personajes más fascinantes y sorprendentes que ha dado la isla de Lanzarote
Nacido en el humilde pueblo sureño de Las Breñas a mediados del siglo XIX, pasó su infancia y adolescencia como pastor. Las duras condiciones de subsistencia y la falta de colegios cercanos le impidieron asistir a la escuela, pero ello no le hizo renunciar a sus deseos de aprender. Por este motivo, comenzó a acudir al pueblo de Femés para recibir lecciones del párroco y de vecinos letrados. En poco tiempo adquirió conocimientos básicos de lectura y escritura, un patrimonio al alcance de muy pocos en ese entonces.
Víctor Fernández destacó, por encima de todo, en dos facetas fundamentales: como salinero y como poeta. Veamos cada una de ellas.
En 1895 las familias Lleó y Cerdeña comenzaron a construir unas salinas en el espacio donde estuvo ubicado el antiguo Puerto de Janubio, el más importante del sur de Lanzarote, que quedó cerrado y destruido en el siglo XVIII por las coladas de la erupción de Timanfaya. La hondonada de barro y el lago resultantes constituían el lugar idóneo para la construcción de unas salinas que, como decimos, comenzaron a construirse en torno a 1895 y fueron creciendo hasta 1945, alcanzando un total de 440.000 metros cuadrados y una producción de diez mil toneladas, de las cuales hoy apenas se produce un 20%. Fueron, sin lugar a dudas, las salinas más grandes e importantes de toda Canarias, y uno de los ingenios salineros más destacados a escala mundial.
A los pocos años de su construcción, Víctor Fernández Gopar solicitó trabajo a Pedro Cerdeña, el cual lo aceptó, llegando en poco tiempo a convertirse en encargado. Las salinas de Janubio responden al sistema constructivo de «salinas nuevas de barro con forro de piedra», el cual consiste, básicamente, en aprovechar la inclinación del terreno para tomar el agua del lago y, por medio de los molinos, subirla por un caño hasta los cocederos (receptáculos grandes) y de allí, por gravedad, bajarla hasta los tajos (receptáculos pequeños), donde termina de cristalizarse. Los abrigos de piedra, inspirados en la agricultura insular, ayudan a concentrar el calor y agilizar la evaporación del agua.
Para evitar la pérdida de líquido en esos cocederos y tajos de suelo de barro, a Víctor Fernández se le ocurrió la ingeniosa idea de mezclar la arcilla con la salmuera, lo que aumenta la impermeabilidad y evita que el agua se pierda. Este sistema constructivo fue exportado hacia el resto de las salinas de Lanzarote (con excepción de las de El Río, muy anteriores) y también hacia las otras islas, con lo que queda de manifiesto la importante labor que desarrolló como salinero.
No obstante, Víctor Fernández Gopar destacó, por encima de todo, por su faceta como poeta, siendo un excelente improvisador. Si bien él mismo nunca se consideró como tal, lo cierto es que sus coplas se cantaban en parrandas de cantinas y ventorrillos, transmitiéndose de generación en generación. Así se definía a sí mismo:
Si alguien por conocerme
tuviere empeño,
preguntar por un viejo
feo y pequeño.
Pobre que representa
poca importancia,
desacertado en todo
por ignorancia.
Afortunadamente, y gracias a los básicos conocimientos de escritura que adquirió, apuntó muchas de sus coplas en una libreta que entregó a un amigo antes de morir, y que, en los años setenta, fueron recogidas por Agustín de la Hoz y recitadas y cantadas por el gran folclorista Antonio Corujo, declarado admirador suyo, que en 1990 le dedicó un libro bajo el título Un hombre, una isla, un mundo. En el prólogo, Francisco Tarajano Pérez lo define como «Un hombre sin ilustres letras en la cabeza, sin dorada pluma en la mano, pero rico en ideas, en saber y en filosofía popular».
Sus coplas están dotadas de una gran sencillez y una enorme coherencia ideológica. En ellas no sólo plasma sus sentimientos y reflexiones personales, sino que se muestra como un crítico y mordaz observador de la realidad que lo envuelve, denunciando los abusos a los que estaba sometido el pueblo en un Lanzarote dominado por el caciquismo. Veamos algunos de ellos (extraídos de la recopilación de Agustín de la Hoz).
Con estos versos expresaba la necesidad que sentía de comunicar sus pensamientos y sentimientos:
Debiera estar callado,
pero la lengua
lo que no ha pronunciado
lo tiene a mengua.
Con su desaliñado
pronunciamiento
descubre secretos
del pensamiento.
Y es tan canalla
que aunque sean defectos
no se los calla.
Yo quiero que se calle,
pero lo siento,
porque si ella se calla
yo me reviento.
El analfabetismo del Lanzarote rural y pobre de finales del XIX y comienzos del XX era atroz. El Salinero siempre se lamentó por este hecho, contra el que luchó con todas sus fuerzas, y lo denuncia con estos versos:
Porque no les enseñan,
no han aprendido,
pero hay muchos que tienen
común sentido.
Varios que en los colegios
mucho estudiaron,
nada de los estudios
le aprovecharon.
Y algunos han salido
de Bachilleres,
pero nunca han cumplido
con sus deberes.
La diferencia entre ricos y pobres no sólo era evidente sino, en muchos casos, descarada, y así lo expresaba con estos ácidos versos:
Yo he sido jornalero
toda mi vida
y hay día que no alcanzo
ni la comida.
Y otros visten de gala
y buenos caballos,
pero nunca en sus manos
se han visto callos.
Casi siempre metiendo
dinero en caja,
manejando los frutos
del que trabaja.
Y aquí una lección de civismo que firmaría cualquier ciudadano activista del siglo XXI:
Si cada cual obrara
como debiera,
estarían los pueblos
de otra manera.
A cada pueblo deben
sus habitantes
proponerle las cosas
más importantes.
El buen Juez y el Alcalde,
Cura y Maestro,
y Médico, que sean
para bien nuestro.
Deben los electores
pensar primero
a cargo de quien ponerse
el pueblo entero.
Gracias a la escasa formación que pudo recibir consiguió llegar a representar a su pueblo de Yaiza como concejal. Por tanto, conocía a la perfección el funcionamiento de las instituciones, de ahí las reflexiones que realiza sobre la política:
Si yo tengo de Alcalde
a mi medianero,
resulta en la Alcaldía
lo que yo quiero.
Si el Secretario he sido
yo quien lo ha puesto,
se escribe lo que sea
por mí dispuesto.
Y si los de la Junta
viven conmigo,
se hacen los repartos
como yo digo.
No habrá quien diga nada,
callan el pico,
respetando las barbas
del hombre rico.
Porque si no se cumplen
bien mis deseos,
saldrán a poco tiempo
de sus empleos.
Y resulta perdido
todo el trabajo,
porque cuanto ellos hagan
yo lo echo abajo.
Por otro lado, apelaba a sus vecinos a la lucha por sus derechos:
Pedir nuestro derechos
sin cobardía,
que los pobres somos muchos
y hay mayoría.
Los que viven pensando
pasan por buenos,
pero están engañando
al que sabe menos.
Yo de eso no sé nada,
pero discurro
que la carga pesada
la lleva el burro.
Testigo de las injusticias que la Iglesia cometía sobre los más desfavorecidos, a ella le dedicó algunas de sus más duras críticas:
¿Cómo no han de salvarse
las criaturas
que están toda la vida
pagando a curas?
¿Y que dejan dinero,
si lo tuvieren,
para seguir pagando
después que mueren?
¿Cómo ha de ser cierto
que se condenen
los pobres que no pagan
porque no tienen?
Si dejaras dinero
mucho figuras,
y vendrán a cantarte
dos o tres curas.
Pero si eres un pobre
no hay quien te cante,
te pondrán tierra encima:
es lo bastante.
Hemos de morir todos
cuando Dios mande,
y al rico le acompañan
con la Cruz grande.
Y cuando muere un pobre
no sé qué se indica,
que no sale la grande
sino la chica.
Y si es muy pobrecito
nadie extrañe
no haber una crucita
que le acompañe.
Que se ha visto
que para el pobrecito
no hay Cruz de Cristo.
Considerado no sólo un poeta, sino un auténtico filósofo del pueblo, las coplas de Víctor Fernández Gopar denuncian unos hechos que, lamentablemente, en parte continúan aún vigentes, un siglo después. Su figura y su mensaje han traspasado fronteras espaciales y temporales, constituyendo un ejemplo paradigmático de superación, compromiso y dignidad.
* Arminda Arteta es historiadora y autor del blog Lanzarote inédita. Este texto se publicó en el libro Coplas de Víctor Fernández Gopar, ‘el salinero’ (Ediciones Remotas 2018)
- DE LA HOZ, Agustín: Coplas de Víctor Fernández, Cabildo de Lanzarote, 1977. Puede consultarse online en Memoria digital de Lanzarote
-CORUJO TEJERA, Antonio: Víctor Fernández Gopar. Un hombre, una isla, un mundo, Ayuntamiento de Yaiza, 1990. Puede consultarse online en Centro de Documentación de Canarias y América
- LUENGO, Alberto y MARÍN, Cipriano: El jardín de la sal, Unesco, Mab, Gobierno de Canarias, Cabildos Insulares, 1994.
- BETANCORT, Fernando: “Recordando a Víctor Fernández, ‘el salinero”, en Lancelot, Arrecife, 31/08/1985, p. 22.
- BORGES, Vicente: “Un poeta de Lanzarote (Víctor Fernández). Pastor, salinero y crítico”, en Antena, Arrecife, 27/03/1962, p. 3.
- J.M.P.: “¿Existe realmente una música canaria?”, en El Eco de Canarias, Las Palmas de Cran Canaria, 30/11/1978, p. 14.
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