Alex Salebe

La alegría y fuerza de aprender

Pasamos del “nunca es tarde para estudiar”, frase que escuchamos desde niños y que sigue estando muy vigente, a completar esta consigna con la necesidad imperiosa no solo de formarnos, sino de actualizarnos para sobrevivir a los cambios que agitan la vida sin parar. Aquí sobrevuela la amenaza de nuestra exclusión del mercado laboral, sin conocimientos, sin progreso de habilidades y competencias.

Vi rostros de alegría, palabras y expresiones no verbales de sentimientos, vi personas llorando, hombres y mujeres con la autoestima alta, sabiendo que son útiles y se sienten ahora más útiles a la sociedad. Así estaban en la ceremonia donde recibieron sus diplomas, un acto libre de pomposidad a cambio de sencillez y autenticidad.

Los vi capaces, despojados de miedos y con ganas e ilusión, jóvenes, adultos y algunos mayores, todos y todas dispuestos a tocar las puertas de nuevas oportunidades de trabajo después de su experiencia de once meses conjugando aprendizaje teórico práctico y trabajo remunerado de servicio a su comunidad.

Medio centenar de vecinas y vecinos vinculados a los programas públicos de formación en alternancia con el empleo para personas desempleadas, los llamados PFAE, que el municipio de Yaiza desarrolló con tres proyectos: ayuda a domicilio, un área especialmente vocacional, dirigida a la cualificación para la atención a personas dependientes y mayores, dinamización social, encaminada a la dirección de actividades para el aprovechamiento del tiempo libre de niños, niñas y jóvenes, y jardinería.

Los vi seguros como seña de una experiencia de crecimiento personal y profesional que tachan de “vital”, sobre todo las personas de mayor edad que estaban fuera de la dinámica de estudio y el hábito de leer, un hecho también muy gratificante para los docentes.

Hablamos hasta por los codos de la necesidad de promover una sociedad del conocimiento capaz de afrontar la avalancha de retos actuales, pero la inversión pública  es insuficiente para toda la dimensión que representa el derecho a la educación y su perspectiva como agente de transformación social.

Los avances tecnológicos y la facilidad de acceder a ellos, aunque hay zonas rurales y países muy pobres en los que todavía internet es un bicho raro, terminaron de abrir las puertas a modalidades de formación a distancia y semipresencial que no solo han permitido compaginar el estudio  con responsabilidades familiares y laborales, sino que impulsaron nuestra capacidad de investigar y aprender de forma autónoma, ir a nuestra bola.

Así sea complicado encontrar trabajo, hasta acreditando formación, si repasamos las estadísticas oficiales del número de demandantes de empleo por segmentación de estudios, la mayor tasa de paro se localiza entre las personas que tienen estudios básicos de educación primaria. Sin formación académica, técnica y habilidades actualizadas es casi imposible competir, encontrar trabajo o buscar uno mejor. La excepción son el chorro de políticos (as) no cualificados que ocupan cargos públicos y personas que entran como “asesores” a las instituciones sin preparación. En la empresa privada no duran un día.

Por hábito, comodidad, falta de interés, dinero o tiempo, cuesta más el aprendizaje en edades adultas, no obstante, el mismo trabajador, empujado por la necesidad de usar herramientas tecnológicas que facilitan su desempeño y adaptarse a nuevos procesos, siente la exigencia de participar del programa formativo de su empresa y  completar su capacitación de forma autodidacta.

Hay sectores productivos de innovación permanente que demandan máxima preparación y renovación de conocimientos. Nos guste más o menos, la IA ya está presente en la medicina, industria y creación artística, y si encima el camino de la vida laboral es más largo, y en consecuencia, llegar a la edad de jubilación y alcanzar el número mágico de semanas cotizadas va siendo cada año más improbable, no queda otra que reciclarse y adaptarse a los tiempos siempre que las capacidades cognitivas no flaqueen.

Hay estudios que determinan que el envejecimiento no es sinónimo de desaliento para formarse y actualizar conceptos, al contrario, aprender cosas nuevas y participar de actividades artísticas es una realidad que ayuda a reforzar la valoración positiva de sí mismo. En este sentido, la promoción de programas de aprendizaje y trabajo dirigidos a cualquier grupo de edad, el compromiso de las administraciones públicas, el reconocimiento de las capacidades por parte del sector privado y el apoyo de la sociedad impactan positivamente en la convivencia, productividad y el estado de bienestar.

 

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