Artesanía en Lanzarote: la historia de muchos, el futuro de pocos
Echedey Sánchez dedica su primer libro a ‘Haría, cuna de la artesanía de Lanzarote’
Haría es el valle de las diez mil palmeras, la última morada de César Manrique, el mercado tradicional de los sábados y también la cuna de la artesanía, como ha titulado Echedey Sánchez su primer libro, dedicado a una constelación de prácticas tradicionales que están en riesgo de desaparecer y cuyos últimos estandartes se siguen reuniendo y trabajando en el taller municipal Reinaldo Dorta.
Para Sánchez, el municipio de Haría “se caracteriza por una serie de costumbres, fiestas y tradiciones que son el reflejo de las situaciones por las que ha pasado”. “Sus personajes ilustres, su arquitectura variada, como los búnker o Casa Juanita, en Arrieta, sus yacimientos arqueológicos, como la Quesera de Bravo, y su artesanía rica y variada”, le dan una singularidad propia, destaca.
La falta de relevo generacional es uno de los principales problemas
En Haría, cuna de la artesanía de Lanzarote, el autor describe a la perfección la labor de muchos artesanos y artesanas que, “por desgracia, se está perdiendo”. El libro documenta entre 2013 y 2019 la labor de artesanos, alguno de los cuales ya ha fallecido. Es el caso de Nélida Martín, pionera de la muñequería de palma. A su hija, Sandra López, le resulta “muy interesante” y “un orgullo” que se tuviera en cuenta a su madre. María Dorta se dedicó a la cestería de junco y también aparece en el volumen. “Vernos todos reunidos en ese libro es muy bonito”, subraya.
El taller municipal Reinaldo Dorta, fundado en 1989, es el último oasis para la artesanía. “En 2014”, recuerda Echedey Sánchez, “trabajaban 17 artesanos que desempeñaban más de un oficio”. Solo el año siguiente consiguió una mención especial en los premios Distinguidos del Turismo, que concede el Cabildo. Hoy en día, los artesanos y artesanas que tienen la posibilidad de tener un hueco en este taller se esfuerzan por mantener el legado vivo en un espacio en donde se les puede observar trabajando en sus obras.
Echedey Sánchez destaca que la artesanía puede convertirse en un elemento que estimule otro tipo de turismo: encaja con las singularidades de Haría, que podría convertirse en un enclave único para los visitantes. El turismo artesanal, explica Sánchez, consiste en las visitas a ferias, mercados y exposiciones. Quienes lo practican “son consumidores de sabiduría popular, de tradiciones y costumbres”, y aprecian “el valor cultural del pueblo”, subraya.
“Detrás de un objeto artesanal hay una extracción de la materia, el trato a esa materia prima para transformarla mediante un proceso de elaboración, que tiene un valor”, puntualiza. Si se le diera la importancia que merece, la artesanía podría ser un elemento dinamizador para Haría, una de las asignaturas pendientes de las autoridades insulares y municipales.
Miguel Clavijo se dedica a la alfarería. Realiza todo tipo de lozas, recipientes o miniaturas con un estilo artesanal tradicional, autóctono y también contemporáneo. Miguel está al pie del cañón desde primera hora de la mañana. Cuenta que lleva bastante tiempo sin librar. Elaborar estas piezas le lleva muchas horas y días de trabajo: primero debe buscar el barro -o la arcilla- y seleccionarlo, “ya que no todo es apto”. “Se extrae del subsuelo y se le quitan las impurezas”, explica. Sucede algo parecido con los colores con los que pinta las bacinillas, por ejemplo. “Los colores son preparados, se mezclan con agua y, lo que no se cuela, es lo que sirve”, detalla.
Miguel Clavijo, alfarero: “¿Cuánto saco? ¿De qué voy a vivir cuando llegue a viejo?”
El trabajo de Miguel es laborioso, exige muchas horas y la rentabilidad es escasa. “Si trabajo unas seis horas al día, seis días a la semana, hago unas ocho piezas”, relata. Una pieza puede venderse a 30 euros. “¿Cuánto saco? ¿De qué voy a vivir cuando llegue a viejo?”, reflexiona. “Vista desde fuera la artesanía es muy bonita pero, ¿qué pasara en nueve o diez años, cuando no estén todos estos artesanos?”, se pregunta Miguel.
La falta de relevo generacional es uno de los principales problemas de la artesanía y, de hecho, gran parte de los artesanos predicen su desaparición. “Hace años, quién no cosía hacía balayos o elaboraba rosetas, por ejemplo”, dice María del Carmen Lorenzo, profesora de Corte y Confección desde los 14 años.
Sin embargo, está especializada en almazuela o lo que se le conoce como patchwork, en inglés. El pachtwork procede de los amish, un grupo protestante, conocido principalmente por su estilo de vida sencilla, vestimenta modesta y tradicional, y su resistencia a adoptar comodidades y tecnologías modernas. “La artesanía no está pagada”, concluye María del Carmen, quien resalta que resulta extraño ver a alguien que se dedique a estas labores y su conocimiento pase de generación a generación.
María de los Ángeles Perdomo sí puede decir que su linaje continuará. Esta artesana del ganchillo y macramé se inició en un curso de rosetas y ganchillo que dio el antiguo INEM, hoy conocido como Servicio Público de Empleo Estatal. En la actualidad, su hija Lorena Reyes sigue con el legado, con una firma de moda hecha de macramé.
Óscar Fernando González y su mujer Rosa Adela Betancor forman Mayeh Artesanos, dedicados a la marroquinería desde el año 2000. Pese a las dificultades, Óscar se muestra optimista. Reconoce que “la artesanía, en general, no está valorada”, y añade que “no se aprecia”. “Mucho de lo que se ve ahora es artesanía creativa y no es artesanía como tal”, señala, pero considera también que esta disciplina “está sufriendo una evolución” y que “no se va a perder”. “Tal vez en 50 años habrá otro tipo de materiales o técnicas”, predice.
“¿Seguirá la artesanía? No creo. Mi hijo aguantó dos meses aquí”
Mario Franceschin Cattaruzza es orfebre. Este venezolano lleva 32 años en Lanzarote. “Me empecé a dedicar a esto porque me permitía viajar e ir trabajando”. Comenzó cuando tenía 24 años y sigue adelante a sus bien llevados 67 años. Ante la pregunta de si se vive bien con este trabajo, devuelve la moneda: “¿Se vive bien de periodista?”, cuestiona. “Rico no soy, pero tengo cubiertas mis necesidades básicas. Me mueve más la pasión”, sentencia. Mario desliza
cierto pesimismo sobre el futuro del mundo al que ha dedicado cuatro décadas. “¿Seguirá la artesanía? No creo. Mi hijo dejó los estudios y aguantó dos meses aquí”, comenta. Este orfebre tiene un estilo contemporáneo y destaca su expresionismo creativo, y fabrica joyas diseñadas y elaboradas por él mismo.
Qué es artesanía
Echedey Sánchez aclara la necesidad de especificar la diferencia entre lo que es artesanía, arte y manualidad, para dejar claro, también, lo que no es artesanía. “La pintura por ejemplo, no es artesanía”, señala. El arte, como por ejemplo crear una escultura, se vincula a “piezas únicas” y su mercado habitual suele ser el de personas con un poder adquisitivo elevado.
En la artesanía, en cambio, se suelen reproducir objetos que son casi idénticos entre sí, y el precio de venta es inferior. En la manualidad se acostumbra a emplear material reutilizable y, a la creatividad, se suma la finalidad del entretenimiento. “Si una manualidad pasa a hacerse de manera sistemática se convertiría en artesanía, en la modalidad de reciclados artesanales”, especifica.
Cuando finalizó Haría, cuna de la artesanía de Lanzarote, Echedey preparó una encuesta para que los artesanos, de forma anónima, dieran a conocer los problemas relacionados con la artesanía en la Isla. La precariedad del sector es una conclusión habitual y el experto hace énfasis en que “los políticos tienen una asignatura pendiente con la artesanía”. Para un artesano, convertirse en autónomo, sin estabilidad, resulta “complicado”.
“La artesanía debería estar subvencionada en gran medida”, porque los impuestos que deben afrontar los profesionales “son excesivos” y lastran la posibilidad de vivir de actividades que están en peligro de perderse. “No es lo mismo un artesano, que tarda varios días en hacer una pieza a mano, que una empresa mecanizada”, destaca Miguel Clavijo. “Sin embargo”, subraya, “pagamos lo mismo”.
En cuanto a la incorporación de gente joven a este mundo, en el ámbito cultural existen muchos factores que frenan el relevo: desde el escaso atractivo para la población joven, a la falta de valoración profesional, pasando por la escasa presencia de oferta formativa. Echedey resalta también la importancia de valorar la labor de los artesanos y no regatear con su trabajo, “mal pagado” y con escaso reconocimiento.
Con este reportaje, Diario de Lanzarote ha querido destacar la ardua labor de los artesanos y artesanas que trabajan en el municipio de Haría. Un sacrificado –y al mismo tiempo maravilloso- trabajo que el libro de Echedey Sánchez busca poner en valor y amplificar su conocimiento.
Perfiles
MARÍA DE LOS ÁNGELES PERDOMO. Artesana del macramé. El linaje de la artesanía continúa con su hija: “Está siguiendo mis pasos. Ahora tiene su propia marca y realiza sus diseños de macramé”, cuenta María de los Ángeles Perdomo. Madre e hija comparten un puesto todos los sábados en el mercado artesanal de Haría. Neloren, la marca de su progenitora, combina la técnica artesana del macramé con la moda, en unos diseños personalizados y únicos.
INMACULADA FERNÁNDEZ GONZÁLEZ. “Empecé decoración con 49 años”, dice esta tejedora. Nueve años más tarde y con dos ciclos en la Escuela de Arte Pancho Lasso, se especializó en alto y bajo lizo de tejeduría. Realiza mochilas tradicionales, alfombras, colchas, manteles y fajines, entre otros productos. Los hilos con los que se teje son retales de telas o trapillos sobrantes. El telar que tiene es una obra maestra, originaria de la casa del comerciante Manuel Arencibia.
ÓSCAR FERNANDO GONZÁLEZ. Es especialista en marroquinería por “el sentido de la necesidad”. Óscar Fernando y su esposa, Rosa Adela, han ido evolucionando en base a lo que demandaba la clientela. “Fuimos quitando lo que la gente no nos pedía”, señala. De ahí su especialización en la marroquinería. Trabajan con cuero de origen animal, pero la evolución y las marcas cruelty free están haciendo que trabajen con caucho, nopal o corcho.
MARÍA DEL CARMEN LORENZO RODRÍGUEZ. Artesana de la almazuela y polifacética. “Mi madre, en verano, no nos dejaba estar durante tres meses sin hacer nada y nos apuntaba a todo tipo de cursos”, relata. “Esta colcha que estoy haciendo es para mi bisnieto. No la vendo, pero, si la tuviese que vender, sería por no menos de 500 euros”. Esta profesora de Corte y Confección ha tardado más de dos meses en elaborar esta pieza, compuesta por 152 triángulos.
MIGUEL CLAVIJO ROBAYNA. Es alfarero y continúa la dinastía de la cerámica. Su maestro, el reconocido Aquilino Rodríguez Santana, le entregó unas piedras para que continuara la tradición, piedras que pertenecieron a su vez a Francisco Rodríguez ‘Panchito’, Domingo Díaz y el propio Aquilino. Antiguamente, era un oficio único y exclusivo de la mujer. “Estos hombres rompieron los moldes”, explica Miguel, orgulloso de su oficio.
MARÍA DEL PINO BETANCOR. La mejor aprendiz, María del Pino Betancort acude religiosamente, casi a diario a su puesto en el taller de artesanía. Ella es la aprendiz de dos maestras artesanas del macramé: María de los Ángeles Perdomo y Natividad Hernández. “Tiene ideas y hace verdaderas maravillas con el macramé. Mira el sol o la luna que hizo hace poco”, señala Perdomo. “Están hechos con hilos de pita, como los sacos de papas”.
EDEL PASTOR FLEITES. Es artesano del puro. “Antes se cultivaba aquí tabaco, pero se iba para las tabacaleras a Gran Canaria”. Este artesano, recientemente aterrizado en el taller, está de lunes a viernes en su puesto, en donde se puede apreciar la labor que se realiza para elaborar un puro a mano. “Es muy parecido al puro cubano o palmero, lo único que lo diferencia es la terminación”, señala Edel, que utiliza tabaco dominicano o brasileño.
MARIO FRANCESCHIN CATTARUZZA. Se dedica a la orfebrería y la bisutería. Existe una delgada línea que separa ambas disciplinas. “La diferencia está en el material. La joyería utiliza materiales como oro, plata, bronce o piedras preciosas, mientras que la bisutería emplea materiales de menor calidad como huesos, escamas de tortuga, soga o plástico”, explica Mario Franceschin, un venezolano afincado hace 32 años en Lanzarote.
Echedey Sánchez Bonilla, el autor de Haría, cuna de la artesanía en Lanzarote vive entre Punta Mujeres y Haría. Estudió Turismo y se especializó en Economía, Empresa y Turismo. Comenzó a estudiar e investigar el turismo cultural en el municipio de Haría y elaboró un proyecto académico para la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).
Los profesores le animaron a realizarlo y, a partir de ese estudio, surgió el libro, que sienta las bases de la artesanía en el municipio. “Es fruto de dos proyectos”, puntualiza. Echedey comenzó recopilando información y fue estructurándola, hasta culminar el volumen.
El estudio sobre la artesanía en Lanzarote ha superado las fronteras insulares. “La ministra responsable de la artesanía en Puerto Rico tiene un ejemplar, igual que una crítica literaria de Friburgo (Alemania), la directora del stand de turismo sostenible de la feria turística ITB de Berlín, la embajada de Argentina, la prestigiosa Escuela de Santa Brígida de la Atalaya o el Museo Canario, así como las dos universidades públicas canarias”, detalla orgulloso.
Añadir nuevo comentario