MEMORIA DEL MAR

El gabinete de maravillas de Ángel Díaz

En un garaje de Morro Angelito se reúnen con mimo coleccionista miles de objetos vinculados al universo náutico y pesquero de Lanzarote, entre documentos, fotografías, enseres y herramientas

Myriam Ybot 3 COMENTARIOS 31/05/2024 - 06:58

Surgidos durante el Renacimiento, un tiempo pionero de descubrimientos y búsqueda infatigable del conocimiento, los gabinetes de maravillas o de curiosidades se convirtieron en lugares donde admirar desde animales exóticos a antiguas piezas arqueológicas, autómatas o incluso delicadas obras de arte.

Inicialmente, un gabinete era sencillamente un mueble lleno de pequeñas puertas, gavetas y estantes donde se guardaban estos surtidos de objetos menudos, raros y preciados; pero desde finales del siglo XV y durante el XVI la palabra se aplicó ya a cámaras y recámaras generalmente de pequeñas proporciones donde se depositaban piezas inauditas y valiosas. Allí, los privilegiados coleccionistas solían retirarse a contemplar y analizar los extraordinarios cachivaches de su propiedad, una suerte de santuario privado reservado al dueño y a sus más cercanas amistades.

Entrar en una de aquellas estancias debía procurar las mismas dosis de asombro y admiración que las que provoca hoy traspasar el umbral del garaje de Morro Angelito, en Arrecife, que alberga los fondos de la Asociación social y cultural por la Memoria Histórica Pesquera de Lanzarote “Ángel Díaz”.

Ante la ojiplática mirada del visitante se despliegan muros forrados de fotografías de sepias desvaídos, timones, anclas, aparejos de pesca, anzuelos, sogas, boyas, emisoras de radio, maquetas, salvavidas, chalanas, cartografías... junto a una miríada de artefactos de difícil traducción para personas neófitas.

Durante el recorrido, el apasionado anfitrión, guía de la exposición y heredero del gabinete, Juan Pablo Díaz, no escatima elogios para quien dedicó buena parte de su vida a atesorar esta colección: su progenitor, Ángel Díaz.

“Mi padre no estuvo nunca especialmente interesado en el coleccionismo, pero cuando un vecino le regaló seis fotos de barcos antiguos, algo despertó en su interior y comenzó a rastrear imágenes antiguas, que enmarcaba con las ofertas de los todo a cien (pesetas) que se pusieron de moda en aquel entonces. Y de las fotos pasó a los objetos, cada vez más numerosos, cada vez más grandes, hasta que decidió habilitar este almacén y empezó a soñar con un Museo del Mar”, recuerda el actual propietario y promotor de la asociación que preserva su legado.

Lo bello y lo exótico

En los gabinetes de maravillas se entremezclaba lo bello, lo valioso, lo raro y lo exótico. Y de la misma manera, en la nave arrecifeña de la familia Díaz conviven objetos tan disímiles como matrículas de barco, contratos de trabajo, radios, sondas de rollo de papel, estrellas de mar o corales de los fondos de Canarias: un paisaje extravagante de bártulos marineros varado en el dique seco de un barrio urbano del interior de Arrecife.

Durante los albores del mundo moderno, el fin de estas estancias, además de la reunión de tesoros para el asombro de sus visitantes, era sumergir al espectador en un microcosmos que englobaba todo cuanto se conocía hasta el momento, al modo de enciclopedias en exposición, destinadas a aglutinar y difundir el conocimiento y el saber que se había logrado acumular. Y sin estar al tanto del concepto, fue exactamente eso lo que movió a Ángel Díaz a agrupar bajo el mismo techo las muestras y vestigios de un oficio que amenazaba con ser devorado de manera definitiva por los tiempos modernos.

“Mi padre sintió que la pesca artesanal daba sus últimos coletazos”

“De alguna manera -rememora el hijo- fue consciente de que las labores de la pesca artesanal daban sus últimos coletazos, cuando el turismo empezó a ocupar un espacio cada vez mayor en las vidas y las ocupaciones de la gente de Lanzarote. Y quiso proteger su memoria, para salvaguardar una parte esencial de la historia isleña y de su identidad más profunda”.

La vocación protectora del recuerdo de un pasado de esfuerzo, sacrificio, sabiduría y relación armoniosa con el océano forma parte de la herencia de Juan Pablo, junto a una colección que continúa nutriéndose de las aportaciones de gente conocida de la familia o incluso de quienes aparecen por la puerta de la nave con la referencia de una nota en un periódico y un artilugio bajo el brazo.

“Muchas personas son conscientes de poseer piezas valiosas, que están en desuso pero que en su día tuvieron su protagonismo en el quehacer pesquero, que comenzaba con la carpintería de ribera, transcurría en chalanas y atuneros, primero de vela, luego a motor, entre aparejos y enseres propios de la actividad, y se completaba en tierra, con el envasado y las conservas, la comercialización de las piezas para consumo doméstico y la reparación de artes y embarcaciones. Todo un universo vinculado al sustento de las pasadas generaciones que está al borde de la desaparición física y de la memoria colectiva”, se duele.

De gabinete a museo

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, muchos de estas cámaras de maravillas renacentistas fueron reconvertidas en museos. Este sería el caso, por ejemplo, del Real Gabinete de Historia Natural en Madrid, transformado en 1818 en el Real Museo de Ciencias Naturales, hoy Museo Nacional de Ciencias Naturales. También en París se conservan cinco estanterías de lo que fuera el gabinete de curiosidades del financiero y coleccionista francés Joseph Bonnier de la Mosson, en el Museo Nacional de Historia Natural de Francia. Una evolución de la miscelánea privada para paladares exquisitos al museo de libre acceso, que marcaría el inicio de la democratización del conocimiento.

También Ángel Díaz imaginó un museo para su colección personal, un espacio que preservara un oficio tradicional en vías de extinción, el lugar donde las nuevas generaciones aprendieran y valoraran la generosidad del mar. Y tal vez adquirieran conciencia de su vulnerabilidad creciente. Pero si hace dos centurias el proceso de conversión de patrimonio particular a posesión pública se realizó de manera natural y con el aplauso social, en el Lanzarote del siglo XXI las cosas parecen haberse complejizado notablemente.

El viacrucis de la puesta en marcha de un Museo del Mar (que aparece consignado en todos los programas electorales de todas las fuerzas políticas cada cuatro años en las últimas décadas) tiene ya tantas estaciones que ha agotado la vida de su primer promotor, Ángel Díaz, y amenaza con consumir todas las dosis de energía y paciencia del hijo que tomó el testigo del sueño paterno.

“No quiero criticar a nadie, pero resulta incomprensible seguir en la casilla de salida, cuando hemos tenido el presupuesto, se ha señalado el espacio y hay coincidencia política y respaldo popular a la pertinencia de habilitar un lugar donde pongamos en valor esa parte de nuestro devenir, que está en el imaginario de la mayoría de familias de Lanzarote y puede ser de interés para completar la oferta cultural turística”, asegura.

Mientras tanto, que nadie dude de que el garaje de Morro Angelito opera como un museo público con todas las de la ley: recibe visitas escolares, cede piezas para exposiciones temporales, se muestra en exhibiciones particulares y colectivas, atiende al interés de los medios de comunicación y dispone de unos fondos que harían palidecer de envidia a muchas instalaciones culturales dedicadas al mar.

En las colecciones renacentistas, lo maravilloso acompañaba a lo científico y lo ficticio se daba la mano con lo real, en correspondencia a una época tan dada a la búsqueda racional como a la fabulación y la superchería.

De la misma forma, quien se adentra en el gabinete de maravillas de Ángel Díaz, percibe con nitidez ilusiones frustradas y esperanzas redivivas mezcladas con herramientas cubiertas de óxido y aparejos obsoletos. Entre los legajos se enredan también instantes de tiempo detenido, el que dedicó el coleccionista a concebir un museo, y en cada foto hay una voz que reclama ser escuchada. Solo hay que poner atención y afecto.

Galería de curiosidades

 

Comentarios

Uma joya patrimonial
Una colección privada admirable y nuestros representantes oúblicos convirtieron Garavilla en el OpenMall. Y así nos va.
Que pena que no tengamos un sitio donde poner nuestra historia..

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