Un millón; ochocientos; setecientos. El asalto de Jonathan a las arcas públicas
Esas son las cantidades que parecen haber gastado en iluminación navideña de este año los ayuntamientos de Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria y el de Arrecife de Lanzarote.
Santa Cruz tiene algo más de doscientos mil habitantes, frente a los casi cuatrocientos mil de Las Palmas y los setenta mil de Arrecife. Echando esas cuentas resulta que el gasto en luces por cada habitante está en los cinco euros de Santa Cruz, los dos euros de Las Palmas y los diez euros de Arrecife.
Vigo, ciudad referente en bombillas por Navidad anda por los siete euros por habitante, y Madrid sale a menos de un euro cincuenta por habitante. Lo que se interpreta de estos datos y de esos gastos es que Vigo y Madrid tienen una iluminación espectacular, que no tiene parangón, por un precio muy dispar que va de los siete euros de una a los menos de dos euros de la otra.
Una lectura poco conveniente para Jonathan de León, alcalde de Arrecife, es que es una de las ciudades a las que sale más cara la iluminación por cada habitante -y que peor resultado tiene- si no la más cara de todas. Si ese resultado fuera la mitad de lo que le luce a Vigo, nos daríamos con un canto en los dientes. Es cierto que en este escenario de gasto por habitante el resultado debería ser mejor para aquellas ciudades que tengan mayor número de vecinos, pero estamos hablando de cien mil euros menos que Las Palmas y una superficie ostensiblemente menor que decorar, por lo cual las cuentas me siguen sin salir.
No me opongo al gasto en luces decorativas por Navidad, por supuesto que no, pero no entiendo que saquen la misma deficiente decoración desde hace años, que la hayamos pagado cara y que volvamos a comprar lo mismo por lo que ya pagamos varias veces (quiero recordar que en 2020 estaba en algo más de trescientos mil euros). Si el concepto fuera el de alquiler, tampoco entiendo un gasto tan enorme. Otra observación es si el concepto de “iluminación” también alcanza la decoración que carece de luz, como las coronas mortuorias que cuelgan de las farolas, las cuales ya he mencionado en una oportunidad anterior.
A nadie se le ocurre pagar por la misma nevera tres veces seguidas ni pagar un alquiler mayor que su valor de mercado. No sé de qué van todos estos, pero tiene pinta de robo a mano armada, no me cabe duda. Ignoro si estos son los mismos a los que hace referencia Jonathan cuando habla de los puestos de trabajo que crea con cada fiesta que celebra. En este caso, de la iluminación navideña, cobran limpio todo lo que le den porque la inversión en el producto es cero, si no, miren las birrias esas que cuelgan este año. Igualitas a las birrias de años anteriores. De Córdoba dicen que es la empresa. Aunque fuera de La Graciosa me parecería igual de impresentable. La responsabilidad, no obstante, no es tanto de quien cobra, sino de quien acepta pagar lo que le pidan, esto es, del alcalde, que es el que dispone de la llave de la caja que parece usar con incomparable alegría y despiporre navideño todo el año. E insisto, y no tiene para remendar los socavones en el firme ni, y esto lo cuento de pasada, para regar todos los maceteros que reparte por la ciudad con los que nos cuesta la empresa de jardines.
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