Detrás de un objetivo: decenas de fotógrafos salen a diario a captar la esencia de la Isla
La fotografía es una pasión irremediable, una necesidad, a veces una forma de hacer terapia al aire libre o en interiores. La luz de Lanzarote atrae a decenas de fotógrafos que salen a diario a captar la esencia de la Isla.
Domingo Viera viene de la rofera de Teseguite, un paisaje de piedra mordida que huele a western y se comercializa como localización cinematográfica. “Hoy ni me bajé del coche”, dice este trabajador de la hostelería jubilado, que invierte todo el tiempo que puede en fotografiar lo que le rodea.
Hoy ha utilizado un macro objetivo, el mismo que usa para internarse en los pístilos de las flores. “El macro es otro mundo” y además permite disparar sin exponerse al frío y a la humedad, malas compañías para los problemas respiratorios.
Viera se aficionó a este arte cuando conoció “al maestro José Luis Rojas”. Eso fue hace medio siglo, cuando trabajaba en el Gran Hotel. Desde entonces no ha dejado de retratar lunas, salinas, faros, puertos, chalanas, temporales, playas, edificios y personas, que ahora comparte en Facebook como antes compartía los álbumes recién revelados.
“Perdonen que no diga nada en Facebook, yo sólo subo fotos”, se disculpa con Rafael Fuentes (ExpoFoto Lanzarote) y Marcial Álvarez (Chalo Fotos), compañeros de pasión y diversión, con los que se reencuentra hoy en la marina de Arrecife.
En lo que suenan las cremalleras y se desenfundan los equipos, el sol desciende y se colorea. En la terraza de un quiosco, varios turistas contemplan el espectáculo mientras beben cañones de cerveza y una mujer, sentada en la baranda de enfrente, pide por favor que alguien le guarde el bolso un momento porque necesita ir al baño y no quiere que le vuelvan a robar. Aprovecha la conversación para manifestar con fuerte acento inglés que le parece una “verdadera vergüenza” que en la capital lanzaroteña no exista ni un sólo baño público.
A Marcial Álvarez, natural de Arrecife, le gusta este tipo de naturalidad: las cosas que pasan porque sí, lo que se dice sin posar, sin premeditación ni artificios. “Me gustan las fotos espontáneas, retratar a la gente de improviso; no he usado Photoshop en mi vida, ni quiero”. Tiene una explicación para huir de los programas de edición y no enredarse con la técnica: para él la fotografía es retratar el momento. Lo que pase después es lo de menos.
Lo que “verdaderamente” quiere conseguir este año es retratar caras con experiencia, rostros trillados por los buenos y los malos ratos. A corto plazo ya se prepara para utilizar el flash (uno de los dos que le regalaron por Reyes) en el Carnaval de Arrecife. En la primera feria de la tapa de febrero, la desinhibición y las máscaras serán sus grandes aliadas. “Ahí todo el mundo te pide una foto”.
Una gaviota acaba de aterrizar en una de las dos bolas del puente y Marcial —más conocido como Chalo— la captura. Domingo se concentra en el horizonte y quiere hacer una foto de grupo antes de marcharse. “A veces incluso es más bonita la foto que el paisaje al natural; te permite apreciar los detalles, fijarte en cosas en las que sueles reparar”, dicen.
Algunos aficionados a la fotografía madrugan para buscar las luces blandas del alba, otros prefieren las sombras alargadas que regala la tarde cada vez que se cae
“El Golfo, por ejemplo, lo he hecho cuarenta mil veces, pero un día sacas una foto y salen colores que nunca antes habías visto…”. Los colores que tiene esta isla no hay paleta que los aguante.
Los efectos que hoy aplicamos a golpe de filtro digital, antes se conseguían con coladores y un buen rato de experimentación analógica, encerrados en la oscuridad de un baño.
“¡Ahí tienes un contraluz bueno!”, advierte Domingo a Chalo. Así se cambia de tema. Porque un segundo cuenta y “cuatro ojos ven más que dos”, coinciden los dos.
“¿No te pasa que miras una foto de hace años y vuelves a revivir el momento? Es que es un arte vivo”, explica Domingo. Es verdad, coincide Marcial: está el placer de hacer fotos y luego, el gusto de mirarlas. Desde que existen las redes sociales, las exponen y las comentan. La marca Chalo Fotos se distingue por sus pies guasones. Están sus “lunas golferas”, sus eses de asfalto, sus espejos de mar, algunas farolas sin luces “como algunos políticos” y reflexiones sobre la costa de Fuerteventura (“¿quién puso esas dunas debajo de esos hoteles?”).
Algunos aficionados a la fotografía madrugan para buscar las luces blandas del alba, otros prefieren las sombras alargadas que regala la tarde cada vez que se cae. Algunos fotografían por necesidad, prácticamente por terapia. A otros no les importaría ser profesionales. Son multitud, discreta pero multitud, los que rastrean viejos caminos para aprender detalles nuevos. Una y otra vez, con cámaras compactas o réflex, más caras o más baratas, vuelven al mismo sitio. Todos tienen algo en común con Auggie Wren, un estanquero neoyorquino que cada día, siempre a la misma hora, sacaba una foto desde la misma esquina, apuntando al mismo lugar. Cuatro mil fotos después, decía: “A veces las personas diferentes se convierten en las mismas”.
* La primera foto es de Marcial Álvarez y la segunda de Domingo Viera.
Comentarios
1 Caray Sáb, 13/02/2016 - 08:34
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