
Las manifestantes incívicas de Arrecife

Faltaría más que fuéramos a discutir el derecho a manifestarnos. Yo, por ejemplo, lo voy a hacer a favor de las palmeras reales de Arrecife, y, una semana después, a favor del mobiliario urbano. Para ello voy a hacer acopio de unos carteles que recuerden el cuidado de unas y de otro con el objeto de que no se usen como soportes de las protestas de la ciudadanía comprometida con determinadas causas, pero penosamente enfrentadas al civismo. Esos carteles los pondré en los moños de los manifestantes incívicos y en los cogotes de las incívicas. Las manifestantas y los manifestantes a las que me refiero deben de haber coreado unas consignas y, provistas de cinta adhesiva, han empapelado el mobiliario y las palmeras de La Plazuela, para, después, seguramente, irse a echar unas cañas con el alma tranquila por haber dado cauce a su compromiso social, pero con el espacio urbano hecho una mierda por su santa voluntad. Al compromiso cívico, directamente, le han dado un corte de mangas y a las pruebas me remito. Sobre cómo ha quedado La Plazuela y los principios, ya pueden imaginar. Le faltó al alcalde detener a esta panda de salvajes por contravenir un par de ordenanzas y utilizar indebidamente los bienes comunes y maltratar el patrimonio vegetal. Así sea por evitar que el ejemplo para los que observan estos hechos sea que si la causa es noble, vale cualquier cosa. Pues va a ser que no. No es cuestión de que respondan -espero que ni se les ocurra- que la cinta adhesiva y los carteles no hacen daño, porque sí daña los valores estéticos y algunos principios, esos que estas no saben que existen o, simplemente carecen de ellos. La recreación visual y espiritual con nuestro entorno debe ser un derecho propuesto en algún manual, y seguro que además dice que tenemos la obligación del decoro de lo público y del propio para no ofender a quienes nos miren. Como entenderán, no es cuestión de defender que para denunciar las injusticias del mundo, da igual que pongamos la pata encima al espacio común y de convivencia que es la ciudad y cometamos un atropello en pos de aquella justa causa porque hayamos estimado que hay grados y esto del mobiliario y las palmeras es un asunto menor o irrelevante. En el mayo francés arrancaban adoquines y en otras mani le meten fuego a los contenedores y rompen escaparates, y, aunque entiendo que no es de la misma entidad sí es el mismo menosprecio.
La policía local, a instancias de la alcaldía, está tardando en identificarlas para enviarles una orden de retirada de los testimonios de su manifestación que llevan ahí no sé cuántos días y cada jornada que pasa más me ofende y más me cabrea por brutas e insensibles. Las personas humanas, decía, que las palmeras tienen más cabeza.
Comentarios
1 Anónimo Lun, 31/03/2025 - 15:05
2 No tienen probl... Lun, 31/03/2025 - 17:33
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