DESTACAMOS

Risoterapia en la cárcel: una cosa muy seria

Unos 150 internos del centro penitenciario de Tahíche asisten a un taller de risoterapia, una forma de tratar la salud mental y dar herramientas para afrontar el futuro

Saúl García 0 COMENTARIOS 19/10/2023 - 07:50

Ana Suárez se dedicaba a la terapia asistida con animales, dirigida especialmente a personas con discapacidad, y llegó a la risoterapia por casualidad, pero ya se quedó. El año pasado llevó a cabo un taller de voluntariado en el centro penitenciario de Tahíche, con la asociación Derecho y Justicia. Se trataba de un curso muy breve, de una sesión por cada módulo penitenciario, pero la experiencia fue buena, y había que ampliarla. Este año, ese pequeño curso se ha convertido en el taller de risoterapia más completo y más extenso de los que se han llevado a cabo en una cárcel en España.

Es un proyecto que se hace gracias a una subvención del Cabildo de Lanzarote y que tiene dos fases de doce semanas cada una y alcanza a unos 150 internos. En el centro penitenciario de Tahíche hay una media de entre 350 y 370 internos, de los que entre 120 y 150 son de Fuerteventura y el resto de Lanzarote o de otros lugares.

Señala Ana Suárez que lo ideal, para que funcionen bien los juegos y la dinámica del taller, es que sean grupos de entre 15 y 20 personas y que se haga el taller completo. “Si solo vas una vez, te echas unas risas y sales más relajado, pero nosotros trabajamos sobre la autoestima, la reducción del estrés, la prevención de la depresión o la empatía”, apunta.

No se trata solo de reírse, sino de que la risa se convierta en una herramienta para trabajar otras cosas, principalmente las que tienen que ver con la salud mental. “Si haces las doce clases, ves la progresión, y en algunos casos es una progresión muy grande”, asegura. Explica que hay alumnos que “solo esperaban que pasaran las horas y ahora piensan en hacer algo útil con su tiempo”. “Algunos han llegado del módulo llorando y han vuelto riendo y dicen que es la primera vez que se sienten un poco libres desde que entraron”, añade.

Los beneficios son variados. “Por ejemplo, se sienten más seguros de sí mismos y se relacionan mejor con otras personas”. “Los que ya han pasado la primera fase ocupan su tiempo en alguna cosa más útil y, en general, han dejado de hablar de por qué entraron en la cárcel y han empezado a pensar en qué harán cuando salgan”, señala Ana.

Hay internos que se dedican a la música: “Me han pedido bases para empezar a componer y me ha sorprendido el nivel que hay, yo les digo que tienen un tiempo muy valioso que pueden invertir en hacer algo a su favor, y en buscar soluciones con creatividad”.

La risa conlleva beneficios de todo tipo. Libera endorfinas, que son los neurotransmisores que promueven la sensación de bienestar. Reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y favorece la reducción de la ansiedad y del agotamiento. Mejora el estado de ánimo, fortalece la cohesión de grupo, reduce la tensión, crea un ambiente distendido y potencia la creatividad y la resolución de problemas. La risoterapia, en definitiva, actúa como una válvula de escape para liberar tensiones acumuladas y aumenta la capacidad de ver las cosas desde diferentes perspectivas.

Centro penitenciario de Tahíche. Foto: Adriel Perdomo.

“Al taller las mujeres van entregadas y los hombres, asustados”

Actitud, esa es la palabra clave. “Hay personas que llevan mucho tiempo sin reírse”, señala Ana Suárez, pero, a partir de la quinta o sexta sesión, llegan a la clase con la sonrisa puesta. “Uno de los internos me dijo que le había cambiado la vida y que se iba a poner a estudiar”.

Al taller también asisten personas que se encuentran en la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE), que son personas que se comprometen a no consumir drogas, y en ellos se nota una gran progresión. Lo que hace la risoterapia es “dar herramientas para trabajar la salud mental”. En los talleres se trabaja con la creatividad, la expresión corporal, la entonación de la voz, la mirada, la memoria, la concentración, la atención o la coordinación. “La risa es la gasolina, el motor”, pero se transita el camino de las soluciones, de llevar la cabeza hacia un lugar feliz, ocupada en pensamientos útiles y no en problemas imposibles de solucionar.

Se trabaja mucho sobre la autoestima. Algunas veces se llega a la sonrisa y otras a la carcajada. Se practican juegos de deshinibición, de cohesión de grupo o de interiorización. Se puede hacer desde una radio imaginaria hasta una fila en la que todos tienen los ojos vendados excepto el último, una guerra de muecas o la sombra rebelde, que consiste en hacer lo contrario que tu pareja.

También tienen mucho éxito los juegos infantiles, “son los que más triunfan”. Dice Ana que las primeras sesiones son duras “pero cuando entienden que es una cosa muy seria lo disfrutan”. “Si eres buena risoterapeuta, hay que hacer una progresión, porque si al principio parece muy ridículo, no lo hacen, se busca una actitud infantil pero poco a poco, paso a paso”.

Hay muchos que llegan diciendo: “A mí eso de la risa no me va”. Pero se quedan. Una de las mayores diferencias entre este taller y otro que se imparte en libertad es la proporción entre hombres y mujeres, y que a este tipo de actividades, la gente ya sabe a lo que va, mientras que en el centro penitenciario, no. “En la calle casi todo son mujeres y aquí no”, dice Ana, que explica que al taller “las mujeres van entregadas y los hombres, asustados”. “Parece que la risa y el buen humor están mal vistos”.

MEDALLA DE BRONCE AL MÉRITO SOCIAL PARA DERECHO Y JUSTICIA

 

A la derecha, María Hiniesta Távora, fundadora de Derecho y Justicia, y Marci Acuña, consejero de Bienestar Social de Lanzarote.

El secretario general de Instituciones Penitenciarias, Luis Ortiz, ha concedido la Medalla de Bronce al mérito social penitenciario a la asociación Derecho y Justicia. Esta asociación, formada por familiares y amigos de presos, fue creada en el año 2004 para el apoyo integral a personas privadas de libertad y sus familiares. Su primera reivindicación, antes de la ampliación del centro penitenciario, estaba relacionada con el derecho a cumplir condena cerca del domicilio del penado, ya que había muchos lanzaroteños cumpliendo sentencia en la Península.

La asociación lleva a cabo varios programas en el centro penitenciario, como el asesoramiento jurídico, intervención psicológica, apoyo psicopedagógico, formación y diferentes talleres ocupacionales, como la elaboración de una revista, talleres de fotografía, teatro, yoga, risoterapia o costura.

En materia legal se encarga de resolver las dudas jurídicas de familiares e internos y de materializar sus derechos, así como las actuaciones en asuntos de extranjería. Pretende complementar las necesidades integrales de las personas privadas de libertad, “uno de los colectivos más vulnerables de la sociedad, facilitando el cumplimiento de su condena con plenas garantías y apoyando tanto a los presos como a sus familiares para intentar lograr la reinserción social”.

Trabaja en coordinación con las administraciones locales e Instituciones Penitenciarias, “solventando algunas de las carencias de estos organismos oficiales”. La Medalla se otorga “en reconocimiento a su buen hacer profesional, compromiso y constante disposición con la institución penitenciaria, especialmente por su valiosa contribución con el centro penitenciario de Arrecife en materia de reeducación y reinserción social”.

Añadir nuevo comentario