Desde Juan el jariano se han sucedido los Corujo que se dedican a la música. El folclore les debe el mantenimiento y difusión de los Ranchos de Pascua y de las coplas de El Salinero, pero su influencia también se ha extendido a otros campos de la música
Los Corujo: alfa y omega de la música canaria
Desde Juan el jariano se han sucedido los Corujo que se dedican a la música. El folclore les debe el mantenimiento y difusión de los Ranchos de Pascua y de las coplas de El Salinero, pero su influencia también se ha extendido a otros campos de la música
Cada sábado, desde hace cinco años, Toñín Corujo Quartet despliega su música en Jameos del Agua. Corujo demuestra todas las semanas que el pequeño timple, el rey del folclore canario, puede competir con otros instrumentos y colaborar con otras músicas. De vez en cuando, Toñín invita a otro músico. En septiembre llevó a Domingo Rodríguez y su ‘Universo Colorao’ al auditorio y después volvió a tocar con su cuarteto en la pista. Y empezó a presentar a otros invitados: “Mi hermano Domingo...”, “mis primos Pancho y Ciro...”.
Después de que un señor con cachorro, sonrisa impecable y voz imponente recitara uno de sus poemas kilométricos, Toñín dijo que era su papá, y entre el público ya se oían murmullos entre la risa floja, la admiración y la sorpresa. La mayoría de los asistentes, muchos de ellos turistas, no sabían que estaban asistiendo a una de las pocas ocasiones en que han actuado juntos casi todos los miembros de la familia Corujo, la saga más prolífica y variada del folclore, el alfa y el omega de la música canaria.
Los Corujo no inventaron el folclore ni terminará con ellos, pero sí lo han mantenido, fomentado y difundido por todo el Archipiélago. Abarcan todo el alfabeto del folclore y han mantenido vivas muchas de sus letras. Los primeros eslabones de la cadena fueron un pastor, Juan Corujo el jariano, bisabuelo de la última generación, y su mujer Margarita Brito. El jariano es una figura imprescindible para la tradición de los ranchos de pascua, “un súper con una gran voz”, según Antonio Corujo.
La tradición de los ranchos, que primero se cantaban en la Iglesia y después casa por casa para llevar la actualidad del pueblo en Navidad, es una de las señas de identidad de los Corujo. Fue Margarita la que se empeñó en enseñar a leer a la familia y la que le decía la letanía para que la aprendiera y la cantara después. Según cuenta Cirilo Leal en una serie de artículos escrita en 2006 bajo el título La saga de los Corujo, Margarita murió de una “hartura de moras”, que tenía prohibido comer, al día siguiente de ver a su hijo Domingo cantar en la fiesta de San Bartolomé, con traje nuevo, el día que cumplía 18 años.
En cada generación Corujo hay un Domingo. Este, Domingo Corujo Brito, cantaba a la vez que bailaba, una peculiaridad poco frecuente en el folclore canario. Domingo tenía una barbería que a la vez era cantina por la que pasan todos los cantadores de la Isla y que se convirtió en una auténtica escuela de música. Allí se criaron sus hijos, con la premisa de oír, ver y callar. Domingo fue director de baile de la Agrupación Folclórica Ajei y como tantos canarios, emigró a Venezuela, y después le acompañó su hijo Antonio con sus hijos mayores.
Todos volvieron pero el que permaneció más tiempo fue otro Domingo, el hijo: Domingo Corujo Tejera. Allí se formó como músico. Estudió guitarra clásica con el maestro Antonio Laudo, que fue presidente de la Sinfónica de Venezuela. Domingo, más que músico, o además, es un investigador de sonidos, y tras veinte años logró terminar su gran invento, la guitarra de cola, que no necesita amplificación.
El hermano mayor es Antonio, un hombre que tiene, literalmente, el folclore en la cabeza, que aún sorprende a los suyos recitando poemas larguísimos que no han oído nunca y que están durmiendo en su memoria. Antonio ha mantenido los Ranchos de Pascua de San Bartolomé y, acompañado de sus lapas, cantó (y puso en valor) durante años las Coplas de Víctor Fernández Gopar, el Salinero, por teatros, plazas e institutos. También perteneció a la Parranda de los Buches y a Ajei cuando recibieron el primer premio en el Festival internacional de folclore de Santander en 1960, donde también estaba su hermano Florián. Antonio ha actuado con las principales figuras de la música canaria y en países como Portugal, Inglaterra, Francia, Suiza, Venezuela, Argentina o Estados Unidos. Nadie que le haya oído recitar lo habrá podido olvidar.
El tercer hermano Corujo Tejera es Florián, que falleció en 2017. Perteneció a agrupaciones folclóricas como Beñesmen o Parranda Lanzarote y abrió una escuela de música en Arrecife, como la abrió su hermano Domingo en La Laguna y su sobrino Toñín en Arrecife. Por esas escuelas han pasado cientos de músicos, folclóricos, clásicos y contemporáneos, pero a pesar de esa vena por la enseñanza, en la familia Corujo la música no se enseña, aunque sí se aprende. Ser músico es algo natural. Y no es que los Corujo no se hayan formado, que lo han hecho y a conciencia, sino que se aprende porque en cada reunión familiar hay música y porque todo ha girado siempre en torno a la música, a la música popular, aunque algunos han optado después por otros estilos.
Si Domingo es guitarrista clásico, otro Domingo, su sobrino, también guitarrista, acapara tantos estilos como días tiene la semana. Formado en Barcelona y en La Laguna, entre otros sitios, Domingo es un todo terreno en grupos folclóricos, de baile, de rock o de rancheras, y como profesor en la escuela de su hermano, otro que ha ampliado el camino de la música popular o de sus instrumentos. Con su cuarteto pasea el timple por el jazz y sonidos de otras latitudes. Recuerda, como si fuera ayer, que su abuelo le enseñó “el Re y La séptima”. Coincidió en París con El Colorao estudiando guitarra clásica. Ha grabado cinco discos: Arrecife, Sal y Arena, El Salinero, Lanzarote Music y Una noche en Jameos del Agua y tiene previsto, como el año pasado, hacer una gira por Polonia y Alemania. Los conciertos de los sábados en Jameos, “en un lugar mágico donde pasan cosas inesperadas”, dice, se han convertido en una cita obligada.
Pancho, su primo, también habita fuera del folclore. Es tenor, pero dice que sus raíces son el folclore y que es lo que les une a todos. Recientemente, en el acto oficial de apertura del curso del Conservatorio de Música de Canarias, les dijo a los alumnos que se acordaran de la música que les hizo acudir al conservatorio, “la música en su esencia”. “En mi caso fue el folclore, que es lo que nos vincula a todos y nos identifica -señala-, la música transmite unos valores muy importantes y entre ellos está el vínculo que se crea con las personas”. “Lo que te da el haber hecho folclore, a nivel escénico, no te lo da otra música”, añade Toñín.
En el acto oficial de apertura del curso del Conservatorio de Música de Canarias, Pancho Corujo les dijo a los alumnos que se acordaran de la música que les hizo acudir al conservatorio, “la música en su esencia”
Pancho Corujo Perdomo ha obtenido premios en concursos como el Francisco Viñas o Iris Adami Corradetti y tiene un repertorio que abarca óperas como La Traviata, Rigoletto, Macbeth o Romeo y Julieta. Es intérprete de oratorio y sinfónico y ha trabajado junto a directores como Plácido Domingo o Jesús López Cobos tanto en el Teatro de la Zarzuela como en La Fenice de Venecia o la Arena de Verona. Ahora prepara la zarzuela de El barberillo de Lavapiés. Junto a su hermano Ciro completa un dúo de voces que, como la guitarra de su tío Domingo, no necesitan amplificación. Ciro es una voz reclamada por el folclore más tradicional, y ha cantado con todos, desde la Parranda Chimia a Los Sabandeños, Los Gofiones, Benito Cabrera o El Colorao.
El que falta de los hermanos Corujo García es Vicente, que también tiene una voz tremenda, peculiar, pero que no la usa para trabajar. Vicente es luthier y de los buenos, de los que hacen los timples afinados, según su padre. Tiene su taller en La Vegueta y fabrica y repara guitarras, violines, violas, mandolinas, laúdes o bandurrias... Y recuerda que a ellos la música también les viene por parte de la familia de su madre Maquita, en la que hay varios músicos como Celso Borges o Vicente García.
El relevo no está nada claro. Los miembros de la siguiente generación que tienen edad no han optado por la música y para el resto aún es pronto. El secreto tampoco está claro, aunque, como en todos los casos, se necesitan cualidades y trabajo, a repartir. Hay una parte natural y otra propia. Dice Toñín que en la familia siempre les enseñaron “a respetar todas las músicas y a todas las personas” y apunta que, si en algo coinciden todos, es que el verdadero artista, que es el que menos oportunidad tuvo de formarse, es su padre, que aún cada día, a sus 85 años, baja caminando desde Titerroy a la marina para abrir su barbería, a pelar cabezas mientras declama, a tocar el timple con una dulzura especial, que no se aprende, y a ocupar la escena, frente al espejo, con la misma naturalidad con la que se sube a cualquier escenario para disfrutar y hacer disfrutar.
Comentarios
1 Anónimo Dom, 09/12/2018 - 11:17
2 Pepe Dom, 09/12/2018 - 22:17
3 Jaisa Lun, 10/12/2018 - 16:40
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