Las aventuras de Larry Yaskiel como ejecutivo del rock and roll
Larry Yaskiel presenta el libro ‘La rocola del Bar Rumba’, editado por el Cabildo de Lanzarote, las memorias de su paso por la industria del rock entre 1958 y 1979: una guía de cómo nació el negocio
La rocola del Bar Rumba es el título del libro que recoge las memorias de Larry Yaskiel (Londres, 1936) y también es el punto de partida de su carrera en la industria musical. Yaskiel vive en Lanzarote, junto a su mujer Liz, desde 1984. Desde hace más de treinta años, cuando decidió cambiar la música por las palabras y las nubes por el sol, publica la revista Lancelot en inglés, pero antes de eso fue testigo o protagonista de todos los acontecimientos relevantes de la historia del rock and roll.
Fue representante para Alemania de The Beatles, Eric Clapton o The Kinks, fue socio de Robert Stigwood, que era manager de Bee Gees y productor de musicales como Hair, Jesucristo Superstar o la película Fiebre del sábado noche y también fue socio de Brian Epstein, el mánager de The Beatles.
En Alemania comenzó como director del departamento internacional de Deutsche Vogue y cuando volvió a Inglaterra lo hizo para dirigir la divison inglesa de A&M. Después trabajó en Warner Bros y acabó fundando su propia discográfica, 77 Productions, junto al legendario David Platz, manager de The Who o de David Bowie y fundador de Essex Music.
Su último trabajo en la industria musical fue el de hacer de mánager de The Pirates, la banda de Mick Green, que tenía un directo demoledor, que acabó por decidir a Larry a abandonar esa vorágine y buscar refugio en Puerto del Carmen, con un cuerpo y un ánimo fatigados de veinte años de conciertos, contratos, estrellas y promociones.
Todo empezó en el Bar Rumba de Munich. Larry había dejado su Inglaterra natal y trabajó durante un año y medio en ese local, donde programaban música en directo y donde tenían una máquina, la Seeburg 100JL que lanzaba todos los éxitos americanos: Elvis Presley, Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Buddy Holly, Ray Charles o Fats Domino.
Ese fue, dice, su particular “Factor X de la década de 1960”. Así se hizo un experto en música y consiguió trabajo en la industria. Su misión en Alemania era fichar músicos casi desconocidos o éxitos incipientes para el mercado alemán. Entre ellos, Eric Clapton o Bee Gees.
Incluso tuvo que traducir varias canciones al alemán para que las grabaran los grupos ingleses. Tradujo 26 entre 1964 y 1965, entre ellas She loves you, de Beatles o Sunny afternoon, de The Kinks. De ellas, 22 canciones le siguen generando hoy derechos de autor.
En el libro, editado por el Cabildo de Lanzarote, Larry cuenta numerosas anécdotas, de interés para cualquier aficionado a la música contemporánea. El prólogo está escrito por Miguel Ríos, con quien aparece en la portada.
Larry consiguió los derechos para grabar en inglés el Himno a la alegría, después de que lo rechazara EMI. La canción fue número uno en Gran Bretaña pero también en Canadá, Japón, Sudáfrica y Australia. En el año 2002, Ríos y Yaskiel se volvieron a encontrar en una rueda de prensa en el Hotel Meliá Salinas, con ocasión de un concierto del cantante de Granada en Arrecife.
La edición se completa con numerosas fotografías con estrellas de la música. Las últimas páginas del libro están dedicadas a algunas anécdotas en Lanzarote, adonde invitó a Roy Carr, editor de la revista New Musical Express, a quien dedica el libro y que le dio las indicaciones para entrar en el mundo del periodismo.
En la Isla también tuvo que ver con la puesta en marcha del Festival de música visual tras contactar con Brian Eno y presentárselo a Ildefonso Aguilar. La publicación no es solo un libro de anécdotas sino que es testigo de una época y cuenta no sólo sus vivencias sino muchas otras que ocurrían a su alrededor.
De hecho, una de las más curiosas une su mundo anterior y su mundo presente. Le ocurrió al pintor Luis Ibáñez, que coincidió sin saberlo con una conocida de Larry, Astrid Kirchherr, que fue novia del bajista inicial de The Beatles, Stuart Sutcliff.
Larry fue el descubridor de Supertramp. Fue su gran éxito, pero también lo fue de Gerry Rafferty o de Humble Pie, el grupo de Peter Frampton, y ayudó a lanzar la carrera de Sandie Shaw, de Richie Havens o de Dionne Warwick
En 1963, Ibáñez inauguraba una exposición de pintura en Tenerife y estaba sacando los cuadros de una furgoneta. Pidió ayuda a cuatro ingleses que pasaban por allí, tres hombres y una mujer, que le ayudaron bajar los cuadros y a quienes invitó a la exposición y acudieron.
Después quisieron ensayar en el bar Lido de San Telmo y el dueño les dijo que lo dejaran porque la batería hacía mucho ruido. Ella era Astrid, la creadora de la imagen de los Beatles, de las chaquetas de colores y el corte de pelo. Ellos tres eran Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison.
Yaskiel narra otro encuentro fortuito, en esta ocasión suyo. Ocurrió en Jamaica en 1973. Había ido a descansar, con la idea de olvidarse durante dos semanas del mundo de la música. Necesitaba unas vacaciones y unos amigos le dejaron una casa junto a la playa, donde había una hilera con otras nueve casas más. De una de ellas salía música, se asomó y a quien encontró fue a Keith Richards.
Después de una noche de copas en el Jamaica Hilton, con el resto de los componentes de Rolling Stones, que se alojaban en esas casas, se fue de excursión al día siguiente con Richards en su Range Rover a conocer una zona llamada Ocho Ríos.
Larry fue el descubridor de Supertramp. Fue su gran éxito, pero también lo fue de Gerry Rafferty o de Humble Pie, el grupo de Peter Frampton, y ayudó a lanzar la carrera de Sandie Shaw, de Richie Havens o de Dionne Warwick.
También cuenta en estas páginas cómo conoció al “genio” de Joe Meek, que revolucionó el trabajo de los ingenieros de sonido con los Honeycombs. Otra anécdota le pasó con Jimmy Hendrix, cuando en Hamburgo no le dejaron entrar en un club por ser negro, sacó un papelito de un bolso donde tenía apuntadas direcciones de sus fans y le pidió a Larry que le pidiera un taxi.
Larry también estaba en el Hotel Savoy de San Remo cuando escuchó un disparo. Era el sonido del suicidio del joven cantante Luigi Tenco, a quien no habían admitido en el festival.
Y también cuenta el éxito repentino de Franciose Hardy, fichada por su discográfica, gracias a que la televisión francesa programó una película en la que aparecía una de sus canciones para sustituir un discurso previsto de De Gaulle sobre la guerra con Argelia. Al día siguiente llegaron 250.000 pedidos de esa canción. Hay docenas de anécdotas más, pero el resto hay que leerlas en el libro.
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