No solo Unamuno sino muchos más fueron deportados a estas ínsulas, lo que da una idea clara del enorme atraso histórico en el que vivieron hasta fechas recientes
Lanzarote y Fuerteventura: islas de destierro
No solo Unamuno sino muchos más fueron deportados a estas ínsulas, lo que da una idea clara del enorme atraso histórico en el que vivieron hasta fechas recientes
Permítanme que empiece con una anécdota personal. En 2011 me hallaba realizando una estancia en la Universidad de Liverpool cuando, en una conversión con jóvenes investigadores hispanistas, comenté que mi tesis doctoral trataba de la prensa de Lanzarote y Fuerteventura. Al nombrar esta segunda isla, una joven inglesa, especialista en literatura, dijo que había estado recientemente de vacaciones en Fuerteventura y que le había encantado. Aprovechando el nombramiento de la Maxorata le comenté que Miguel de Unamuno tenía una fuerte relación con esa ínsula, lo cual le interesó mucho. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando supo el origen de la vinculación entre ambas partes. La idea de usar la isla que le había parecido tan divertida durante sus vacaciones como espacio de destierro le causó una primera impresión de gran confusión. En la mentalidad europea actual esta ínsula se asocia a una poderosa imagen de playas paradisiacas, relax y clima benigno, nada que ver con el sufrido pasado socioeconómico que sufrió durante siglos.
Millones de ingleses, franceses o alemanes sueñan cada día con venir a Fuerteventura y Lanzarote a pasar un tiempo de asueto. Ambas islas se han convertido en destinos muy relevantes del turismo de masas, pero durante mucho tiempo fueron usadas para confinar a presos o disidentes políticos. El rápido salto de isla-prisión a isla-paraíso cuenta mucho de nuestra cambiante historia reciente.
Majos y moriscos
En 2024 se celebra el centenario del paso de Miguel de Unamuno por Fuerteventura, pero lo cierto es que tanto esta isla como Lanzarote fueron muy usadas como seudopresidios por las autoridades regionales y nacionales. Su extrema incomunicación y pobreza las convirtió en espacios ideales donde enviar enemigos castigados.
Foto de Unamuno y Soriano en camello. Fondo fotográfico del Cabildo de Fuerteventura.
Antes de su uso como cárcel en el siglo XX, Lanzarote y Fuerteventura tenían ya potentes antecedentes. En la arqueología canaria, una de las grandes cuestiones por resolver es el cómo llegaron los primeros pobladores. Hay consenso respecto a que procedían del norte de África pero no se sabe bien de qué manera fue su arribada. En ese terreno, una de las hipótesis que más suena es la de deportación romana, que se apoya en crónicas de la época que parecen sugerir esa fórmula de poblamiento. El imperio romano, como otros anteriores, usó la estrategia de desterrar a islas del Mediterráneo a tribus rebeldes que se les oponían. De esta manera no solo facilitaban sus conquistas, sino que sembraban la semilla para nuevas colonizaciones. Son muchos los especialistas que creen que los primeros pobladores de Canarias pudieron ser bereberes deportados.
Más tarde, durante las centurias alrededor de la conquista europea, Lanzarote y Fuerteventura fueron espacios fronterizos muy inseguros donde hubo importantes capítulos de esclavitud, piratería y razias. Una parte significativa de los residentes fue pasto de los corsarios, que más que matarlos, se los llevaban como cautivos para venderlos como esclavos o negociar rescates, mientras las frecuentes cabalgadas por el cercano continente africano de los señores de ambas islas hicieron que gran parte de la población del siglo XVI fuera de origen morisco, tanto que el propio Leonardo Torriani dejó escrito su asombro.
No obstante, el uso de ambas islas como plaza para desterrados políticos se hizo recurrente en el siglo XX, cuando distintos gobiernos usaron estas islas para confinar a enemigos políticos. En 1924, tras amplias polémicas públicas, Primo de Rivera decidió enviar a uno de sus grandes opositores intelectuales a Fuerteventura: Miguel de Unamuno. Junto al escritor bilbaíno tuvo que venir el periodista y político Rodrigo Soriano, también conocido por ser una voz disidente contra la dictadura de Primo de Rivera. Lo curioso del caso de Unamuno es que quedó enamorado del paisaje y el paisanaje de la isla, dejando versos que ayudaron cambiar la consideración misma de la isla.
En 1932 fue el gobierno de Manuel Azaña, durante la II República, quien decidió usar a Fuerteventura como destino de destierro para un grupo de anarquistas, entre los que destacaba el famoso líder Buenaventura Durruti. El castigo llegó tras la insurrección minera del Alto Llobregat y lo curioso es que fue el primer caso donde se aplicó la Ley de Defensa de la República, que se había concebido básicamente para paliar intentonas golpistas de los sectores más derechistas. Durruti estuvo cuatro meses en Fuerteventura.
Portada del libro de memorias de Manolo Millares donde cuenta la experiencia de destierro a Arrecife de su familia.
Destierros regionales
El concepto de islas presidios también se extendió a enemigos políticos regionales. Lanzarote y Fuerteventura estaban, en cierto sentido, en la periferia de la periferia. Su intrascendencia las convirtió en espacios ideales para enviar a figuras de la izquierda canaria tras el levantamiento franquista. A Arrecife fue destinada la familia del pintor Manolo Millares en 1936, entonces apenas un niño. Los Millares habían formado una saga de grandes intelectuales y artistas, con claras vinculaciones con los ideales republicanos e ilustrados en Gran Canaria. El pintor canario hablaba en sus memorias de Lanzarote como “aquella pobre isla entonces tenida en tan poca consideración (...) servía como una especie de penal”.
Como sucedió con el padre de Manolo Millares, el profesor y poeta Juan Millares Carló, la guerra civil hizo que muchos docentes y funcionarios públicos con inclinaciones socialistas o sindicalistas de Canarias y la Península terminaran purgados en Fuerteventura o Lanzarote en la posguerra.
En 1962 se produjo el llamado “Contubernio de Munich”, una reunión de opositores al franquismo celebrado en Alemania que se hizo famosa por el eco que tuvo en Europa y en España, donde Franco decidió desterrar a varios de ellos a Fuerteventura, Lanzarote y El Hierro.
Tras haber servido de lugar de confinamiento para combatientes africanos de la guerra de Sidi Ifni en los años cincuenta, Fuerteventura vio erigirse la tristemente famosa Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, un campo de “reeducación” y represión franquista que, además de retener en condiciones penosas a homosexuales y transexuales, fue destino de presos comunes y políticos entre 1954 y 1966.
Poco después del cierre de esta instalación, en 1968, abrieron sus puertas el Parador Nacional, el Hotel Valerón y el Hotel Residencia Las Gavias. Fuerteventura, como Lanzarote, empezaba la rápida mutación de isla presidio a isla paraíso.
Comentarios
1 Sergio Sáb, 25/05/2024 - 09:18
2 Anónimo Sáb, 25/05/2024 - 15:13
3 Lagunero Dom, 26/05/2024 - 10:53
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