PERFIL

Jaime Abdul-Jalbar, comerciante y ajedrecista

Jaime es hijo de Jaimito ‘el turco’, un palestino que llegó a la Isla y montó un negocio de venta de ropa. Sus grandes aficiones fueron el teatro y el ajedrez

Foto: Manolo de la Hoz.
Saúl García 0 COMENTARIOS 19/12/2018 - 07:13

Jaime Abdul Jalbar de León (Arrecife, 1939) dice que es “conejero de pura cepa”. Es hijo de Jaimito ‘el turco’, que era palestino, y de María de León, que era de San Bartolomé, de la familia de los toneleros. El padre de Jaime llegó a Canarias con 16 o 17 años. Su intención era llegar a Estados Unidos con un compañero, pero no se pusieron de acuerdo y él se quedó en Las Palmas. Trabajó un tiempo en aquella Isla y recaló en Lanzarote, donde se casó y tuvo ocho hijos, “una familia corta”. Jaime fue el primero.

Su padre empezó a vender ropa que compraba a Domingo Lasso, a Pedro Ferrer o a Manuel Arencibia y a él le tocó, desde niño, hacer lo mismo, por los campos, con un saco al hombro y acompañado de su hermano Teodomiro. A veces cobraban en dinero y otras con huevos o con roseta.

Iban en guagua, y a la vuelta, con el saco vacío, Jaime le proponía a su hermano que se metiera dentro para pagar solo un billete, “pero no quería porque si se llenaba la guagua echaban los bultos arriba”. Vendiendo ropa se recorrió la Isla. Recuerda haber vuelto caminando desde Tao hasta Arrecife por medio de la carretera y que no pasara ni un solo coche. “Me conozco Lanzarote mejor que los taxistas”, dice.

Hubo una temporada en que aún siendo un niño se quedaba a dormir en Mácher para poder vender por el Sur, pero pronto, en 1960, cuando poca gente conducía en la Isla, se sacó el carné de conducir. Después ya abrió la tienda, Abdel, en la calle Francos. Vendían ropa, mantas, sábanas, muselinas... “No creo que haya nadie en Lanzarote que no hay pasado por allí”, dice.

Llegaron a tener miles de pantalones vaqueros en la tienda, de las mejores marcas, y vendían unos treinta al día. “Todavía tiene que haber gente que los tenga porque eran de calidad”, asegura. Además de la ropa, su padre traía otras cosas que vendía de cambullón un paisano en Las Palmas, como comida y medicinas “que no estaban ni en las farmacias”.

Donde está la tienda, entre las calles Hermanos Zerolo y Francos, su padre construyó ocho viviendas y a él le tocó la del cuarto piso, con 64 escalones. “Hay que subir como un viejo para llegar como un joven por que si subes como un joven llegas como un viejo”, dice. La altura tiene dos ventajas: las vistas y el ejercicio: dice que si le pegase una bala en la pierna, rebotaría.

A Palestina no fue nunca aunque estuvo a punto de ir una vez con Jorge el Árabe, otro palestino que tenía una tapicería en la misma calle. Dice que el conflicto con Israel lo ganarán los palestinos, que eso le decía su padre, porque los israelíes tienen un hijo y los palestinos seis o siete.

Vendiendo ropa se recorrió la Isla. Recuerda haber vuelto caminando desde Tao hasta Arrecife por medio de la carretera y que no pasara ni un solo coche

Jaime tuvo dos aficiones. Una fue el teatro. Estuvo, junto con su mujer (“que si hubiera nacido en Madrid habría sido actriz”) en el Grupo Epidauro, que ensayaba en lo que hoy es la Casa de la Cultura y que primero se llamó Club Artístico de Lanzarote, con Maximino Ferrer. Se estrenaron con Escuadra hacia la muerte y también hicieron Maribel y la extraña familia, de la que hicieron una película que cuando vio se llevó “una agradable desilusión” porque ellos lo hacían mejor.

Hicieron muchas representaciones benéficas, entre otras cosas para arreglar el techo de la Iglesia de San Ginés. La otra fue el ajedrez. Fue campeón de Lanzarote y dice que si hubiera dedicado el mismo tiempo a otra cosa, podría ser juez o ingeniero. Aprendió solo, leyendo libros y admiró a Bobby Fisher, Karpov, Kasparov y Bent Larssen, con quien jugó varias veces. Después bajó en el escalafón y se dedicó al dominó. Como buenos jugadores en la Isla, cita a Pepín Ramírez, los Quintana, Enrique Pérez, José Miguel Fraguela, contra quien siempre hacía tablas, Pepito Betancort y Julián Morales, “superior a nosotros”.

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