OBITUARIO

Fallece Javier Reyes, la mirada de Lanzarote en el siglo XX

Empezó a inmortalizar imágenes en los años 40 y durante tres décadas realizó miles de fotografías que muestran cómo era la Isla y su sociedad

Diario de Lanzarote 2 COMENTARIOS 21/02/2024 - 08:11

Javier Reyes Acuña (1926) ha fallecido a la edad de 97 años. El fotógrafo, cuya obra recuperó y visibilizó el Centro de Datos de Lanzarote, deja un legado de unas 16.000 fotografías de alto valor porque reflejan cómo era la Isla a mediados del siglo XX. Pinche aquí para consultar una selección de más de 3.200 fotografías de Reyes en Memoria de Lanzarote.

Reyes, que el año pasado fue nombrado Hijo Predilecto de Haría, empezó a inmortalizar imágenes en los años 40 y durante tres décadas compaginó diversos trabajos con el ejercicio profesional de la fotografía, tanto en su estudio como en eventos sociales, capturando la vida cotidiana de los pueblos del norte de Lanzarote y del Archipiélago Chinijo.

Los próximos días 6 y 7 de marzo, en El Almacén, se proyecta ‘Javier Reyes: la mirada artesana’, un documental realizado por el colectivo Veintinueve Trece y producido por el Centro de Datos de Lanzarote en homenaje al fotógrafo.

La trayectoria profesional de Javier Reyes ha sido abordada en diferentes ocasiones en Diario de Lanzarote. A continuación, reproducimos extractos de dos reportajes y una entrevista en vídeo que sirven para aproximarse a la obra y personalidad del autor, responsable de un patrimonio visual fundamental para la historia de Lanzarote y La Graciosa:

Javier Reyes Acuña: el hombre que fabricó una mirada del Norte de Lanzarote

Reportaje de Saúl García publicado el 28 de noviembre de 2011.

La primera vez que Javier Reyes Acuña (Haría, 1926) disparó una cámara fotográfica corría el año 1942. La cámara no era suya pero parece que le gustó y decidió hacerse con unos libritos sobre fotografía, que apenas miró. Al año siguiente se compró una cámara, que aún conserva aunque tiene el fuelle picado y deja entrar la luz, y comenzó a forjarse una profesión.

Aprendió sólo porque no tenía a nadie que le enseñara. Él mismo preparaba los líquidos para revelar y fijar, diseñó y encargó un trípode a un carpintero de Máguez, se fabricó una positivadora que copió de un catálogo, creó una especie de estudio en la galería de su casa donde hacía los retratos, montó un  cuarto oscuro para revelar y fabricó un grupo electrógeno porque en Haría había corriente continua y la potencia no le servía. Y con esa cámara y otra que se compró en 1950 ha retratado durante medio siglo, y de qué manera, la vida del Norte de Lanzarote.

Sus padres, junto a los que aparece él mismo en una foto de los años veinte colgada en el despacho de su casa en la plaza de Haría, habían llegado al Norte desde Yaiza. Su padre era chófer y tenía un camión mixto de mercancías y pasajeros, que permitió que Javier, con nueve años, fuera a estudiar el bachiller a Arrecife hasta que quitaron el instituto con la llegada de la Guerra Civil. Terminó de estudiar en una academia privada donde aprendió "cultura general y mecanografía". Su primer trabajo fue el de delegado en Haría de una agencia de compra de papas y batatas. Más tarde entró como auxiliar administrativo en el Ayuntamiento, en la época en que sólo había otro trabajador más y el secretario, y de forma simultánea completaba el sueldo como comisionista y representante para la Philips y otras marcas vendiendo transistores, máquinas de coser o televisores. De hecho, fue él quien vendió la primera televisión que llegó al municipio.

Otros de sus trabajos fue el de corresponsal de la Caja de ahorros, hasta que acabó marchándose a la oficina de Arrecife y dejó el resto de ocupaciones. Durante muchos años trabajó  mañana, tarde y noche. Cuando hacía una venta aprovechaba para ofrecer una libreta de ahorros y, por supuesto, para hacer unas fotos, que revelaba por la noche, y que vendía después en su propia casa. A veces le daban la tres de la mañana y se quedaba dormido, pero le hacía ilusión comprobar lo que aparecía en el papel. "Revelar era emocionante", porque el revelado también influye en que la foto salga bien.

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Grupo de chicas divirtiéndose en Las Salinas de Punta Mujeres. Javier Reyes Acuña

“Si no es por Mario Ferrer…”

Reyes ha documentado lo que pasaba en un lugar y en una época con una mirada muy personal aunque dice que no tenía ninguna intención de hacerlo. Huye de una visión artística sobre su trabajo y asegura que confiaba en su instinto. "No tenía tiempo para hacer las fotos artísticamente, era lo que salía". El Centro de Datos del Cabildo ha digitalizado ya unas 5.000 fotos suyas y puede que tenga 20.000 más. No sabe la cifra exacta pero la casa está llena de cajones con negativos, perfectamente ordenados e identificados. Se le estropearon muchos durante la reforma de su casa y el resto hubiera corrido la misma suerte "si no es por Mario Ferrer", dice, porque no pensaba hacer nada con ellos.

Hacía fotos de todo tipo: postales de paisajes, fotos de carné, retratos individuales y de familia, viajes a Alegranza, procesiones en las que "procuraba sacar a todo el público", bailes donde hacía fotos de grupos y vendía luego tantas copias como caras salían... Aparecía con su cámara en todos los actos sociales: si llegaba el gobernador civil, allí estaba Reyes, si venía el obispo, allí estaba Reyes, si había luchada en La Graciosa, allí estaba Reyes. Por supuesto, estuvo en la visita que hizo Franco a la Isla en 1950 para inaugurar el Hospital Insular en Arrecife. Se acercó a tres metros del Generalísimo y  "no me pasó nada", dice.

También hizo cientos de bodas: "a la vez que retratabas, comías dulces y te echabas una copita". Como el cura, don Juan,  no tenía coche, le llevaba él. Un día que tenían dos bodas, una en Ye y otra en Máguez, el párroco se entretuvo comiendo en la primera y Reyes le avisó de que se hacía tarde. "Tú dices que hemos pinchado una goma y yo te perdono el pecado", le dijo el cura. En otra ocasión le llamaron para que retratara a un muerto dentro del ataúd. "Caprichos de familia", dice.

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Javier Reyes: “Nunca me he considerado artista”

Reportaje de Mario Ferrer publicado el 26 de diciembre de 2021, coincidiendo con una exposición antológica en la Casa Amarilla.

Durante décadas, en la casa familiar de Haría de Javier Reyes se almacenaron unas cajas a las que no se les prestó mucha atención. Incluso una mala lluvia mojó una pequeña parte. Era material antiguo, que parecía que no iba a tener más uso... Sin embargo, casi veinticinco años después de ser cerradas, las cajas se empezaron a abrir para desvelar, poco a poco, un tesoro visual realmente valioso para el patrimonio fotográfico y cultural de Canarias y, en especial, para Lanzarote. Aquellas cajas albergaban casi 17.000 negativos que componen un retrato formidable de la sociedad isleña antes de la llegada del turismo y un ejemplo sobresaliente de fotografía rural.

Entre 1942 y 1973, Javier Reyes alternó el ejercicio profesional de la fotografía con su trabajo en el Ayuntamiento de Haría: “el salario era bajo y había que buscarse la vida”. En realidad, Reyes empezó en la profesión “porque mucha gente del pueblo me lo pidió, como no querían tener que bajar a Arrecife solo para hacerse los retratos, me animaron a que siguiera con la cosa de la fotografía, en la que yo había empezado como un juego”. Así, durante años Reyes fue el único fotógrafo de la zona norte de la Isla, vinculada sobre todo a pequeños pueblos de campesinos, marineros y artesanos.

Los inicios tuvieron algo de aventura inconsciente, pero luego llegó el trabajo duro: “Antes la fotografía llevaba mucho esfuerzo. Veo los móviles de hoy en día y no me lo creo. Yo tenía que estar corriendo todo el día. Que si buscando materiales porque no había en la Isla, que si revelando por las noches, que si quedando para dar las fotografías y cobrar, que si pidiendo ayuda a la familia...”. Siguiendo el modelo del modesto fotógrafo de pueblo, la clave de la calidad de las imágenes de Reyes está en la misma sinceridad y honestidad con la que se enfrentó a la profesión: “Nunca me he considerado artista, eso no, yo solo quería hacer buenas fotos para los clientes. Antes la gente no se volvía loca comprándome fotos y yo me centraba en dejar las imágenes lo mejor posible, para que se quedaran contentos. Vendía las fotos a dos o tres pesetas. Solo con las bodas ya podía hacer algo más amplio y caro”.

Fotos de carnet

En una época en la que se hizo obligatorio el carnet de identidad, Reyes se especializó en este género, retratando a generaciones y generaciones de habitantes de Haría, pero también de otros pueblos: “En los pueblos, primero, dejaba un aviso diciendo qué día del fin de semana iba a pasar, porque entre semana trabajaba en el Ayuntamiento. Y, luego, iba con la mujer y mis hijos, que me ayudaban a tomar notas, organizar a la gente... Medio pueblo nos esperaba allí, todos bien vestidos. Y yo venga a retratar y retratar todo el día”.

Pero Reyes no solo se dedicaba a retratos de carnet, sino que llevaba la cámara a todos lados: “Si veía algún grupito, siempre sacaba fotos por si alguno quería luego comprar. También iba a eventos, reuniones y, sobre todo actos religiosos a los que me llamaban, como procesiones y comuniones. En las fiestas me metía en la pista de baile para sacar retratos de parejas y familias”.

Cada vez más fotógrafos e historiadores reconocen el valor de su obra, al tiempo que se multiplican las peticiones para usar sus imágenes, aunque Reyes, tan afable como modesto, admite sentirse “un poco sorprendido de ver cómo le gustan mis fotos a la gente, no solo a los de mi edad, sino también a los jóvenes. No sé por qué, pero sí puedo decir que me ha hecho mucha ilusión volver a ver todo este trabajo”.

El primer fotógrafo del Archipiélago Chinijo

Una de las series más famosas de Javier Reyes Acuña es la de un grupo de gracioseras en los años sesenta bajando por el Risco cargadas de alimentos tras haber vendido el pescado previamente. En realidad, Reyes fue el primer fotógrafo que comenzó a acudir a La Graciosa de forma habitual. Cada cierto tiempo (por las fiestas del Carmen o por algún encargo) Reyes se acercaba a la octava isla a cubrir retratos, bodas, bautizos y todo tipo de peticiones.

Fiel a su espíritu de reportero incansable, además de sacar retratos (su principal encargo) el fotógrafo de Haría retrató a los gracioseros arreglando sus artes de pesca, en tareas domésticas, trabajando con sus animales, en los viajes en barco, haciendo fiestas y reuniones, etcétera. El resultado son miles de negativos que componen el archivo antiguo más completo no solo de La Graciosa, sino también del Archipiélago Chinijo, porque también viajó varias veces a Alegranza, para testimoniar la caza de pardelas o las tareas ganaderas de ese islote.

Comentarios

Lo cierto es que no conocía su figura , y me gustaría que hicieran una retrospectiva en Lanzarote de su obra . Yo vivo en Fuerteventura, pero ya iria un fin de semana a estar en Lanzarote si ponen una buena muestra de su obra . Parece muy interesante . Gracias .
Fotografía sin pose, con naturalidad y por pasión. Gracias por todo caballero.

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