El patrimonio que no se toca
La poetisa Mercedes Toledo y el artista plástico Roberto F. Perdomo pertenecen a dos generaciones diferentes, pero comparten un deseo común, fuerte como la raíz de un árbol. Quieren conservar el patrimonio más “sutil” de Lanzarote: ese carácter intangible, fraguado por siglos de profunda relación con la naturaleza. Una forma de afrontar la vida que impregna las 180 páginas de Hilos de mi memoria, un compendio de poemas, relatos y cantos de tradición.
Se conocieron en La Laguna, en un piso de estudiantes que él compartía con uno de sus hijos. “Tiene la misma edad que mi tercer hijo”, dice Mercedes, una mujer polifacética y arrebatadoramente jovial, a la que es imposible tratar de usted. Roberto estudió Bellas Artes en Tenerife y en Manchester, y ha desarrollado una muy reconocible obra pictórica alrededor del indigenismo y la geometría. Formas básicas, “arquetipos del inconsciente” que beben de la cultura norteafricana y que encontramos en los grabados rupestres y en los tradicionales trabajos de calado y roseta.
Hilos de mi memoria no es un poemario común, porque es hijo de una pareja creativa fuera de lo normal. Las ilustraciones de Roberto complementan los textos de Mercedes: recuerdos, pensamientos, coplas escuchadas a su madre (92 años) y que transcribe para que no caigan en el pozo del olvido, anécdotas, relatos que cuentan hechos asombrosos pero reales, letras para malagueñas y folías, versos en los que la autora lanzaroteña se transporta y se desahoga...
“Casi todas las noches escribo y leo algo, y lo tengo todo escrito y repartido en un montón de papeles sin fundamento”, cuenta Mercedes. Cada miércoles de los últimos dos años, ha subido a Ye, al estudio de Roberto, para componer un puzzle publicable con todos sus fragmentos y luego irse a almorzar juntos. Primero transcribieron los textos (los originales están escritos a mano), luego seleccionaron, ordenaron, buscaron ilustraciones y corrigieron el trabajo editorial final.
“El objetivo del libro no es tanto mantener las tradiciones, sino hablar de la forma de pensar y de encarar la vida que tenemos como isleños”
No es, ni mucho menos, la primera vez que trabajan juntos. Han colaborado en varias ocasiones. Ella recita y él se encarga de ilustrar y ambientar el momento con música electrónica experimental (como Siempre in dub). Lo han hecho, entre fuertes aplausos, en el Festival Rural de Creación Las Eras de El Tablero, un encuentro que fomenta el diálogo entre la cultura campesina y la vanguardia artística.
“Nos estamos enriqueciendo mucho con diferentes aportaciones culturales, pero no podemos olvidar nuestras raíces”, dice Mercedes. ¿Qué aperos de labranza se utilizan para trabajar esta tierra? ¿Con qué utensilios echamos lances de pesca? El monocultivo del turismo playero y el desarrollismo han marginado el sector primario y condenado al olvido muchos usos y conocimientos del medio natural.
“El objetivo del libro no es tanto mantener las tradiciones, sino hablar de la forma de pensar y de encarar la vida que tenemos como isleños. No tanto lo material sino lo sutil; eso es lo importante”, dice Roberto.
Ni casas, ni parcelas. “Creo que es el mejor legado que puedo dejar a mi familia”, añade Mercedes, que también vive pegada a la triste actualidad y se dio el gusto de expresarse en alto en la presentación de su libro en la Sociedad Democracia: “¡Que no destruyan la vida de la gente!”, dice uno de sus versos. “Sólo quiero que me escuchen los que no saben oír”.
La esencia: la naturaleza
Niñas que cogen las huevas de un erizo de mar y las ponen como cebo en la gueldera, esperando a ver si pescan una buena ración de peces de orilla. Niños que cogen prestados el mirafondos del tío Pepe para observar el mar. Tardes que se pasan mientras se rellenan tarros de cristal con chirrimiles. Atardeceres en Famara, carreras en las salinas, molinos que se personifican en gigantes, fragancias de mar… La felicidad de Mercedes es universal y tiene que ver con el gozo de jugar al aire libre, con los elementos de la naturaleza próxima, conocida y cuidada.
“Era raro que en cada pueblo no hubiera un poeta o poetisa con esa peculiar manera isleña de recitar sus composiciones: tono bajo y encadenamiento de versos, como si la realidad se crease en el mismo momento en el que se declama”
En Hilos de mi memoria podemos leer textos escritos con el insomnio de las tres de la madrugada, letras sobre la pérdida, el dolor y las razones para vivir. Relatos sobre el chalet de Arrieta y uno, especialmente fascinante sobre las bravas mujeres lanzaroteñas. Se titula En el Jablillo y narra la historia de Ginesa, una mujer que bajaba a diario al mercado de Arrecife para vender los productos de su tierra y que parió en medio del trayecto, en la marea de la playa del Jablillo, sola, con dolores, pero sin infecciones ni complicaciones.
La autora del libro es la mayor de siete hermanos. Su padre enfermó cuando ella estaba estudiando Bachillerato, así que tuvo que ponerse a trabajar desde bien joven: aprendió a ser delineante con el aparejador José Antonio Arrocha y trabajó con el arquitecto Enrique Spínola y Miguel Ángel Armas. Todavía recuerda el primer día que le dieron un rotring y manchó todo el papel vegetal. No pasó nada. Aprendió a corregir los errores de la tinta con la hojilla. Pasó siete años dibujando y haciendo croquis para el estudio. Un día le preguntaron: “¿Por qué no te haces aparejador?”. Ella tuvo clara la respuesta: no. No le gustaban las matemáticas.
A ella lo que le gustaba y le gusta es escribir. Hubiera querido estudiar Ciencias de la Información, pero no tuvo la oportunidad. El magisterio fue la única opción posible, así que hizo las oposiciones mientras criaba a dos de sus hijos. Afortunadamente, terminó enamorada de la profesión, incorporando el juego, el ritmo y el arte en la enseñanza. Pero nunca dejó de escribir.
La asociación cultural Pueblo Maho
“Era raro que en cada pueblo de Lanzarote no hubiera un poeta o una poetisa con esa peculiar manera isleña de recitar sus composiciones: tono bajo y encadenamiento de versos, como si la realidad se crease en el mismo momento en el que se declama”, dice la asociación cultural Pueblo Maho, que ha promovido la publicación.
Entre sus próximos proyectos está el desarrollo de una trilogía didáctica dedicada a explicar el sector primario, la relación del lanzaroteño con la sal y al aprendizaje de la declamación, la poesía y el folklore.
El marido de Mercedes trabajó como patrón de cabotaje. “Ir caminando con él por aquí, por el muelle de la cebolla –señala— era como un vía crucis”, recuerda riendo. Hacía más paradas que una procesión de Semana Santa. De aquellos años recuerda todos los oficios que se podían practicaban en el bullicioso barrio de Puerto Naos, del que hoy quedan unos pocos supervivientes, algunos aventureros emprendedores y el sempiterno, aplazado y nunca específico plan administrativo de desarrollar un museo dedicado al mar.
“Calafates, rederos, carpinteros de ribera, herreros… No podemos olvidar. Todo el mundo no puede trabajar en los hoteles”, clama Mercedes, que ha autoeditado con mucho esfuerzo su segundo libro.
Este mismo interés por el conocimiento, la investigación y el patrimonio tiene la asociación cultural Pueblo Maho, que ha colaborado en los trabajos arqueológicos del yacimiento de ratites en Órzola, en la lucha por salvar Tindaya y en la divulgación del lenguaje silbado canario y de las manifestaciones culturales más antiguas de la isla. Se definen como un colectivo “cultural y artístico” que trabaja por la “reconexión y el reconocimiento de la cultura ancestral de Lanzarote y Canarias”.
Comentarios
1 Nardo Sáb, 10/06/2017 - 11:12
2 Carmen Dom, 11/06/2017 - 09:46
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