El ornitólogo Gustavo Tejera y la bióloga Rosa Betancort hablaron sobre las aves y la “desconocida” flora de Timanfaya, en un ciclo de conferencias sobre el medio natural
El Parque Nacional de Timanfaya desarrolla un estudio pionero sobre el uso de drones y la conservación de la avifauna
El ornitólogo Gustavo Tejera y la bióloga Rosa Betancort hablaron sobre las aves y la “desconocida” flora de Timanfaya, en un ciclo de conferencias sobre el medio natural
‘Estudio de compatibilidad del uso de drones para la gestión con la conservación de la avifauna del Parque Nacional de Timanfaya’ es el nombre del pionero manual que ha desarrollado el parque nacional lanzaroteño, el primero de la Red española de Parques Nacionales que quiere blindar la conservación de las aves y determinar unas “normas básicas” para salvaguardarlas y usar los drones con seguridad.
El protocolo, elaborado por el ornitólogo Gustavo Tejera y la ambientóloga Yaiza Domínguez, plantea varias directrices como que el piloto y el auxiliar de grabación deban contar siempre con un ornitólogo, que el dron “nunca descienda en vertical” -ya que puede ser confundido con una presa- y que la duración de los vuelos sea siempre inferior a trece minutos, ya que las interacciones de las aves “se disparan” una vez transcurrido ese tiempo.
Por otra parte, Tejera ha analizado junto al ambientólogo Alejandro Delgado el impacto que han tenido 134 vuelos con dron autorizados en Lanzarote. Sus conclusiones se presentarán en un póster científico el próximo mes de diciembre en el congreso de la Sociedad Española de Ornitología.
Más allá de la belleza de sus formas geológicas y colores, el parque nacional lanzaroteño “esconde en sus entrañas” una fascinante biodiversidad.
Aquí se alimentan, se reproducen y transitan 30 especies de aves distintas. Las pelágicas como el petrel de Bulwer o la pardela cenicienta, que desarrollan su vida en mar abierto y sólo tocan tierra para nidificar. Las esteparias que viven en las lindes del parque, en Caldera Blanca, Risco Negro o los llanos de Yaiza, como el alcaraván, la terrera marismeña o la hubara canaria. Las pequeñas paseriformes como el camachuelo trompetero, la curruca tomillera o el omnipresente bisbita caminero frecuentan los frutales y arenados.
En Timanfaya viven aves costeras y limícolas como la gaviota patiamarilla y el chorlitejo patinegro, rapaces como el guirre, una especie en peligro de extinción que en 2022 volvió a criar en el parque tras veinte años sin que prosperase ningún pollo, y la lechuza canaria oriental (coruja), que “está desapareciendo”, advirtió el ornitólogo, a causa de los atropellos y la presión de algunas actividades humanas que se ejercen sin el suficiente conocimiento del medio.
Sorprende saber que en este parque eminentemente geológico viven casi 300 especies de plantas vasculares y crecen siete especies de helechos, algunos en la grieta más profunda del malpaís como el culantrillo negro.
La bióloga Rosa Betancort nos enseñó la “desconocida” flora de este “jardín inesperado”: las plantas halófilas de la baja del Cochino perfectamente adaptadas a vivir con alta salinidad como la uva de mar, el tabaibal dulce cuyo látex se usaba antiguamente como chicle, la tabaiba amarga con un látex tóxico que antiguamente se utilizaba para pescar en la bajamar, las herbáceas que crecen en montaña de Mazo como el salado blanco que presenta un delicado vello en sus hojas que refleja el exceso de luz solar o la barrilla con la que se fabricaba jabón en el siglo XVIII, las higueras, las viñas, los guayaberos y el algarrobo de las zonas de cultivo o las más de 90 especies de líquenes descritas como la ramalina, cuyo aspecto de turgente lechuga se potencia después de la lluvia.
“La colonización vegetal es uno de los eventos más fascinantes del parque nacional”, señalaba la bióloga, y depende de la situación del terreno, la altura, el tipo de sustrato y la capacidad dispersiva de cada especie. La semilla de la tabaiba explota para saltar lo más lejos posible. La de la introducida vinagrera (calcosa) tiene alas. Otras semillas de plantas invasoras llegan adheridas a las ruedas de los vehículos y las suelas de nuestro calzado, por eso es tan importante controlar los márgenes de las carreteras del parque nacional.
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