Un nuevo libro del arqueólogo José de León indaga en el extraordinario legado cultural del Parque Nacional y en su profunda huella en el devenir de la Isla
Cómo Timanfaya cambió la historia de Lanzarote
Un nuevo libro del arqueólogo José de León indaga en el extraordinario legado cultural del Parque Nacional y en su profunda huella en el devenir de la Isla
Lanzarote es conocida como la isla de los volcanes. Desde hace décadas, ese lema resume su esencia paisajística. La potencia visual de los campos de lava del Parque Nacional de Timanfaya es incontestable, pero con frecuencia se olvida que tras estas transcendentales erupciones también hubo grandes historias humanas. Los cráteres del siglo XVIII ejercieron una influencia enorme en la sociedad insular, contribuyendo decisivamente a moldear la cultura de Lanzarote.
A pesar de su relevancia, seguir la huella de lo que supusieron las Montañas del Fuego en nuestra historia social no es fácil. La falta de documentación, la emigración secular o la propia acción destructiva de la lava han dificultado mucho estudiar un episodio tan trascendental. José de León ha sido de los investigadores más persistentes a la hora de buscar información sobre el legado humano relacionado con Timanfaya. Durante más de una década investigó en miles de documentos antiguos para su tesis doctoral, titulada Lanzarote bajo el volcán. Ahora, este arqueólogo presenta una nueva obra editada conjuntamente por el Parque Nacional y Ediciones Remotas.
Antes de seguir habría que aclarar lo que significa tradicionalmente el término volcán en la Isla. Aunque en español esta palabra designa al cráter o fisura a través del cual el magma llega a la superficie, en Lanzarote tiene un significado más amplio, empleándose para referirse al espacio transformado y cubierto por las erupciones históricas.
Esta nueva obra se centra especialmente en lo que hoy es el área de Timanfaya, pero también va un poco más allá, porque alrededor de Las Montañas del Fuego, en lo que hoy llamamos Parque Natural de los Volcanes, también influyeron decisivamente las coladas y cenizas de los mismos cráteres.
Bajo el volcán
La primera parte del texto está dedicada a todo lo que sepultó Timanfaya, casi un 25 por ciento de la Isla, a lo que habría que sumar los kilómetros cubiertos por miles de toneladas de ceniza. En pocos años desaparecieron total o parcialmente 19 aldeas, algunas de las cuales estaban entre las más pobladas de la Isla, como Tíngafa. José de León atestigua como la zona destruida por la lava estaba en plena expansión económica. Amplias áreas dedicadas a los cultivos y al ganado fueron pasto de las lavas, como también un impresionante repertorio arquitectónico: centenares de viviendas, ermitas, oratorios, maretas, aljibes, corrales, eras o elementos estratégicos de primera categoría como la gran cilla para el grano de Chimanfaya y el puerto real de Janubio. Además, en el territorio que hoy ocupa el Parque Nacional y sus aledaños también existían yacimientos de los majos.
Antonio Cabrera Lemes en la sima de Pedro Perico.
Timanfaya destruyó numerosos pueblos y riquezas agropecuarias
Pero el fuego tiene tanto la capacidad de destruir como la de crear. La segunda parte del libro se dedica a explicar cómo Timanfaya cambió el devenir de la Isla por completo y de forma inmediata. Lanzarote pasó de temer por la despoblación, a ver cómo en pocas décadas su demografía se duplicaba. La causa de este vaivén fue el volcán. Del cataclismo también nacieron los enarenados naturales y artificiales, un ingenioso sistema agrícola que coge lapilli o ceniza para incrementar los rendimientos agrícolas. Efectivamente, los enarenados revolucionaron el paisaje, la cultura y la economía de la isla. Frente a creencias anteriores, el autor ofrece documentación que lleva a aseverar que el conocimiento del uso de la arena, el rofe o el lapilli ya existía anteriormente en la zona del volcán de la Corona, aplicándose pronto al nuevo territorio. El éxito fue tal que se extendió a otras zonas.
Hubo más cambios trascendentales. La destrucción de aldeas obligó a realizar repartimientos de tierras que dieron pie a una nueva organización territorial y del poder. Este libro sostiene que núcleos tan importantes como Tías, por ejemplo, aparecieron tras Timanfaya y que Arrecife aceleró su consolidación como consecuencia del éxito de los enarenados y el negocio del aguardiente y el vino.
El episodio volcánico también afectó a la mentalidad de la población de muchas maneras. Además de generar nuevas formas de vida, topónimos o leyendas, las erupciones provocaron que el patrón de la isla dejara de ser San Marcial, para pasar a ser la Virgen de los Dolores. El libro, como en otros aspectos, refuta teorías anteriores para aportar una visión más documentada sobre el inicio del fervor por esta figura.
Dentro de Timanfaya
La tercera parte del libro se adentra en un territorio aún menos conocido. Con la declaración de Timanfaya como Parque Nacional hace ya 50 años y las lógicas limitaciones a su acceso se ha ido olvidando que ese espacio también fue utilizado por los habitantes de la Isla, especialmente por los más humildes.
La primera reacción debió ser la de comprobar si había sobrevivido algo del antiguo territorio. No olvidemos los llamados “islotes”, que es como se denomina tradicionalmente en Lanzarote a la superficie que no fue cubierta por las lavas. Hay islotes en muchas zonas del Parque Nacional, pero con el paso del tiempo la gente fue más allá de estos restos.
Retrato del arqueólogo e historiador José de León. Foto: Rubén Acosta.
La técnica de los enarenados revolucionó positivamente el devenir de la Isla
José de León refrenda con múltiples testimonios como los residentes de los pueblos más cercanos empezaron a aventurarse por los kilómetros de duro lajial: los campesinos escudriñaron chabocos o rincones para plantas higueras y otros frutales, las aldeanas abrieron veredas en medio de lo inhóspito, los pescadores fueron a buscar recursos a la costa más salvaje, las campesinas usaron los islotes para plantar y llevar el ganado, los cazadores se adentraron en medio del volcán en buscas de piezas... La culminación de ese proceso antrópico fue su transformación turística y el reconocimiento de Timanfaya como Parque Nacional, cuya evolución también es analizada en este texto.
Aunque en pleno siglo XXI el volcán sigue generando patrimonio ligado a la industria del viaje, La cultura del volcán muestra cómo, dentro de sus límites, el Parque ya poseía centenares de bienes culturales: higueras, senderos tradicionales, restos aborígenes, elementos arquitectónicos del pasado, fuentes, aljibes, chozas, cuevas y otros muchos ejemplos de usos agropecuarios y pesqueros.
En definitiva, además de espectaculares cráteres, Timanfaya posee un patrimonio humano muy singular. El proceso de adaptación del sufrido isleño al nuevo territorio deparó unas formas culturales únicas, tanto para el patrimonio material (agricultura, pesca, ganadería, arquitectura, transportes, turismo...) como para el inmaterial (modos de vida, toponimia, religión, lenguaje, leyendas o la propia imagen de la Isla).
El indisimulado objetivo final de este libro es homenajear a esa población más empobrecida y olvidada que sufrió los volcanes, pero que también supo resarcirse para buscar nuevas vías de supervivencia. Sucesivas generaciones de isleñas e isleños idearon llamativos métodos con los que relacionarse con “el volcán”, encontrando sorprendentes fuentes de recursos en un territorio tan hostil. Por lo singular y relevante del patrimonio estudiado, este libro parece destinado a convertirse en un clásico de la historiografía sobre Lanzarote.
15 de noviembre, a las 19.00 horas, en la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz.
22 de noviembre, a las 19.30 horas, en el Teatro Municipal de Tinajo.
21 de diciembre, a las 12.00 horas, en la Casa de la Cultura Benito Pérez Armas.
26 de diciembre, a las 18.00 horas, en la Biblioteca Municipal de Teguise.
27 de diciembre, a las 19.30 horas, en la Sociedad Democracia de Arrecife.
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