Tras casi dos meses en el Hospital Molina Orosa, Abdona Tavío relata cómo despertó en la UCI, sus curiosos sueños y la batalla para recuperar la movilidad
Aprender a caminar tras 27 días intubada por el Covid
Tras casi dos meses en el Hospital Molina Orosa, Abdona Tavío relata cómo despertó en la UCI, sus curiosos sueños y la batalla para recuperar la movilidad
Comenzaba el nuevo año y también lo hacía una ola de coronavirus en Lanzarote, tras el aumento exponencial de contagios por el detonante de la relajación en Navidades y las reuniones de amigos y familiares. En el mes de enero se detectaron en la Isla más de 2.000 casos de Covid, prácticamente un tercio de todos los registrados en la Isla desde el inicio de la pandemia. Abdona Tavío Saavedra empezó con síntomas sobre el día 12.
Nona, como es conocida, trabaja en la lavandería del Hospital Doctor José Molina Orosa junto a su hermana. “Fui la primera en encontrarme mal. Me empezó a doler la garganta, justo cuando iba a vacunarme. Ese mismo día. Mi médico de cabecera me dijo que me hiciese el test y di positivo”, recuerda. Su hermana, que trabaja en el mismo departamento del Molina Orosa, también se contagió de Covid, pero no lo pasó tan mal como ella. “Mi marido, sin embargo, no tuvo ni un solo síntoma”, comenta Nona.
“Ni una décima de fiebre tuve. Ni tos. Es raro porque estamos todo el día juntos y yo fui asintomático”, tercia su esposo, Juan Martín. Tres días más tarde de que se le detectara el contagio, Nona ingresó en el Hospital con mucho miedo. Antes de ser hospitalizada, prácticamente “no comía nada”. “Solo quería estar acostada, porque me encontraba muy mal”, recuerda.
Fue entonces cuando Juan llamó a la ambulancia y no se volvieron a ver hasta dos meses después. Los tres primeros días estuvo ingresada en planta en el Molina Orosa. “Tengo el recuerdo de esas primeras noches, pero de lo demás no me acuerdo”, señala Nona. Empeoró y fue trasladada a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde pasó 27 días intubada. “¿Cuánto tiempo ha pasado?”, preguntó cuando despertó de esa dura lucha contra la enfermedad.
“Cuando me desperté me dijeron que estaba mejor, pero yo no sabía de qué estaban hablando”, afirma. “No sabía ni dónde estaba ni cuánto tiempo había transcurrido”, destaca. Pensó que habían transcurrido pocos días, pero se equivocaba. “Fue mi hijo quién me dijo el tiempo que había pasado en la UCI y que ya era febrero”.
Nona intentó dar los primeros pasos horas después de despertarse, pero no lo logró: “No podía ni siquiera ponerme de pie ni mover las piernas”. De esos 27 días intubada, Nona sí recuerda los numerosos y curiosos sueños que tuvo. Nada de una luz blanca que se acercaba a ella, sino todo lo contrario. Recuerdos felices y sueños alegres, relacionados con situaciones que le habían sucedido antes de estar ingresada en el Hospital lanzaroteño. “Soñé con mis allegados. Sí es cierto que tuve un sueño extraño. Estaba en un velatorio, me daba mala impresión estar en ese lugar y me quería ir de allí corriendo”, detalla. Hoy, se sigue acordando de cada sueño y los describe minuciosamente a su marido.
Durante los casi dos meses que estuvo en el Molina Orosa -en planta, en la UCI y de nuevo en planta- luchando contra los efectos de la Covid, Nona no pudo tener cerca a sus familiares en ningún momento. Es algo que siempre echan en falta los pacientes, para lo que se trata de buscar una solución con las nuevas tecnologías. “Los médicos hacían videollamadas a las familias una vez al día”, comenta Nona, muy agradecida a todo el personal del Hospital Molina Orosa que se empleó a fondo para ayudarla.
Volver a andar
Tras superar la peor fase de la enfermedad, el miedo de Nona era quedarse sin movilidad para siempre y la incertidumbre por saber si se recuperaría por completo. “Me tenían que bañar, que cambiar de lado y de postura o dar de comer”, aclara. “Ni siquiera podía tocar el timbre del celador”, dice.
Nona tuvo que volver a aprender a caminar. Su marido Juan comenta que aún, tras casi cinco meses, no ha vuelto a recuperar “su andar” y que, en ese aspecto, todavía “no parece ella”. Poco a poco, las secuelas de la Covid en Nona se han ido disipando.
Desde que salió del Molina Orosa tras recibir el alta, el andador se convirtió en su principal sostén durante los primeros días, aunque su verdadero apoyo ha sido su marido Juan, su enfermero las 24 horas del día. “Sigo sin tener estabilidad en las piernas, las manos las tengo engarrotadas, el pelo se me cayó casi por completo y me está volviendo a crecer”, cuenta Nona.
Estos son algunos de los efectos que ha padecido y sigue padeciendo. A día de hoy, acude tres veces a la semana a rehabilitación y se puede valer “por sí misma”, como ella misma describe con satisfacción. “Nunca pensé que fuese algo tan malo y grave”, asegura sobre el coronavirus.
Tiene “algo” de temor a relacionarse con gente que no es de su círculo próximo. “Lo único que le puedo decir a la gente es que se vacune, porque esto es serio”, insiste Nona al ver cómo continúan aumentando los casos, especialmente entre la población más joven y la que no está vacunada. Sanidad estima que nueve de cada diez contagios en las Islas se producen entre personas que no están inmunizadas contra el coronavirus.
Tras casi dos meses ingresada, Nona se vacunó contra la Covid a los pocos días de abandonar el Hospital, siguiendo el consejo de su médico. “Lo mal que lo pasé es algo que no quiero que le suceda a nadie”, dice. “Esto debe ser un toque para la juventud”, subraya.
“Muy duro”
Durante esta batalla de recuperación tras el coronavirus, Nona ha sumado infinidad de anécdotas. Una de ellas se produjo en las sesiones de rehabilitación, en donde coincide con gente a la que, como ella, la Covid le ha dejado secuelas.
“Un compañero me comentó que, cuando se despertó, tras estar intubado durante algún tiempo, vio a todo el personal sanitario vestido con esos uniformes blancos, pensó que había fallecido y que estaba en el cielo”, relata con humor.
Ahora valora la experiencia vivida aunque “ha sido muy duro”, resume. “Uno valora más las cosas cuando se ve en una situación así, esperando la llamada del Hospital para recibir noticias buenas o malas”, apunta su marido. “Se valora más la familia y los besos”, dice Tavío.
Nona Tavío deseaba, desde que salió del Hospital, escribir una carta de agradecimiento a todos los sanitarios y sanitarias que la atendieron de forma directa y a los que trabajan en el centro. Al fin y al cabo, son compañeros. El departamento de Salud Laboral del Hospital emitió una nota de agradecimiento, pero ella deseaba hacerlo a título individual. “Al personal médico, enfermeros y enfermeras, de limpieza, lavandería... Absolutamente a todos quiero darles las gracias”, resalta.
A pesar de que no recuerda la habitación en donde estuvo o todos los nombres de quienes la atendieron -“solo recuerdo a Cristina, que es auxiliar, y a Jordán, enfermero”- quiere devolver a todo el equipo del Molina Orosa el trato recibido. Nunca escuchó ninguna queja. “Estuve en la planta de Medicina Interna de Covid y nunca escuché una mala palabra o un suspiro de cansancio”, concluye.
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