ENTREVISTA

“No hace falta mucha más investigación sobre los tóxicos, solo faltan decisiones políticas porque las medidas son lentas”

Nicolás Olea, médico e investigador

Foto: Adriel Perdomo.
Saúl García 0 COMENTARIOS 16/02/2020 - 09:00

El doctor Olea acaba de publicar el libro ‘Libérate de tóxicos’. Estuvo en Lanzarote para participar en una charla organizada por la Reserva de la Biosfera: ‘Pesticidas, plásticos, cosméticos, textiles y otras hormonas’. Es una de las mayores autoridades mundiales en medio ambiente y salud, con especial atención a la relación entre disruptores endocrinos y cáncer.

-¿Cómo llegan estos elementos tóxicos a nosotros y quiénes son los responsables?

-Nosotros estudiamos una parte reducida de todos los compuestos y empezamos hace años a estudiar compuestos químicos que imitan a las hormonas, que confunden el mensaje hormonal o hackean el mensaje de las hormonas. Esas sustancias químicas son de origen industrial y están en procesos tan variados como pesticidas, envases alimentarios, cosméticos... y, ahora, la novedad es que son parte de los textiles. No son muchos pero están en muchos sitios porque tienen cualidades distintas, maravillosas, que hacen que una botella de PET se pueda convertir en un jersey. Casi todas o todas son de síntesis del petróleo. Aparecen en los años 50 o 60 y revolucionan nuestro mundo en cosméticos, fertilizantes, pesticidas, envases alimentarios y la ropa.

-¿Todos estos elementos se han lanzado al mercado sin haberse testado las consecuencias?

-Probablemente sí, porque las reglas del juego eran reducidas y los compuestos eran carcinogénicos, mutagénicos o tóxicos para la reproducción pero no se había pensado en los de efecto más sutil, que modifican las hormonas. Una vez lanzados y que ha ocurrido la exposición humana empezamos a ver que hay un efecto indeseable: aumento de cánceres, problemas en las funciones de las hormonas, la calidad del semen que ha caído un cincuenta por ciento en 40 años...

-Pero, ¿se sabe que es por esta razón o se intuye?

-Se dice que son enfermedades del mundo moderno, de nuestros hábitos de vida, y se queda ahí la cosa como si fuera algo impreciso. La hipótesis más potente es la disrupción endocrina. Es complicado: resulta que tu mal contaje espermático cuando tienes 32 años está relacionado con la exposición a sustancias hormonales cuando eras un embrión en el vientre de tu madre.

-Entonces llegamos tarde.

-Con dificultades de demostración muy difíciles. Esa dificultad en la demostración de causalidad hace que no se tomen medidas. No tenemos pruebas, tenemos buenas intuiciones y buenas asociaciones.

-¿En qué etapa está la investigación?

-Quizá no vamos a tener más evidencias de las que ya tenemos. Con lo que hay ya es suficiente para tomar decisiones.

-Pero la industria o los gobiernos son reticentes a tomar decisiones...

-Las reglas han cambiado. Desde 2007 ya se aplica el principio de precaución, donde el proponente de cualquier acción debe demostrar la inocuidad, no el consumidor el daño. La industria tiene que demostrar que eso no va a ocurrir. Dicen que pierden en competitividad, pero nosotros ganaremos en salud. Por ejemplo, el DDT que se puso en el mercado con las fumigaciones en Canarias en los años cincuenta, no hay que demostrar que la epidemia de cáncer de mama está asociada a él. Eso no puede ocurrir porque hay mucho dolor y mucho sufrimiento.

-Se ha demostrado que, a pesar de que se prohibió hace muchos años, aún se detectan restos de DDT.

-Busca los anuncios de aquellos años: “La solución para las plagas en el campo. Un producto que lo aplicas ahora y dura para siempre”. Lo que nosotros ahora llamamos persistencia antes se llamaba efecto duradero. Eso es un arma de doble filo. Son productos de muy difícil degradación. Es tan difícil quitarlos que el organismo los deposita en el tejido adiposo y todos nuestros tejidos están contaminados de DDT porque se va acumulando sin saber cómo eliminarlo. Ahora se está encontrando pegado a los plásticos que flotan en el mar, porque no es soluble e iba a la tripa de los grandes peces. Así que  se encuentran todos esos contaminantes pegados al plástico marino, porque ven a alguien que tampoco es soluble. Así que los plásticos también se contaminan.

“Si admitimos que todo esto causa el tres por ciento de la diabetes, el cinco de la obesidad, el siete de la esterilidad... pues son 6.000 millones de dólares al año y las aseguradoras dicen: no podemos pagar esa factura”

-¿Y qué estamos haciendo frente a esto o qué están haciendo las autoridades?

-Nosotros llevamos toda la vida con financiación pública y no nos ha faltado. Ha habido una financiación muy potente y ahora estamos en un proyecto europeo de 75 millones de euros para que 27 países investiguen los niveles de exposición de toda la población europea. Se está gastando un dineral en investigación, solo faltan decisiones políticas, actuar. Ya no hace falta mucha más investigación y las medidas son muy lentas. En 2019 se prohibió uno de los pesticidas más tóxicos, el clorpirifós. Su evidencia de contaminación es tan grande que se ha suprimido. Ocurre pero es muy lento.

-¿Se puede hacer algo de forma individual?

-Se puede hacer algo en hábitos de consumo, como protegerte a ti y a tu familia, incorporar nuevos hábitos de consumo respecto a los plásticos. Cuando se den cuenta de qué es lo que quiere el consumidor dejarán de poner el plástico. Cuanto más les digamos que no queremos seis tomates de Canarias en una barqueta de poliuretano con un film de polietileno en una bolsa de polipropileno en un carrito de policarbonato... Porque todo esto se lo ha inventado alguien para vender petróleo. Se pueden quemar barriles de brent a 72 dólares el barril o hacer gafitas de plástico para ricos a 500 euros. Si yo tuviera un pozo de petróleo sufriría por cada coche en la carretera.

-Porque es más rentable el plástico...

-El consumo de petróleo es el 45 por ciento para automoción, 40 por ciento calefacción y casi el 15 por ciento química fina derivada del petróleo. El uno por ciento es plástico pero, si le pones el valor añadido, este uno por ciento se come el pastel entero, que es el que está dando beneficio.

-Si eliminamos el plástico de la ecuación, ¿todo es sustituible con los hábitos de consumo actuales?

-Probablemente no, y sobre todo porque tiene dos primos hermanos, que son los mismos compuestos, los cosméticos y textiles. El poliéster es PET reciclado, botellas de plástico para que los pobres podamos ir vestidos con un traje de 149,99 y creamos que vamos vestidos de oveja merina cuando, en realidad, vamos vestidos de petróleo.

-¿Entonces, podemos liberarnos de estos tóxicos?

-Sí se puede. Si empezamos desde el principio, por una mujer embarazada que espera un bebé... Se puede empezar por la alimentación: vamos a comer libre de pesticidas, con una alternativa de producción ecológica. Aunque el suelo esté algo contaminado no es lo mismo que un tomate industrial que puede tener hasta siete tratamientos. Lo segundo, el agua que sea de máxima calidad. En Lanzarote, mil litros de agua del Consorcio valen tres euros y una botella de tres litros puede valer tres euros, así que alguien se está haciendo de oro. Aunque haga falta una inversión enorme, aunque el Consorcio doble el precio, sigues pagando 500 veces menos que en el supermercado. Tenemos el derecho de que el agua que salga del grifo sea el mejor producto posible.

“Se puede hacer algo en hábitos de consumo, como protegerte a ti, a tu familia, incorporar nuevos comportamientos respecto a los plásticos... Cuando se den cuenta de qué es lo que quiere el consumidor dejarán de poner el plástico”

-Pero nos han convencido de que es mejor el agua embotellada.

-Y que huyamos de este agua cuando el plástico tiene un impacto ambiental tremendo, porque al final te vuelve. Lo segundo: líneas de cosméticos más sostenibles, que los hay, y lo tercero, el consumo textil, que no sé cómo se puede abordar. Ellos mismos dicen que son los inventores de la obsolescencia programada y que la llaman moda. La moda dura seis semanas, tiene ocho temporadas al año. Eso es un consumo enorme de material y hay que buscar una alternativa a ese consumo.

-Si los contaminantes nos afectan, nos transforman, pero la esperanza de vida cada vez es mayor, ¿la industria no argumenta que el ser humano se adaptará a estos tóxicos?

-Hay un psiquiatra de Harvard, el doctor Trasande, que trabaja en Nueva York, que ve lo que pasa en los niños y dice: esto no puede seguir así. Escribe un libro que se ha hecho muy famoso que se llama Más enfermos, más obesos, más pobres, y como nadie le hace caso publica un experimento en el que calcula: si admitimos que todo esto causa el tres por ciento de la diabetes, el cinco de la obesidad, el siete de la esterilidad... pues son 6.000 millones de dólares al año y las aseguradoras dicen: ‘No podemos pagar esa factura’. Al final es el daño económico que producen estas enfermedades lo que va a condicionar los cambios. Alguien se está haciendo rico pero las aseguradoras no pueden seguir pagando ese incremento de la enfermedad. Esto es imposible en Europa, donde todo viene de papá Estado.

-Al menos ahora los medios de comunicación hablamos de esto.

-Eso es un mensaje positivo. Desde hace cuatro años se habla todos los días del plástico. Ahora se habla de esto mucho más claro. La gran pregunta es cómo damos un paso para atrás, pero si echas números cualquier paso hacia atrás supone un abaratamiento. Ya no se habla de reciclar, sino de reducir y reutilizar. Hay situaciones terribles como la del tetrabrik, que la única fábrica que reciclaba en España cerró. Se está almacenando todo en Zaragoza. Una montaña de tetrabrik. Se le quita la corteza exterior de cartón, pero no hay tecnología rentable para separar el aluminio del cartón. Eso lo hacía una factoría y ya no lo hace.

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