“La afición a pintar flores abrió a las mujeres las puertas del trabajo científico”
Carolina Martínez Pulido, doctora en Biología y escritora
El pasado 18 de mayo se celebró el Día de la Fascinación por las Plantas, convocado desde el año 2012 por la Organización Europea para las Ciencias de las Plantas con el fin de destacar el papel fundamental de los vegetales en la conservación del medio ambiente y los beneficios que brindan a los seres vivos. También durante el tradicional mes de las flores, la doctora en Biología y escritora Mónica Martínez Pulido, ofrecía en el Aula Magna de la UNED, organizada por la Reserva de la Biosfera de Lanzarote, una ponencia sobre las pioneras de la Botánica, mujeres que desafiaron el rechazo frontal a su presencia en los cenáculos fuertemente masculinizados de la ciencia y a quien se deben investigaciones exitosas que solo hoy comienzan a reconocerse.
-Ha dedicado buena parte de su trayectoria profesional a rescatar del olvido los nombres de mujeres científicas cuyos logros han pasado desapercibidos o directamente han sido ninguneados.
-Sí, porque creo que es necesario reivindicar el lugar social y profesional de las mujeres y rescatar sus nombres de las sombras. En todos los ámbitos del conocimiento, pero de manera especial en el mundo de la ciencia, es abrumador el número de mujeres que ha participado y ha quedado en el olvido. Estamos recuperándolas y sorprendiéndonos de sus trabajos y de cómo han sido borradas de la historia de una manera intencionada, por considerarse que la ciencia no es cosa de mujeres, que la ciencia hecha por mujeres es de mala calidad. Incluso aquellas que fueron algo más valoradas en vida, se borraron para siempre tras sus muertes.
-Según destacó en su conferencia, la incorporación femenina a la universidad y a la ciencia se rechazó durante siglos, al considerarse que “frivolizaban” el proceso investigador y sus resultados.
-Y fíjate que las universidades se fundaron en el siglo XII con pocos cambios hasta finales del siglo XIX, cuando se permitió la entrada de las mujeres a las aulas, y en una situación penosa, accediendo por otras puertas, acompañadas por el profesor y sentadas en lugares separados del resto del alumnado varón, y de eso no hace tanto tiempo. Alemania y España fueron dos de las universidades más refractarias a la presencia femenina en las facultades.
-Sin embargo, la vocación y la curiosidad científica llevó a muchas mujeres a formarse de manera autodidacta, a trabajar por su cuenta y en muchos casos, a obtener grandes logros en condiciones muy complicadas.
-La voluntad, el deseo de trabajar en este campo y una vocación fuera de serie caracterizan a estas pioneras de la ciencia; pero no todas podían dedicarse a la investigación si carecían de recursos económicos propios, de un trabajo remunerado o de alguien que las sostuviera; y solo así podían enfrentarse a un medio hostil. Algunas, ya en el siglo XX, hicieron sus carreras, obtuvieron excelentes calificaciones pero acabaron de maestras o institutrices o abandonando, ante la discriminación y el rechazo a sus trabajos. Las botánicas que aparecen en mi libro son privilegiadas, pudieron mantenerse a flote, pero hay una gran mayoría cuyos nombres y aportaciones nunca seremos capaces de rescatar del olvido. O reconocer la validez de su trabajo, firmado a menudo por sus maridos o padres. Da mucha pena pensar en cuánta inteligencia perdida y cuánto talento desperdiciado.
“Las primeras botánicas fueron ilustradoras de muchísima calidad y talento”
-De los campos de la ciencia, la botánica fue la más permeable a la presencia femenina, al considerarse socialmente aceptable que las mujeres “pintaran flores”.
-Sí, y esa actividad, aparentemente inofensiva e inocente, pudo ser aprovechada por las mujeres como puerta al trabajo científico. Las primeras investigadoras fueron ilustradoras de muchísima calidad y talento, que recogieron con sus pinceles hasta los mínimos detalles de las plantas, que recorrieron el mundo y que incorporaron al corpus del conocimiento botánico numerosas especies desconocidas. Aunque hay que decir que incluso en esta tarea se toparon con estrambóticas barreras. Desde que el naturalista sueco Carlos Linneo estableciera el sistema de clasificación de las plantas con flores por sus estrategias para realizar su reproducción sexual, la sociedad bien pensante de la época se mostró escandalizada ante el hecho de que las señoritas se entregaran a un trabajo relacionado el sexo de las flores, un proceso que los hombres de la ciencia llegarían a denominar “casamiento clandestino”. Pero era a ellas a quienes se acusaba de realizar un trabajo poco científico.
-En su libro ‘Botánicas. Mujeres sembrando ciencia’ menciona a una cincuentena de mujeres pioneras a lo largo de la historia, procedentes de Europa occidental, Estados Unidos y Latinoamérica. ¿Le deparó la investigación historiográfica grandes sorpresas?
-Cuando cursé mis estudios universitarios no había en los libros de texto ninguna mujer, ninguna autora, en ningún campo de la ciencia, y eso nos parecía normal. Pero cuando empecé a investigar sobre evolución humana, luego sobre genetistas y finalmente sobre la historia de la botánica, encontré a muchísimas científicas, además de los pocos nombres clásicos como el de Madame Curie y alguna más. Me causó una enorme sorpresa comprobar que había tantas y que no conocíamos a ninguna. A día de hoy colaboro con el blog MujeresConCiencia.com y de manera constante aparecen nombres y trayectorias de mujeres que se están recuperando para el estudio y el reconocimiento que merecen; y en el ámbito de la biología, muchísimas.
-Destaque, por favor, alguna de esas botánicas pioneras.
-Pues Alice Eastwood, por ejemplo, es una maravilla y su vida es asombrosa. Procedía de una familia desestructurada, huérfana de madre, con hermanos pequeños al cargo, y a pesar de sus circunstancias fue capaz de llegar a ser una de las mejores botánicas de Estados Unidos. Es inaudito que su nombre haya quedado en la oscuridad tanto tiempo. Y más a la vista de todas las especies nuevas que descubrió y los territorios recorridos a lo largo de su vida. Fue una persona con cualidades excepcionales, incluida una fortaleza física que le permitió innumerables expediciones. La mayoría de las mujeres eran frágiles, con esos corsés que las oprimían y todo el día inactivas; claro, daban dos pasos y se caían al suelo. Ella no, ella era simpática, fuerte, enérgica, sobresaliente, y llegó a ser conservadora del Herbario de la Academia de las Ciencias de California. Durante el incendio que devoró San Francisco tras el terremoto de 1906, accedió al edificio entre llamas para recuperar sus colecciones de plantas, recolectadas por todo el mundo. Y lo que no salvó del fuego, volvió a recolectarlo aplicando métodos más modernos o a través de la solicitud de muestras a otras instituciones y de intercambios. Hoy la Academia lleva su nombre.
“En mis tiempos universitarios, no aparecía en los libros de texto ninguna mujer”
-No cabe duda de que aquellas pioneras de la ciencia eran valerosas viajeras, aventureras y feministas.
-Ahora que estamos reivindicando tanto los méritos y virtudes del trabajo colectivo y en red, resulta que aquellas primeras científicas ya lo hacían así, tanto en la lucha por los derechos de las mujeres y el sufragio universal como en lo referente a la solidaridad frente a la competitividad de sus colegas varones. Una práctica habitual en ellas, cuando encontraban plantas desconocidas o raras, era recoger más de un ejemplar, que luego intercambiaban con otros equipos de herbarios. Los colectivos de personas excluidas y los grupos minoritarios suelen actuar así. Buen ejemplo fue Mary Chase, que a pesar de ser una mujer de apariencia frágil y delicada, llegó hasta Brasil, donde trabajó y formó a otras botánicas en el estudio de las gramíneas, que hicieron a su vez sus carreras y sus descubrimientos. Estuvo presa una y otra vez por manifestarse ante la Casa Blanca en demanda del voto femenino.
-A tenor de su conferencia, otro factor que aglutina a estas mujeres avanzadas de su tiempo es la voluntad docente y divulgadora, frente al interés de los hombres por mantener cerrados los círculos científicos a un grupo de privilegiados.
-Posiblemente esa vocación docente tuvo que ver con el sentimiento compartido de marginación y la decisión de luchar con fuerza para acabar con esa realidad injusta. Muchas de estas primeras estudiosas, ya en el siglo XX, llegaron a ser profesoras universitarias de categoría, como Lucy Brown, que no tenía el carácter de Eastwood pero que llegó a ser una ecóloga magnífica; su alumnado recordaba cómo hacía hincapié en el entorno de cada planta, con qué otras especies se relacionaban, cómo era el suelo... ofreciendo la mirada global de interrelación que hoy constituye la base de la ecología. Sus fichas eran completísimas. Lucy no dibujaba pero su ilustradora sabía exactamente lo que quería, por lo minuciosidad de sus esquemas y de sus datos, que recogió en un manual interesantísimo sobre las plantas forestales.
-¿Está de acuerdo con las tesis ecofeministas que defienden que la dedicación de las mujeres a los cuidados personales se extiende de manera natural a la protección del planeta?
-Diría que ese vínculo se gestó tiempo atrás, cuando a las primeras mujeres que entraron a las universidades e instituciones científicas no les importaba no cobrar o tener sueldos ridículos, porque se sentían privilegiadas con la sola posibilidad de investigar. De tal manera que no veían el medio ambiente como un lugar del que extraer un beneficio económico, en el que poder lucrarse, sino el espacio de la investigación y la adquisición de conocimientos. Por eso, tal vez, fueron mucho más proteccionistas. Mencionaré como ejemplo a Margaret Mee, una artista y pintora británica que se dedicó a estudiar la Amazonía. Era una botánica rigurosa y una ilustradora magnífica, y de las primeras que salió a manifestarse cuando empezaron las talas y la desforestación, llegando a acudir con otras personas al despacho del presidente de Brasil. Una de sus ambiciones fue encontrar la flor de la luna, de un cactus que se decía que florecía una vez al año bajo la luz de la luna llena, la cual estimulaba la floración. Hizo 14 expediciones en busca de esa especie y finalmente logró ser testigo del prodigio. En alguna ocasión le acompañó la escritora y Premio Nobel de Literatura, Toni Morrison. Sin duda, la ciencia botánica se presta al arte.
“Prevalece la promoción profesional de los hombres frente a las mujeres”
-A estas alturas de siglo XXI ¿sigue siendo necesario promover la presencia de mujeres en la ciencia y la recuperación y reconocimiento de sus trayectorias y logros?
-Creo que sigue siendo necesario, en la ciencia y todos los campos del conocimiento. Aunque en teoría nadie duda ya de la fortaleza del intelecto femenino, todavía sigue prevaleciendo la contratación y la promoción profesional de los hombres frente a las de las mujeres. Lo dicen las encuestas y los estudios: la maternidad sigue pesando en esas decisiones, a pesar de todas las campañas, las ayudas, las bajas paternales y los mecanismos legales para que no ocurra.
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