OTRA HISTORIA DE CANARIAS

El olvidado afán por arborizar Lanzarote y Fuerteventura

Hace más de un siglo se planteó insistentemente la plantación masiva de árboles como remedio climático y socioeconómico milagroso para la falta de agua de estas islas

Mario Ferrer 6 COMENTARIOS 01/05/2024 - 08:38

Cada cierto tiempo aparecen noticias sobre planes de reforestación en Lanzarote y Fuerteventura. Últimamente también son habituales los titulares relacionados con problemas con zonas verdes o con plantas emblemáticas, como las palmeras de ambas islas. Puede que para muchos suenen a proyectos innovadores del siglo XXI o a programas pioneros relacionados con la preocupación medioambiental actual. Sin embargo, el interés por la plantación masiva de árboles tiene cierta tradición en ínsulas tan secas como estas.

A finales del siglo XIX, España vivió el llamado “desastre del 98”, como un sangrante golpe que cuestionaba muchos de los principios que se habían seguido durante la Restauración borbónica. No solo se derrumbaba lo poco que quedaba de la antigua idea de la gran patria imperial, sino que la traumática pérdida de Cuba y otros territorios hacía más evidente los serios problemas del país con la corrupción, el caciquismo, el analfabetismo y otras lacras parecidas.

La principal respuesta intelectual al desastre del 98 fue el Regeneracionismo, un movimiento ideológico que combinó la crítica a la situación de España con la divulgación de novedosas soluciones para los agudos problemas del país, con la ciencia como una de las principales tablas de salvación. Abrazar los principios de la investigación y la moderna tecnología no solo permitiría una mejora en la tardía industrialización del país, en la educación y en el nivel de vida, sino que también ayudaría a alejar las viejas costumbres de superstición y religiosidad extrema.

Los ecos regeneracionistas llegaron también a las islas de  Lanzarote y Fuerteventura, que prestaron especialmente atención a una idea que también tuvo gran seguimiento nacional: la ciencia acababa de demostrar las estrechas relaciones entre las zonas boscosas y la lluvia, de manera que se puso el foco en la conveniencia de plantar árboles como manera de atraer las necesitadas precipitaciones. Y el altavoz para difundir esa idea en ambas islas fueron los periódicos locales y regionales.

En la prensa de Lanzarote y Fuerteventura era habitual recoger noticias que estuvieran relacionadas con cualquier iniciativa que prometiera aliviar la pesada falta de recursos hídricos que padecían estas islas, así como los lamentos por sus trágicas consecuencias. Desde el primer periódico de cierta entidad, Crónica de Lanzarote (1861-1862, Arrecife), se repitieron las dramáticas citas a las penurias que causaba la sequía: “¡No hay agua! ¡no hay agua! He aquí el grito desgarrador de todos los moradores de Lanzarote. ¡No hay agua! frase desconsoladora que contrista el alma y arrastra en pos de sí la más cruel de las desgracias”.

Un poco más adelante, el mismo periódico volvía a señalar la principal consecuencia de esta situación: “Si el gobierno de S.M. impuesto en la miseria que amenaza esta isla no toma medidas eficaces y empieza por facilitar una cantidad tomada de los fondos de calamidades públicas para explotar las aguas que puedan existir en las entrañas de esta isla nos atrevemos a asegurar, por más que nuestro vaticinio sea funesto, que la mayoría de estos habitantes no tienen otro recurso que emigrar a las Américas”.

Portada del periódico Lanzarote de 1926 dedicado al tema del arbolado.

Periodismo de la sed

Hablando de La Crónica (1852, Lanzarote), el periódico Lanzarote (1924-1928, Arrecife) contaba la anécdota de que la gente de Gran Canaria afirmaba que “para leerlo se tenía que poner un vaso de agua al alcance de la mano, porque sus artículos producían sed”. Efectivamente, el periodismo de Lanzarote y Fuerteventura ha sido, en muchos casos, el periodismo de la sed.

El altavoz para difundir la idea de la plantación masiva fueron los periódicos locales

Además de reflejar la trágica realidad de las sequías y de reclamar insistentemente ayuda a autoridades regionales y nacionales, las cabeceras de ambas islas apelaron a implementar fórmulas como las de crear nuevas infraestructuras para un mejor aprovechamiento del agua (maretas, depósitos, aljibes, presas, etc.) o para explotar aguas subterráneas (pozos, perforaciones, galerías como las de Famara, etc.).

En todos los casos, la solución del problema del agua se presentaba como algo prioritario y tras cuyo éxito la situación de ambas islas mejoraría completamente. Un ejemplo lo tenemos en un texto de los años treinta del siglo XX del majorero Juan Castañeyra Carballo: “La enunciación del problema mater de Fuerteventura, no puede ser más simple: agua. Resuelto éste, resultan secundarios todos los demás que forzosamente se irán planteando y resolviendo al impulso de la resolución del primero”.

En determinadas ocasiones, la búsqueda de remedios llevaba a apostar por soluciones escasamente creíbles, como hizo Lanzarote (1924-1928, Arrecife), que apoyó insistentemente la labor de la Sociedad de Irrigaciones Canarias y el abate Bouly, quienes abogaban por explotar las aguas subterráneas de ambas islas mediante un esotérico sistema con “apariencias de una función de magia y que no obstante es algo serio, que por primera vez se nos presenta con una base científica”.

También se publicaron críticas a la pasividad de población local, como esta recogida en Las Canarias: “En Lanzarote se da la anomalía de que no se ve un árbol (...). Esto sucede en la isla que más necesita de ellos, pero acontece así por la manera de ser de aquellos habitantes que prefieren que emigren cinco a seis mil personas, a que cuarenta o cincuenta pastores se vean obligados a abandonar su manera de vivir. Este es el síntoma de mayor decadencia que puede pesar sobre un pueblo”.

Foto de la construcción de una galería en el Risco de Famara en 1982, con varios técnicos y políticos del Cabildo de Lanzarote. La explotación de las aguas subterráneas fue otra reclamación habitual de la prensa histórica de ambas islas. Foto cedida por Antonio Lorenzo. 

“Virus arborista”

Del “virus arborista” ya hablaron periódicos del siglo XIX, aunque fue a principios del siglo XX cuando más se insistió, con cabeceras como Lanzarote (1902-1903, Arrecife), otra que también se llamaba Lanzarote (1924-28, Arrecife) y, sobre todo, La Aurora, (1900-1905, Puerto de Cabras), el gran periódico majorero de la época. El investigador Rubén Naranjo Rodríguez estudió este fenómeno con un artículo publicado en 2009 en las Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y  Lanzarote que se tituló La labor ambientalista en las Canarias Orientales en las primeras décadas del siglo XX: el fomento del arbolado en Lanzarote y Fuerteventura.

Se pensaba que con la creación de superficie forestal llegarían más lluvias

En La Aurora se publicaron numerosos artículos sobre la necesidad del arbolado por parte de Joaquín Costa y Francisco González, dos de los grandes publicistas de las campañas de este tipo. El periodista canario Francisco González, conocido como el “apóstol del árbol”, llegó a publicar un libro dedicado a Lanzarote y Fuerteventura titulado Tierras sedientas.

La idea central era que con la demostración de que los espacios boscosos atraían las precipitaciones, la creación de superficie forestal en ambas islas conllevaría más lluvias, generando un círculo productivo que se retroalimentaría y permitiría a Fuerteventura y Lanzarote solucionar sus principales trabas económicas y sociales. Siguiendo la tendencia nacional, La Aurora publicó numerosos editoriales y artículos de especialistas, al tiempo que dio eco a los eventos organizados para promover la conciencia sobre la importancia del arbolado, como la Fiesta del árbol, donde los niños cantaban canciones especialmente compuestas para la isla: “Vamos contentos/ y entusiasmados/ a hacer la fiesta/ del arbolado/ que de este modo/ cosa segura,/ será dichosa/ Fuerteventura”. 

Comentarios

En los altos de Famara hay una experiencia con visos de éxito.
Quizás no atraigan la lluvia, pero sí pueden captar el agua de la niebla que de otra manera se pierde. Así funciona la laurisilva. Gran parte de la vegetación endémica del risco de famara se perderá debido a la aridez resultado del cambio climático. Un bosque en el risco, aunque sea necesario un sistema de regadío convencional durante los primeros 5 años, podría ser lo que salve a mucha de esa flora endémica. Antes de la conquista hubo un bosque en esa zona.
Menos mal que los iluminados de los políticos no les ha dado por plantar pinos porque entonces si que tendríamos un problema de verdad...esos árboles se beben toda el agua que les eches, secan todas las galerías y encima sólo son una fuente perfecta de combustible para los incendios... Dios quiera que a ningún político se le ocurra plantar Pinos ..
gran idea si había bosque pero se quemó, por los incendios volcánicos etc, recupérense, no mas , hay que plantar todo ,belleza ,sus playas, bosques ,mas turistas ,y mas chambeo próspero
Claro que hay que plantar árboles y proteger los existentes. Viendo a Arrecife que ya se plantea quitar los árboles de la plaza de Las Palmas porque no se adecúa al modelo de nueva plaza. Me pregunto por qué no se adecúa la plaza respetando estos árboles. Mientras unos miramos hacia adelante, otros van en dirección contraria. Más calles arboladas por favor. Gracias
No hay nada nuevo por descubrir. Los invito a leer sobre el bosque de Yatir en Israel. Tambien pueden "amargarse" recorriendo con el "street view" de google maps la avenida de la Marina algunos años atras

Añadir nuevo comentario