“Las Islas no pueden seguir creciendo si queremos un nivel de vida adecuado”
Serafín Corral, catedrático de Economía Aplicada
Catedrático en el Departamento de Economía Aplicada y Métodos Cuantitativos en la Universidad de La Laguna. Asistió al Seminario Conciencia 2, organizado por la Reserva de la Biosfera de Lanzarote, con una ponencia que formula una pregunta: ¿Pueden seguir las islas creciendo en el mundo de hoy?
-¿Cuál es la respuesta a la pregunta que planteaba el título de su conferencia?
-La respuesta puede ser un sí, un no o un depende, como hacemos los economistas, pero en realidad si ponemos una visión a largo plazo y queremos que las islas mantengan un nivel de calidad de vida de sus habitantes, tanto seres humanos como el resto, flora y fauna... Pues si queremos un nivel de vida adecuado, la respuesta es no. En estos momentos, en Canarias y en la mayor parte de espacios insulares del mundo, importamos los recursos de fuera. Estamos utilizando más de 27 veces los recursos que nuestras islas poseen. Es una situación insostenible porque esa mochila se la estamos trasladando a otros, es una deuda que alguien tendrá que pagar, y generalmente son las generaciones futuras.
-¿Qué cambios tiene que haber para reducir el uso de tantos recursos?
-La cifra de 27 veces es aproximada, pero nos permite darnos cuenta de que cambiando alguna cosa simple, a lo mejor podemos pasar de 27 a 20, con lo que seguiríamos en la misma situación. Tiene que haber cambios sustanciales de los estilos de vida, no solo del modelo económico que eso supone tener una planificación ya meditada. Y parece que no lo hemos pensado muy bien.
“Estamos utilizando más de 27 veces los recursos de nuestras Islas”
-No se ven muchos indicios de que vayamos a cambiar... El Cabildo de Lanzarote anuncia una estrategia sostenible, pero el mismo día se vanagloria del aumento de plazas aéreas hacia la Isla. Estas dos cosas son contradictorias, ¿no?
-Claro. No quiero ser catastrofista, ni pensar que el planeta no tiene solución. Ha habido una evolución en dos ámbitos opuestos: hay una mayor concienciación de llevar a cabo un cambio, y por otro lado esa evolución viene acompañada de que nos damos cuenta de que la situación es más delicada. Hay ciertos motivos para la esperanza, o para no perderla. Con respecto a esa segunda cuestión, uno de los problemas es el flaco favor que nos ha hecho el concepto de sostenibilidad, o su definición tan poco concreta. Llamamos sostenible a cualquier cosa, e incluso decimos crecimiento sostenible. Se ha puesto de moda por su indefinición, se puede usar en todos los contextos, pero nos plantea estos contrasentidos: una estrategia sostenible pero aumentamos el número de visitantes y por tanto de contaminación. Uno de los primeros elementos es empezar a plantearnos otra serie de fines. En un principio, el objetivo de la economía era lograr el bienestar de la sociedad. Hoy en día el enfoque es lograr que crezca el PIB porque con eso consideramos que el bienestar es mayor.
-¿Estamos en un modelo fallido? Llegan casi tres millones de turistas, más que nunca, la ocupación y los precios son buenos, y sin embargo tenemos problemas graves de vivienda, de agua, de precariedad laboral...
-Algo falla porque el objetivo no es mejorar la calidad de vida, sino incrementar los niveles de consumo. La palabra clave es consumo, porque es el motor de nuestra economía, los enfoques ya no van dirigidos a la producción. Mientras lo que importe sea consumir, son objetivos secundarios otras cuestiones como la equidad, el reparto de rentas o unas condiciones laborales y medioambientales adecuadas.
“Llamamos sostenible a cualquier cosa, e incluso decimos crecimiento sostenible”
-Parece que las buenas intenciones de la pandemia se han olvidado. Se auguró que las cosas ya no serían igual, incluido el sector turístico, pero estamos volviendo a todos los niveles de consumo de antes de la pandemia. Además, parece que los países que se basan en los servicios tienen mejores perspectivas económicas que los países industrializados porque las personas se gastan antes el dinero en servicios que en bienes.
-Es una percepción correcta y la avalan los datos. Es una escapada hacia adelante. En un primer momento, después del Covid, se produjo un efecto de gastarnos lo ahorrado, y es un movimiento lógico. Lo llamativo es que ya hemos agotado esos ahorros y ahora los estamos convirtiendo en endeudamiento y nos dan igual muchas cosas. El sistema dio muestras durante el Covid de estar valorando otros elementos, pero si nuestra educación y el entorno en el que nos movemos lleva años promoviendo el consumo como el elemento que nos genera bienestar, difícilmente por un episodio temporal va a cambiarnos. Puede que a largo plazo sí, pero a corto no.
-Hace años se dijo que el modelo turístico de sol y playa estaba agotado, que había que dejar paso a otro patrón, basado en las experiencias, y el resultado es que los turistas han acabado por colonizar lugares en toda la Isla y no solo en las zonas turísticas. ¿Para quién ha sido bueno este modelo?
-Por un lado, del modelo de sol y playa a un modelo de experiencias o de calidad, hay una pregunta que nunca se llegó a responder con este cambio de patrón, pero que es pertinente. Desde el punto de vista del uso de recursos territoriales y naturales, ¿hasta qué punto es más sostenible un resort de cinco estrellas más campo de golf que uno de tres estrellas en altura? Sin entrar en otras cuestiones que han venido como efecto perverso posterior, la pregunta inicial que nadie respondió es si las infraestructuras modernas son más sostenibles, o lo eran más sitios como Benidorm. Sobre lo de que los turistas están por todas partes, eso también está relacionado con un fenómeno nuevo determinado por la tecnología, por el cambio de estructuras hoteleras a apartamentos y viviendas vacacionales que ha venido a complicar todavía más los recursos del territorio y de la sociedad. Antes hacíamos un viaje de vacaciones una vez al año. Esa sensación se ha perdido. Ahora se viaja tres o cuatro veces al año y ese fue el gran éxito del turismo y de la globalización. La visita exprés hace que no se les llegue a ver como turistas. Al sistema le interesa la rotación de las personas, porque beneficia el consumo, no el disfrute ni el bienestar. Lo vemos en todos los ámbitos.
“En las Islas tenemos macroobras que no son necesarias, que no aportan nada a la ciudadanía”
-El modelo turístico siempre ha ido acompañado de la construcción. Antes eran hoteles y ahora infraestructuras públicas o carreteras. Si hablamos de parar o decrecer, ¿cualquier obra nueva estaría fuera de lugar?
-A mí me gusta más utilizar el término postcrecimiento más que decrecimiento, porque es más preciso. Implica que hay cosas que sí pueden crecer y otras que no. En educación o sanidad no hay que decrecer, por razones obvias, pero en otras cosas hay que decrecer. Si hablamos de obras, hay espacios que podemos rehabilitar, y se puede hacer, adaptar las construcciones existentes. En las Islas no podemos seguir expandiendo la construcción y tenemos macroobras que no son necesarias, que no aportan nada a la ciudadanía, al bienestar. Son justificables desde el punto de vista del crecimiento económico, pero no tienen sentido si ponemos el bienestar en el centro. Seguimos aplicando teorías de los años 50, ya pasadas. Podemos emplear políticas a largo plazo apoyadas en el conocimiento o la sanidad, o políticas a corto plazo como es la construcción, que es por la que nuestro país ha apostado. Es por lo que hemos optado.
-Para finalizar, ¿qué dos o tres cosas hay que comenzar a hacer en breve, o a dejar de hacer, para empezar a transitar un camino más adecuado?
-Hay que integrar lo que se puede hacer desde el nivel individual, como ciudadanía, y lo que se debe proponer a nuestras instituciones. Como ciudadanos, tenemos que darnos cuenta de que nuestros estilos de vida no dependen de nuestros consumos. Hay que tener cuidado también, porque hay ciertos movimientos ambientalistas o sociales que nos culpabilizan mucho por no tomar una serie de medidas. Tenemos que hacer muchas cosas, pero acompañadas de un nivel institucional porque nuestra capacidad de respuesta es limitada. Tiene que ir acompañada de medidas institucionales. Individualmente, nos podemos dar cuenta de que el consumo no nos da felicidad, como pasó durante el confinamiento donde disminuimos nuestros niveles de consumo y nos dimos cuenta de que prescindiendo de ciertos elementos, la vida mejora. Y desde el punto de vista institucional, tomarnos las cosas en serio, tener en cuenta que la movilidad o el bienestar son de los primeros elementos para poner en la balanza a la hora de tomar decisiones, no el crecimiento económico. Hace falta poner coraje, valor y afrontarlo, porque no inventamos nada que no se haya dicho ya.
Comentarios
1 Dios Vie, 20/10/2023 - 12:11
2 Anónimo Vie, 20/10/2023 - 16:29
3 Aclaración Sáb, 21/10/2023 - 12:42
4 uno de aqui Mié, 25/10/2023 - 08:48
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