El afinador que aprendió a desafinar pianos
Juan Gómez Moreno (Palencia, 1966) es afinador de pianos, primero por necesidad y después por vocación. También es pianista, y por eso vino a Lanzarote. Después de terminar la carrera, llegó a la Isla en 1987 para trabajar durante tres meses, aunque la estancia se ha alargado 27 años. Durante todo este tiempo ha sido pianista de hotel, primero en el Riu y ahora, desde hace años, en el Hesperia y el Princesa Yaiza, especializándose en jazz.
Se hizo afinador por necesidad porque cuando tenía que afinar el piano, se veía obligado a llamar a un afinador de Tenerife, que no podía venir siempre, así que no le quedó más remedio que aprender el oficio. “Yo no podía estar sufriendo, porque si un piano no está afinado se sufre”, explica Juan mientras comienza a desmontar el “alma” de un Yamaha C7, el “mejor piano de la Isla”, el que preside la Camel House, un antiguo establo de camellos en Mácher reconvertido en una exclusiva sala de conciertos por obra y gracia de Sir Ernest Hall, doctor en leyes, concertista y escritor, que ejerce de anfitrión para que un centenar de personas puedan ver en directo varias veces al año a algunos de los mejores concertistas del mundo.
Juan comenzó a aprender sólo una profesión que no está reglada en España, pero sí en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o Francia. Dio los primeros pasos con 'Piano servicing tunning and rebuilding', un librito de Althar A. Reblitz, que es la “Biblia de la afinación”. Después conoció a un inglés afinador que veraneaba en Lanzarote y que le regaló su kit de afinación, con unas peculiares herramientas, y maś tarde conoció a Daniel Alonso, un afinador con titulación inglesa al que invitaba a pasar temporadas en la Isla a cambio de clases particulares. Alonso le enseñó algunos secretos de una profesión antigua que era muy hermética “y ya no lo es”. Ahora el conocimiento y los avances, porque es una profesión en evolución constante, se comparten. Juan pertenece a Asetap, la asociación de afinadores de España a la que pertenecen unas cuarenta personas, que a su vez pertenece a Europiano. Se juntan una o dos veces al año para aprender unos de otros.
Este apasionado de la afinación explica primero el funcionamiento del piano, que muy resumidamente es algo así: se golpea la tecla, que hace que se mueva el martillo tras pasar por una serie de poleas. El martillo golpea las cuerdas (tres por tecla), que liberan el sonido, que pasa al puente y lo trasmite a la tapa armónica. Eso es lo que hay que afinar. Dice Juan que una fábrica capacitada para fabricar pianos puede fabricar cualquier cosa, y de hecho, las que había en España, durante la Guerra Civil pasaron a fabricar motores de aviones. Después, Juan explica cómo se afina. Dice que hay que dejar claro que es más complicado ser pianista que afinador y que para afinar no hace falta oído musical, el que te permite memorizar una pieza y tocarla, pero sí hace falta oído para reconocer frecuencias, y tener algún conocimiento de piano para ponerse en la piel del pianista. Se declara completamente en contra de la afinación electrónica porque dice que la inarmonicidad de cada piano es única y por eso tendría que haber tantos aparatos afinadores como pianos.
La afinación consiste en jugar con una interrelación de frecuencias y ondulaciones. No se trata tanto de que todas las notas estén afinadas sino de llevar a cabo una compensación acústica “y que haya una relación amigable y no compitan entre ellas”. Así pues, se comienza con una nota central, el La, se sigue por las notas intermedias, y se repite la misma operación subiendo una octava, hasta que se cierra el círculo. Se va corrigiendo moviendo las clavijas de las cuerdas, tapando las dos de los lados, subiendo y bajando los tonos. Lo explica de una forma peculiar: “En realidad, para afinar un piano lo que hay que hacer es desafinarlo”. O dicho de otra forma: que todas las notas estén afinadas te garantiza que el piano no lo está.
El viento del Sur, el enemigo
Un piano se debe afinar al menos una vez al año. Las tarifas de afinación son más baratas que las de un fontanero, así que sólo de la afinación, en Lanzarote, no se puede vivir. Juan calcula que en la Isla hay entre 300 y 500 pianos. Él se encarga de afinar el “abuelo”, un Petrov que estaba antes en Jameos, el de la Cueva de los Verdes y el del Convento de Santo Domingo, que ahora se lo disputan los pianistas pero que cuando se puso manos a la obra tenía chinches, cucarachas y un nido con ratones. Todos los buenos pianistas quieren el piano recién afinado y a su gusto. En Canarias tienen un enemigo implacable: el viento del Sur. Por la humedad, se cargan los martillos y suenan peor, suenan mate. Como si fuera un médico les dice a sus clientes que esperen a que pase el viento para notar la mejoría. Un piano está hecho para que dure un siglo y Juan dice que es un ser vivo porque está construido con elementos vivos.
Comentarios
1 Patriota Dom, 14/09/2014 - 14:40
2 Conejero Lun, 15/09/2014 - 18:09
3 Patria canaria Mar, 16/09/2014 - 17:08
4 Juan Gómez ... Mié, 22/04/2015 - 23:49
5 pedro Jue, 25/06/2015 - 02:24
6 Antonio Mar, 11/08/2015 - 01:48
7 Ricardo Dom, 27/12/2015 - 19:01
8 Charnego Sáb, 28/07/2018 - 17:02
9 +34 650 687 764 Vie, 14/05/2021 - 10:10
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