Teguise se suma al centenario del escritor lanzaroteño con una exposición sobre su vida en el Palacio Spínola, que se mantendrá abierta hasta el mes de octubre
Leandro Perdomo regresa a La Villa
Teguise se suma al centenario del escritor lanzaroteño con una exposición sobre su vida en el Palacio Spínola, que se mantendrá abierta hasta el mes de octubre
Teguise dedicó a Leandro Perdomo una calle, una escultura y un certamen de creación literaria y, desde el 4 de julio, mantiene abierta una exposición sobre su vida y su obra en una de las estancias del Palacio Spínola. Este año es el centenario de este escritor lanzaroteño, que nació en el Puerto, pero vivió durante la última etapa de su vida en La Villa, donde está la casa familiar y a la que quedó unido para siempre.
La exposición, comisariada por Félix Delgado, estará abierta, al menos, hasta finales de octubre, de lunes a domingo en horario de mañana. La muestra se nutre de fondos de la familia, de otros cedidos por la Fundación César Manrique, que organizó una exposición dedicada al escritor en el año 2013, y con fondos del Archivo de Teguise, entre los que se encuentra el audiovisual Leandro Perdomo, vida y obra, de Francisco Hernández, cronista oficial de Teguise.
El recorrido dura unos treinta minutos y se harán visitas guiadas para colegios e institutos de toda la Isla al principio del próximo curso escolar. En Teguise esperan que, después, la exposición pueda viajar hasta Las Palmas de Gran Canaria.
Perdomo es un escritor que hizo de su vida, de su entorno y de sus circunstancias la materia prima de su literatura. Y de esa misma materia está hecha la muestra, que se divide en cuatro etapas, bien diferenciadas, de su vida, y que está presidida por dos cuadros de su hijo Manolo, uno de ellos pintado para la ocasión, y otro, un retrato de su padre, que se encuentra habitualmente en la biblioteca de Teguise.
La primera etapa, la de formación en su juventud en Arrecife, se alarga desde 1921 hasta 1947, cuando se marcha a Las Palmas de Gran Canaria. Se expone su examen de ingreso, en 1935, en el Instituto de las Cuatro Esquinas.
También se exhibe la reseña escrita por Perdomo sobre una exposición de pintura de un joven César Manrique en 1944, así como su relato sobre la calle de La Porra y un número especial de Pronósticos sobre Blas Cabrera. “Es una osadía porque sale en 1946, y Blas Cabrera había sido represaliado”, señala Delgado. El científico lanzaroteño se había exiliado en México y fallece en 1945. Leandro Perdomo ya había fundado Pronósticos, una publicación tan heroica como precaria, y en esa ocasión publica una “edición-homenaje al sabio Blas Cabrera”.
La segunda etapa es la década que vive en la capital grancanaria. Deja como redactor del periódico a Guillermo Topham e incorpora a alguno de los hermanos Millares a sus páginas. Escribe de su puño y letra un papel que se puede ver en esta exposición: “Yo me fui tranquilo, pues Guillermo Topham se quedó en Lanzarote como redactor jefe”. Su hermana Chona se queda como administrativa y Pronósticos resiste al menos un año más.
En Gran Canaria se casa con Josefina Ramírez y la familia va creciendo. La pareja tiene seis hijos. “Es una etapa donde cambia todo, al formar una familia se ve obligado a buscar otra forma de vivir”, señala Delgado. La vocación de Leandro no encajaba con una vida convencional. Siempre prefirió la bohemia a una probable vida de oficina, pero tuvo que llevar a cabo varios trabajos, además de seguir colaborando en prensa, en Falange.
De uno de ellos, en el puerto, nace su segundo libro, El Puerto de la Luz (1955), cuya primera edición, de Ediciones Líber, se puede ver en la exposición, y que publicó tras Diez cuentos (1953).
Perdomo es un escritor que hizo de su vida la materia prima de su literatura
La siguiente etapa se desarrolla en Bélgica, a donde emigra gracias a un convenio entre ambos países. El trabajo que le esperaba no puede ser más duro: en una mina. Allí permanece hasta 1968, se relaciona con gran parte de la comunidad emigrante, con personajes como Pedro Santonja o Santiago Longás y funda la revista Volcán, dirigida a los emigrantes.
También se reencuentra allí con el pintor Julio Viera, quien ilustra otro de sus libros, como hizo antes Manolo Millares y como harán otros pintores como César Manrique. En 1968 vuelve y se instala en Teguise hasta su fallecimiento en 1993.
Es el retorno al interior, al de la Isla y al suyo propio. De esa época se muestra su escritorio, su maquina de escribir Olivetti Lettera 32 y algunos de sus artículos en el semanario Lancelot, donde comenzó a colaborar con artículos en los que destaca Arrecife como protagonista, o la transformación de la Isla y el aumento del tráfico. También escribe sus tres últimos libros.
La exposición, en imágenes
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