El cuaderno del año del Nobel: el diario perdido de Saramago
Es el sexto cuaderno que escribió José Saramago y ha permanecido veinte años en un ordenador
“Traspasando la ausencia nos ha regalado un nuevo libro”. Así se refirió el director de la Fundación César Manrique, Fernando Gómez Aguilera, a José Saramago y su libro póstumo 'El cuaderno del año del Nobel' (Alfaguara), que se presentó por primera vez en Taro de Tahíche, junto a un libro hermano, 'Un país levantado en alegría', del periodista Ricardo Viel, que narra cómo vivieron Saramago y su entorno durante 1998, el año en que ganó el Premio Nobel de Literatura.
En la mesa del coloquio de presentación, además de Gómez Aguilera y Viel, participaron Pilar del Río, traductora y presidenta de la Fundación José Saramago y Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara. Este “libro durmiente alojado en el vientre de la ballena”, que en este caso era el ordenador Acer del despacho del Nobel, es el protagonista de los actos de conmemoración del veinte aniversario del Nobel, que se van repitiendo por España y Portugal desde el 8 de octubre.
De la existencia del libro, el sexto Cuaderno de Lanzarote, dejó noticia el autor en 2001 pero “el propio Saramago lo olvidó”, señaló Gómez Aguilera antes de preguntar a Pilar Reyes cómo recibió la noticia del hallazgo. La recibió como un regalo. “He encontrado algo que se nos escapó a todos, no entiendo por qué no se publicó”, le dijo Pilar del Río. “José está jugando contigo”, contestó Reyes.
El libro contiene las entradas del diario correspondientes a 1998, dos más de 1999 y cuatro conferencias del Nobel. Según Reyes, este diario “no es tan cotidiano como los cinco anteriores” y hay un libro hasta el 8 de octubre, cuando recibe la noticia del Nobel y otro después porque “le era casi imposible escribir”. De hecho, el día que recibe la noticia, la entrada del diario es la siguiente: “Aeropuerto de Frankfurt. Premio Nobel. La azafata. Teresa Cruz. Entrevistas”.
Lector de La balsa de piedra
El periodista brasileño Ricardo Viel nunca conoció a Saramago ni habló con él ni estrechó su mano. Tan sólo lo vio una vez de lejos en el Foro de Porto Alegre. “Aún así es una persona presente en mi vida, tengo muy presente su obra”, dijo.
Cuando era estudiante compró La balsa de piedra, pero cuando le quedaban dos capítulos olvidó el libro en una guagua. Como no tenía más dinero, fue a la librería donde lo había comprado y leyó el final allí, de pie. “Esa media hora no hubo nada más importante en mi vida”. Cuando terminó el libro “ya era otra persona”.
Pilar del Río contó cómo fue el hallazgo. Había mirado, “fisgoneado mil veces”, en ese ordenador pero no había abierto el archivo Cuadernos. Necesitaba encontrar un dato para el libro que prepara Fernando Gómez Aguilera sobre los escritos públicos del autor portugués. Eran las dos de la madrugada y no tenía los libros a mano. Estaban en la biblioteca que está en la casa de al lado. Así que abrió el ordenador, entró en el archivo Cuadernos y vio seis. Pensó que eran unas notas pero rápidamente se dio cuenta de que no era así. “Esto empieza a ser demasiado fuerte”, se dijo.
“¿Es posible -se preguntó en alto-, que por el día a día se pierda un libro en un ordenador?”. Se respondió: “Posible no es, pero pasó”. Y añadió: “Dicen que es un invento mío. Corran la voz porque adoro que me atribuyan libros”.
Pilar Reyes dijo que en este libro hay “más reflexión literaria y política” y que “la presencia de los lectores empieza a ser muy vívida”. Recordó que “lo que provocó el Nobel no fue normal”. “La sensación es que lo había ganado una lengua, un país y casi un continente, fue un logro colectivo”, dijo: “Hizo que la gente pareciera que había crecido tres centímetros”.
Tanto es así que, como contó Pilar del Río, en la asamblea del Benfica, el equipo de fútbol, uno de los socios tomó la palabra y dijo: “¡Hemos ganado el campeonato mundial de literatura!”.
Gracias al Nobel, Saramago “plantó más árboles que su abuelo, que era agricultor”, inauguró colegios, bilbliotecas y hasta puentes. “Vimos que un país era capaz de levantarse de alegría”, dijo Del Río, para quien el Nobel de este año vuelve a ser de Saramago, veinte años después, porque va a quedar desierto.
Gómez Aguilera coincidió en que el libro es “rico en observaciones de carácter social y político” y apuntó que aborda asuntos como la sociedad de consumo, la iglesia, el indigenismo, el neoliberalismo o el europeísmo… Pilar del Río afirmó que Saramago no era un visionario sino sólo un pensador y el director de la FCM añadió que ya es un clásico contemporáneo.
Para escribir su libro, Viel recopiló noticias y vio decenas de horas de programas de televisión dedicados a la noticia del Nobel. También entrevistó a uno de los personajes del libro, Amadeu Batel, un profesor portugués que vivía en Estocolmo y a quien comunicaron el Nobel seis días antes de que se hiciera público.
Batel llamó a la casa de Saramago, en Tías, el 7 de octubre, preguntando por el teléfono del escritor que estaba en Francfort. Pilar del Río logró sonsacarle la noticia con la promesa de no revelarlo. Lo que sí hizo fue llamar a su marido para proponerle que al día siguiente no fuera al aeropuerto, como tenía previsto, y se quedara en el hotel hasta que se supiera a quién le daban el Nobel, por si acaso. Saramago le contestó: “Claro, y pierdo el Nobel y el avión”.
Foto: Gerson Díaz. Cedida por la FCM.
Señalización de A Casa
El acto terminó con la recomendación por parte de Gómez Aguilera de algunas de las entradas del libro y la lectura de varios pasajes, muchos de ellos dedicados a Lanzarote. A continuación, hizo pública una reivindicación. Señaló que en estos momentos en que se calculan los impactos de algunas noticias sobre Lanzarote por su potencialidad como promoción turística, sería incalculable el valor de las palabras de Saramago sobre la Isla.
“Si alguien tiene la tentación de hacerlo, que antes señalen cómo se puede llegar a la Casa Museo de Saramago”, A Casa, ya que no hay letreros que lo indiquen y las instituciones aluden a normativas u ordenanzas para no hacerlo.
Aguilera señaló que “se refugian en la catetada” para no ayudar a llegar a un lugar “que es un faro en el mundo”. “Hemos perdido el tiempo -dijo-, pongámonos ya manos a la obra sin demora aprovechando que vienen elecciones a ver sin incorporan un puñado de letreros”.
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