Trabajo de verano, solo de verano
Finalizada la época estival, pregunté, por separado, a dos jóvenes conocidos que inauguraron su vida laboral este verano en Lanzarote, cómo habían ido sus experiencias en el sector de la hostelería. La respuesta fue la misma y su reflexión casi idéntica.
Muy duro, opinaron sobre sus obligaciones en hoteles, uno de los chicos, dedicado a tareas de limpieza de platos, utensilios de cocina y área de cocina, trabajo que conocemos popularmente como freganchín, y el otro, valet de pisos, encargado de recoger la ropa de cama y toallas sucias de las habitaciones y trasladarlas a la lavandería del complejo alojativo, entre otras funciones.
Aparte de su ‘muy duro’, ambos abundaron en la vida de 15, 20 y más años que llevan sus compañeros y compañeras de trabajo realizando esas mismas tareas con jornadas de ocho horas diarias. No se ven capaces de aguantar tanto, los respetan y los y las ven como héroes y heroínas.
Esta experiencia, me cuentan, les ha servido para valorar mucho más el bienestar ofrecido por sus familias y para tener claro que sí o sí van a finalizar sus estudios universitarios. No están mal enfocados porque de la formación depende, y mucho, la calidad del trabajo y el salario. Uno emprende sus estudio superiores este curso y al otro le queda poco para terminar y graduarse.
Así que trabajo de verano, sí, por supuesto, pero solo de verano como lo hacen muchos jóvenes para sacar unas ‘perritas’ y ayudar a los suyos con el pago de vivienda y otros gastos de manutención que soportan las familias con estudiantes universitarios fuera de Lanzarote o Canarias.
El pasado mes de agosto dejó en España la pérdida de 185.000 empleos por la temporalidad de hombres y mujeres que van a la calle con la finalización del periodo expansivo de empleo que provocan los meses de verano de julio y agosto. En el primero se disparan las contrataciones y en el segundo históricamente hay destrucción de empleo. Los datos del adiós del verano reconfirman la dependencia económica del turismo y del sector servicios.
Volviendo a los jóvenes y el empleo, un indicador social clave es la proporción de personas en edad de trabajar que efectivamente cuentan con un trabajo y la tasa de empleo según su nivel educativo, que otorga ventajas o desventajas según cuál sea el nivel, universitario, grado superior de formación profesional (FP) u otro.
La Agenda 2030 creada por Naciones Unidas en 2015 tiene entre sus objetivos de desarrollo sostenible el de alcanzar niveles educativos altos entre la población mundial para conseguir mayores tasas de empleo. Que más jóvenes y adultos adquieran competencias técnicas y profesionales para poder acceder a una mejor calidad del trabajo o convertirse en emprendedores.
Las exigencias del mercado laboral con el paso del tiempo son mayores en cualificación y dominio de idiomas, sobre todo en sectores tan cambiantes como la tecnología, así que a menor formación no solo aumenta la tasa de paro, como lo estamos viviendo, sino que cada día será más complicado conseguir un trabajo digno.
En cualquier portal de ofertas de trabajo las empresas piden formación mínima o titulación universitaria. Si conseguir trabajo es difícil, buscar un trabajo de calidad sin formarse o sin interés en actualizar los estudios ya realizados, será casi imposible . Los expertos apuntan que cualidades como la destreza digital, la creatividad, innovación o la capacidad de análisis seguirán marcando las oportunidades de trabajo. Siempre que se pueda, el estudio es el primer gran paso y la mejor opción.
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