Virginia Carretero

Sombra en los centros educativos

Muy loable, pero no sé a quién se va a encomendar la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias para meter sombra -tal y como han anunciado- en los centros educativos de Lanzarote y La Graciosa, si lo harán con especialistas en arboricultura, o si será con ingenieros y arquitectos.

Tampoco sé qué sugerencias, directrices, condiciones, recomendaciones y observaciones, si es que ha puesto alguna, ha trasladado el Cabildo al Gobierno, como tampoco conocemos cómo respira la Consejería con esta medida ni su percepción sobre la calidad de las distintas sombras según de donde provengan. No olvidemos que es el Cabildo el que pone los recursos. Interpreto que esta última administración algo dirá para este proyecto una vez lo interiorice. También podría haberlo acometido directamente.

Me resulta curioso que el Cabildo aporte recursos para centros que son, unos, de titularidad municipal pero de gestión de la consejería y otros del propio gobierno, que es quien maneja ingentes recursos. Del mismo modo me pregunto si las comunidades educativas han sido tanteadas para conocer, en su caso, su opinión  y sus propuestas para  realizar aportaciones al proyecto.

Hay sombras y sombras, la de los árboles son las tradicionales y las deseables: la del frescor bajo las copas y la de la vida en ellas. Luego están las pérgolas, esas que siendo útiles para meter coches debajo, les sirven también para aparcar niños y ponerlos a cubierto.

Lanzarote no se  viene caracterizando por atender a la ciudadanía en la necesidad de que cuente con árboles de sombra en las calles, y tampoco la vecindad reclama algo que no conoce porque nadie le ha regalado tal experiencia ni se ha educado en ello.

Si los centros educativos sólo son dotados de pérgolas no estamos formando a nuestros niños en la naturaleza, y tendremos una población poco exigente cuando sea adulta.

Dos de los últimos centros construidos en Lanzarote son el de la Destila y el de Haría. El primero de ellos en Arrecife cuenta con algo de vegetación de sombra, hecho plausible ante tanto proyecto duro e inhumano. El de Haría es un IES nacido en un valle de palmeras sin un sólo hueco en el suelo para un árbol, tampoco en la cabeza del redactor del proyecto. Pasan los niños la mayor parte de su tiempo hasta la adolescencia en los centros educativos, y estos  no parecen concebidos para la vida sino como centros de reclusión.

He reparado que no está incluido en el listado un centro que es el único con sus características en toda la isla, el Pancho Lasso, pero, claro, hasta lo puedo entender porque no lo necesita, pues es un ejemplo, el único que apostó por la sombra y por el jardín antes de que ningún dirigente creyera que, más allá de instalar huertos escolares, un jardín arbolado era compatible con un centro educativo. Realmente es un oasis en la ciudad y más entre los propios centros de la capital, que no dudo que contribuye a la mejora del bienestar y, a su vez, del rendimiento de sus usuarios.

Resulta curioso que utilicen el término "sombra", y que la palabra "árbol" ni se atisbe en el anuncio del proyecto, tal que si ambos términos fueran incompatibles; como si las palabras “sombra”, “proyecto” y “árbol” se repudiaran. Seguro que considerarán que para otorgar sombra, tal y como se ha venido entendiendo por algunos, no será necesario llenar todo con cachivaches con pretensiones escultóricas, pues, en ese caso, no bastará con el millón y medio aportado. Si hablaran de árboles, cada centro sería un vergel con la misma cantidad de dinero. Con seguridad, si se hicieran adecuadamente, sobraría hasta para dotar de verde más centros en toda Canarias. Les deseo suerte en la decisión de cómo quieren acoger a nuestros niños.

Comentarios

Estoy completamente de acuerdo con el artículo. Es crucial que se aborde con seriedad y transparencia el proyecto de instalación de sombras en los colegios, pero también es esencial entender qué tipo de sombra estamos realmente hablando. No es lo mismo la sombra natural y refrescante que proporcionan los árboles, con su capacidad de dar vida y frescura, que las estructuras artificiales como las pérgolas, que, aunque útiles en ciertos contextos, no ofrecen el mismo valor ambiental ni el bienestar que un árbol. La sombra de un árbol va más allá de un simple refugio del sol: es un espacio de vida, de conexión con la naturaleza, de aprendizaje sobre el medio ambiente. En cambio, las pérgolas, aunque pueden tener su lugar en algunos espacios, no fomentan la misma relación con el entorno natural, y a menudo carecen de los beneficios adicionales que los árboles brindan, como la mejora de la calidad del aire o la creación de un ambiente más saludable. Agradezco profundamente que se esté pensando en la mejora de los espacios educativos para nuestros niños y niñas, y es fundamental que este tipo de proyectos se realicen con rigor y visión a largo plazo. La educación de nuestros pequeños debe ir de la mano de un entorno saludable y estimulante, y eso incluye, por supuesto, la importancia de la naturaleza en el día a día. Ojalá que este proyecto evolucione hacia soluciones más sostenibles y beneficiosas para todos.

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