“Me lo debo porque no soy culpable de nada”, señala tras 14 años de incomprensión
Una mujer relata una violación múltiple en Lanzarote que quedó impune: “He querido olvidar, evitarlo, pero siempre está ahí”
“Me lo debo porque no soy culpable de nada”, señala tras 14 años de incomprensión
Esta es la historia de una violación múltiple que quedó impune. Es el testimonio de una mujer que, durante catorce años, ha estado negando, ignorando, escondiendo o intentando olvidar y después superar lo que pasó. Es la historia también, de una vida marcada por esa violación y por la impotencia de una denuncia baldía. Y es la historia, además, de un momento y un lugar en que todo falló, en que “todo se dio mal”. “He querido olvidar, evitarlo, no volver a recordarlo, pero siempre está ahí”. Ahora, que ha pasado mucho tiempo, necesita contarlo. “Me lo debo a mí misma”, dice.
La denuncia se archivó, nunca llegó a juicio, pero de su cabeza no se ha borrado nunca. Con cada caso mediático, aparece el recuerdo y se pregunta por qué ahora se cree a las víctimas y a ella no la creyeron. Si había protocolos, no funcionaron. Después de la violación se enfrentó a la incomprensión, a la credibilidad y al cuestionamiento. “No se me hizo caso, no se me creyó”, insiste. Solo algunas amigas y parte de su familia la apoyaron. “Llegué a pensar que me lo había inventado”, dice. Quiere que se sepa lo que pasó, pero prefiere guardar el anonimato. Han pasado muchos años, pero aún se encuentra en la casilla de salida para comenzar a superarlo.
El llanto interrumpe en numerosas ocasiones su relato. Fue en la Nochebuena de 2008. Ya era de día cuando salió de la Terraza Biosfera con un chico que había conocido esa noche. Estaba de visita en la Isla. Ella también. Es de Lanzarote, pero vivía, y vive, fuera. En un coche pequeño, con otros dos chicos delante, fueron a una casa, donde se estaba quedando ese chico. A él no lo conocía, pero al dueño de la casa sí. Fue quien les abrió la puerta. “Fuimos a una habitación con ventanales grandes y una columna en medio”. Pasó lo que ambos querían que pasara y, después, ella se quedó dormida.
Lo siguiente que recuerda es una voz de fondo. “Mira qué tetas más feas tiene”, escucha. “Cuidado que la piba está abriendo los ojos”. Ve a otro chico a su lado, junto a su cabeza, en cuclillas. “Y hay un chico encima de mí”, recuerda. Detrás hay otro, con camiseta azul, y dos más detrás de ese. “Era consciente, pero a la vez no podía reaccionar”, explica. Después se despierta sola en la habitación. Piensa que ha sido una pesadilla. Pero no lo es.
“Me levanté, fui al salón y había unos diez hombres, y algunos eran los que estaban antes en la habitación, y pensé: hostia, que no ha sido una pesadilla”. Sigue el relato: “Me puse a gritar: ¿qué me habéis hecho? ¡Me habéis violado!, y ellos sentados mirándome, como diciendo qué le pasa a esta? Al dueño de la casa le dije: ¡cómo permites esto, me violan en tu casa y no haces nada!, y me contesta: igual es porque estás de buen ver”.
Llamó a un amigo para que fuera a buscarla. De ahí fue a Urgencias, al Hospital. “No me examinaron y lo único que hacían era preguntarme si yo había bebido, si me había tomado algo... solo lo que había hecho yo y no lo que habían hecho ellos”. Le dijeron que fuera a la Policía Nacional, y allí fue. En la comisaría puso una denuncia y le dijeron que fuera a Urgencias, que es de donde venía. “Me fui a casa, me quería duchar y olvidarme de todo, quería desaparecer”, cuenta.
“He pensado muchas veces lo que tenía que haber hecho o lo que no tenía que haber hecho. Unas veces pienso que por qué no llamé a la Policía desde la casa y otras pienso que no tenía que haber dicho nunca nada y ya está”, dice.
En Madrid
Cuando llegó a Madrid volvió a ir al Hospital. Le dijeron que, con el tiempo que había pasado, había poco que hacer. Fue a los Juzgados pero la remitieron a un centro de violencia de género. “En el centro me dijeron que no merecía la pena denunciar porque no había pruebas y no iba a servir de nada, que no me iban a creer y lo único que iba a conseguir era sufrir más”. “Y me dijeron -cuenta- que lo trabajase para que no se convirtiera en una pared con humedad, que la pintas muchas veces, pero sigue saliendo la humedad. Y es así, tal cual”. “Yo no quería trabajarlo, yo lo que quería era olvidarlo”, añade.
“Es muy duro pasar por esto, es una lucha constante conmigo misma”
Unos días después, su hermana habló con algunos de ellos. Les pidió explicaciones. “Estaban acojonados”. “Uno dijo que yo tenía algo personal contra él, pero yo no tenía nada personal contra nadie, yo solo quería que no me hubieran hecho nada”. Tuvo apoyo de algunas amigas, pero también la cuestionaron. Le decían que no se tenía que haber ido con ese chico, que cómo le iban a haber hecho una cosa así si eran gente buena, conocida... Incluso le recordaron que ya le había pasado una vez algo parecido, que alguien intentó abusar de ella cuando estaba dormida. “Ahí ya pensé que me tenía que haber callado, ¡qué necesidad tenía yo de pasar por todo esto!”.
Durante mucho tiempo no tuvo claro lo que había pasado o intentó hacerse creer que había sido una pesadilla. “Cada vez que me llamaba el abogado, me rompía por dentro, no podía parar de llorar”. Dice que vivió tres años “como una zombi”, en shock. Unos años de rabia y de bloqueo, de vivir por inercia. “Hacía cosas que no sabía por qué las hacía”.
Le costó volver a Lanzarote: pensaba que la iban a señalar, que la iban “a seguir juzgando”. Tenía miedo de encontrarse a alguno por la calle. “Vi a uno de lejos y se me revolvió todo”. Tenía miedo hasta de que la vieran sonreír: “Cuidado que no te vean de fiesta porque si no, no te van a creer. La única manera para que te crean es no hacer nada, pero la vida tiene que seguir, tienes que seguir viviendo”. El caso de la Manada, en Pamplona, la devolvió al pasado. “Todo lo que vivió esa chica lo viví yo, me sentía tan identificada”, dice.
Terapia
A lo largo de todos estos años ha ido a terapia “pero por otros motivos, aunque esto está relacionado con todo”. “En esto aún no he profundizado mucho porque profundizar duele”. Dice que el primer paso es aceptar que fue verdad, que pasó, que no fue ninguna broma y que fue una violación, que es una palabra que le ha costado mucho decir. “Hoy sí puedo decir con toda seguridad que me violaron y que no fue uno solo, ya nada me hace dudar”, asegura. “No hay nada peor que dudar de ti misma, estás rota”.
“Me llegué a sentir culpable por haberme despertado en aquel momento y también por haber denunciado, pensé que no tenía que haber hecho nada, ni siquiera contarlo”, añade. “Yo quiero seguir con mi vida. Me gustaría olvidarlo o pensar que no ocurrió, pero como sí que pasó, tengo que afrontarlo y aún estoy en el principio. Es muy duro pasar por esto, es una lucha constante conmigo misma, pero me lo debo porque no soy culpable de nada”, concluye.
Comentarios
1 P.ico Jue, 09/03/2023 - 07:33
2 Una abuela Jue, 09/03/2023 - 08:36
3 maria Jue, 09/03/2023 - 09:15
4 Nica Jue, 09/03/2023 - 21:51
5 Hermana yo te creo Vie, 10/03/2023 - 09:49
6 Belen Vie, 10/03/2023 - 11:20
7 Anónimo Vie, 10/03/2023 - 17:34
8 Jenifer Vie, 10/03/2023 - 17:34
9 Jenni Vie, 10/03/2023 - 17:39
10 Kassandhra Vie, 10/03/2023 - 19:25
11 Myriam Dom, 12/03/2023 - 12:33
12 Lydia Dom, 12/03/2023 - 20:37
13 Priscilla Lun, 13/03/2023 - 13:33
14 Eva Mié, 27/09/2023 - 17:03
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