PERFIL

Rafael: una vida entre la portería y la cafetería

Fue el portero de la UD Lanzarote durante diez años y abrió varias cafeterías muy conocidas en Arrecife

Saúl García 5 COMENTARIOS 09/10/2021 - 08:38

Rafael Arráez Curbelo (Órzola, 1957) nació tan a la orilla de la marea que cuando tenía dos años casi se ahoga sin apenas salir de casa. Le tuvo que rescatar su hermano. Poco después, la familia se trasladó al entonces recién nacido barrio de Titerroy. Su padre, como tantos otros de aquel barrio, era costero.

Cuando terminó el instituto se tuvo que poner a trabajar. Melo Dévora era el maitre del Hotel Fariones y allí entró gracias a su recomendación, como ayudante de camarero, ganando 4.000 pesetas al mes. “Había muy buen ambiente y se conocía a gente interesante”, recuerda. Por ejemplo: Amparo Muñoz, o Tono y Betancort, los jugadores de la UD Las Palmas.

Donde hoy está la Ciudad Deportiva había un llano, y los chavales jugaban al fútbol. Rafael quiso jugar en el Nuevo Club, que hoy sería el CD Arrecife. “Pero no me cogieron porque era malo”, dice. Años después, con la Ciudad Deportiva ya construida, junto a un amigo, en la puerta, esperando para jugar, se le acercó el entrenador de la UD Lanzarote, “que era lo máximo”. “Me llamó y me dijo: enséñame las manos”, cuenta Rafael, que es alto y tiene las manos grandes. “Mañana a entrenar”, dijo el entrenador.

Así empezó su carrera como portero en la UD Lanzarote. Tenía 16 años. El primer partido de la temporada era el Torneo de San Ginés. Ese año venía el Atlético Madrileño y Rafael era el cuarto portero. Por delante de él tenía a Esteban, a Mariano y a Nicolás El Taza. El entrenador era Olimpio Romero. Al primero lo apartaron del equipo, el segundo cayó enfermo y el tercero se rompió un pie. Y allí apareció Rafael, con un jersey negro de los gordos, bajo los palos, dispuesto a pararlo todo. O no tan debajo. “Yo jugaba más adelantado, al borde del área”, señala.

El caso es que paró un penalty y pasaron a la final. Y Rafael se quedó como portero durante una década, hasta que dejó el fútbol con 26 años, “en el mejor momento”. En esos diez años estuvo en la selección juvenil de Las Palmas, jugó en Tercera división y también contra equipos como Las Palmas, el Marítimo de Funchal o el Betis. En ese equipo, entre otros, estaban Emeterio, Sito, Cáceres, Felipe o Falero. Dice Rafael que había equipo para subir a Segunda pero no había implicación y se cansó (y también se casó) porque “siempre era lo mismo”.

Allí apareció Rafael, con un jersey negro, bajo los palos, para pararlo todo

Cuenta que una temporada fue el portero menos goleado de Canarias y uno de los menos goleados de España, de todas las categorías. Y quiere recordar a Román Cabrera, que siempre le dio mucha confianza. También dice que, pasados los años, nadie, “quien sea”, les dio las gracias a los integrantes de ese equipo por representar a la Isla durante años.

Después de retirarse, aún jugó un partido más. Fue en la Copa del Rey. A la salida de un saque de esquina, con 0-0, fue a por la pelota y chocó contra el poste. Resultado: luxación de codo y 5-0. Tuvo que dormir con la mano amarrada al ropero, del dolor, y no fue la única lesión, porque años después se tuvo que operar de las dos rodillas.

Las cafeterías

En el fútbol no se cobraba, y Rafael nunca dejó la hostelería. Lo del Hotel Fariones no duró mucho porque era incompatible con el equipo. Estuvo un tiempo en Los Cocoteros y también en el Bar Montaña Clara, en la calle Hermanos Zerolo, que se llenaba los domingos por la mañana después del partido. Terminaba y cambiaba la portería por la barra.

Cuando Vicente Guerra abrió un supermercado en la Plazuela le llamó para que trabaja en la cafetería, como empleado, y cuando volvió de la mili, de Jerez, se hizo cargo de ella. Allí ya empezó con los bocadillos y la “comida ligera” que entonces no era lo habitual. Había tapas y raciones e incluso bocadillos de chorizo o queso, pero sin acompañamiento vegetal, que empezó a incluir. También empezó a hacer sus propios bocadillos, como el sabrosito, que aún hace, o el pepito especial, que después se ha popularizado como el racing.

Y después de aquello ha tenido muchos bares, incluso cuatro al mismo tiempo. Tuvo la cafetería Rafael en la Plazuela y, con el mismo nombre, en la calle Otilia Díaz. Abrió El Cine, en el cine, el karaoke La Boya en Puerto Naos y La Miñoca, en el Charco. “Eran dos almacenes”, dice sobre estos. La decoración, siempre de madera, la hacía con su amigo Mateo, siempre con motivos locales y marineros y con nombres relacionados con el lugar.

También montó durante quince días el primer ventorrillo karaoke, en San Ginés, en un solar junto a Bazar Sam, y La Recova, en 1995, donde aún sigue, tanto con los bocadillos, “que viene gente que dice que saben igual que los del supermercado” como con cocina más tradicional. Cuando empezó en esa calle, Ginés de Castro, no había más bares, “esto era el centro pero de paso”, y ahora es la calle con más bares por metro cuadrado de Arrecife. “Lo prefiero ahora”, asegura

 

Comentarios

Cuando me paso por Arrecife, libros en el El Puente y algo de comer en La Recova: ¡Qué más se puede pedir!
Si vas por La Recova échate " el canario": bocadillo de chorizo de Chacón con queso de cabra. Rico rico. Reportaje genial.
Y un gran portero de fútbol!
Buena gente
Gracias por hacerme pasar unos de los momentos mas felices de mi vida,te tenia verdadera devocion fuerte porterazo muchacho.un fuerte abrazo

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