Los 245 años de vida del perjudicado Puente de Las Bolas
El estado de los elementos de piedra más expuestos “es precario”
Es el emblema de Arrecife. Agua y roca. Un puente de basalto que enlaza la bahía con tierra firme. Transitado por cinco generaciones, a este monumento del siglo XVIII se le caen los sillares a la marea y su madera levadiza se desmiga por la carcoma. Su restauración fue catalogada como “urgente” hace dieciocho años.
Pisamos y construimos historia cada vez que ponemos un pie sobre el Puente de Las Bolas. No hay otro igual en Canarias. Está hecho de piedra natural apilada, una titánica obra de ingeniería que fue dirigida por el ingeniero comandante José Ruiz Cermeño en torno al año 1772.
El pequeñísimo municipio de Arrecife tenía entonces noventa vecinos repartidos en tres barrios, Puerto de Caballos o Puerto de Arrecife, Corral del Guirre y Argana, y se convirtió en un laboratorio donde el Ejército pudo poner a prueba sus conocimientos geográficos y constructivos, siguiendo las órdenes del entonces rey Carlos III.
Para la población insular, que le tocó vivir aquel último cuarto de siglo XVIII, hambrienta y angustiada, sin cosechas, harta de mirar al cielo y no ver asomo de lluvia, la edificación del Puente de Las Bolas supuso una oportunidad de ganar un jornal y echarse algo a la boca. Lo mismo sucedió con la construcción del Castillo de San José pocos años después, que se conocía como la Fortaleza del Hambre por las mismas penosas razones.
El puente lleva dos siglos y medio uniendo la costa de Arrecife con el Castillo de San Gabriel, dominando el paisaje hasta que hace no mucho algunos edificios lo empequeñecieran con su altura. Los rellenos de cal y canto que eligieron los ingenieros han demostrado tener “consistencia suficiente para aguantar los embates del mar y el viento” durante todo este tiempo.
También debieron medir muy bien las mareas para elegir cuidadosamente su emplazamiento. Es lo que dice el ‘Proyecto Básico y de Ejecución para la restauración del Puente de Las Bolas’ que ha elaborado el arquitecto Juan de Dios de La Hoz, premio Rafael Manzano, por haber contribuido con su trabajo a conservar las tradiciones constructivas y arquitectónicas, adaptándolas a las necesidades contemporáneas.
Lleva su firma la restauración de seis iglesias de Lorca, destruidas durante el terremoto de 2011, y varias intervenciones en la catedral de Alcalá de Henares, el monasterio de Yuste y el castillo de Belmonte. En Lanzarote, se ha encargado del proyecto de restauración del Castillo de Guanapay y del Molino de Viento de Teguise.
Intervenciones
El proyecto también valora que el estado de los elementos de piedra más expuestos del puente “es precario” y que es necesario “consolidar su estructura y acabados”.
Los parches provisionales han constituido más un problema que una solución: las cajas que alojan las luminarias (rotas y desaparecidas) son de un tamaño “desproporcionado”, demasiado grandes y “agresivas”. A lo largo de su historia, el puente ha sufrido varias “intervenciones poco afortunadas”, valora el estudio de Juan de Dios, como el uso de cemento Portland, que añadió más sales de las que ya soportan los materiales tradicionales de construcción o la colocación de tubos para la instalación eléctrica de tal forma que “provocaron daños a los pretiles”.
Ya en 2003, un informe de la Oficina de Patrimonio Histórico del Cabildo de Lanzarote alertó de una plaga de carcoma en el puente de madera, hoy fijo porque el ingenio que lo hacía levadizo yace atornillado en el suelo. También se alertaba de la pérdida de resistencia que habían sufrido las sujeciones metálicas que sostienen las vigas de madera por efecto de la oxidación. El asunto se debatió en varios plenos del Ayuntamiento de Arrecife sin que se llegase a ningún acuerdo.
Más de una década después, en noviembre de 2014, se apuntaló el puente levadizo y se instaló un cartel advirtiendo del peso máximo capaz de soportar: trescientos kilos. A día de hoy, la baranda de madera del puente sigue agrietada y no existe cartel de advertencia.
Puente de madera con problemas de carcoma desde 2003.
No hay otro puente igual en Canarias. Está hecho de piedra natural apilada
En algún momento el Puente de las Bolas perdió las gárgolas que evacuaban el agua de lluvia y el estudio Lavila Arquitectos propone su recuperación. El proyecto, que contará con un arqueólogo que se encargará de realizar un estudio previo y de prestar asesoramiento técnico, propone recuperar “los principales aspectos históricos y estéticos del Puente de las Bolas de forma que se garantice su pervivencia y se comprenda (incluso se lea) como el libro de historia de Arrecife que es”.
Además de conservar los bienes de interés cultural que se le encomiendan, los proyectos de este estudio especializado también garantizan la preservación de los materiales y las técnicas con las que se construyeron. Así será también con la obra del Puente de las Bolas: se repararán las fisuras en los muros, se restaurarán los sillares y la mampostería, se renovará el petril del puente recuperando las piezas que han caído al mar, también se restaurará el tablero de madera del puente levadizo y se recuperará el ingenio que permite su izado, “un espectáculo de primer nivel”.
El proyecto plantea un calendario de trabajo de ocho meses y un gasto estimado de 388.000 euros que se financiará con una subvención directa de la Dirección General de Infraestructura Turística destinada a la ‘Limpieza y embellecimiento de Arrecife’. De momento, no se ha licitado la ejecución de las obras de restauración, que deberán contar con la autorización de Costas.
En 2018, el Servicio de Patrimonio Histórico inició, en colaboración con la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, la promoción del ‘Proyecto Básico y de Ejecución para la Restauración del Puente de las Bolas’, habiendo detectado “desde hace años” un estado de conservación “precario” y la “falta de seguridad e iluminación para su tránsito”. La redacción del proyecto se encargó al estudio de Juan de Dios.
El Puente de Las Bolas es un Bien de Interés Cultural, incluido en el Conjunto Histórico Artístico del Castillo de San Gabriel. Es propiedad del Ayuntamiento de Arrecife, que solicitó cooperación al Cabildo para redactar el proyecto por “no tener disponibilidad de medios personales ni materiales suficientes” para hacerlo por sí mismo en el plazo debido para recibir la subvención regional.
El viejo Arrecife
No es novedad la preocupación vecinal por el estado del puente. “Con los cantos carcomidos y su armazón de piedra desnuda, maltrecha por los años y la erosión, si no se le echa una mano, pronto nos íbamos a quedar sin Puente de las Bolas”, decía Leandro Perdomo, deambulador nato y cronista excepcional de la vida de Arrecife. “El Puente de las Bolas es de lo poco que queda del viejo Arrecife”, dejó escrito. En 1958, el semanario Antena se preguntaba “¿por qué no se reparan las varillas de madera de las barandas del Puente de las Bolas, muchas de las cuales han desaparecido totalmente?”.
No hay periódicos suficientes para glosar todas las vicisitudes que ha presenciado este puente. Los dos pilares preisabelinos hacen las veces de vestíbulo que conecta dos mundos que aquí son uno: tierra y mar. Están rematados por dos esferas de piedra, que las gaviotas, con su mirada amarilla de vigía, suelen conquistar a menudo. En los primeros metros del deteriorado pavimento se ven las conchas marinas que usaron como agregado para el mortero.
El ingenio que permitía el izado del puente levadizo, atornillado al suelo.
El izado del puente levadizo será “un espectáculo de primer nivel”
Un asalto a principios del siglo XIX dejó aquí varios heridos y tres muertos por los disparos de cañón y la fusilería descargada durante un episodio de la Guerra Chica, aquella que enfrentó a los grupos de poder de la Villa de Teguise y Arrecife. También ha contemplado el puente ahogamientos, ferias, transacciones comerciales y encendidas tertulias en sus escalerillas. En fin, tantos humores como colores pintan las aguas que discurren por su par de ojos (tres, si contamos el del puente levadizo).
La muchachada se concentra aquí en verano para darse chapuzones desde su cima. Las piraguas y los barquillos le enhebran la mirada. Los vecinos de Arrecife pasean por sus ciento setenta y cinco metros de camino empedrado, algunos con cañas de pescar. Otros prefieren tomar el paralelo Puente Nuevo que se construyó en 1920. Los ornitólogos observan la filarmónica de zarapitos, chorlitejos, agujas, charranes o lavanderas que pueblan los islotes.
Hay quien lo cruza para orearse y soltar lastre de preocupaciones. O para ver los cruceros que atracan en el Muelle de los Mármoles (hace ciento treinta años, el buque francés que arribaba cada quince días debía esperar a la marea alta para salir). También cruza el puente la gente en busca de un sitio donde tener una conversación liberadora, una cerveza, un cigarro, un beso, un baño en la playa del Castillo, unas fotos del atardecer o una oportunidad para una vida mejor en el caso de llegar en patera, en una peligrosa travesía desde la vecina costa africana.
Guillermo Topham le decía “tú no tienes más amigos que el graznido de las aves y el murmullo de las olas”. Leopoldo Díaz Suárez veía sus tres ojos abiertos “interrogantes y fijos en un mismo pensamiento”. Todo el que ha escrito algo sobre Arrecife ha escrito algo sobre el viejo puente. Antes de ser el emblema turístico de la ciudad, fue el lazo que cose el mar con la ciudad. A día de hoy sigue siendo un pespunte de basalto en el corazón de la bahía, una muestra de los avances tecnológicos de hace tres siglos que permite a los vecinos de Arrecife -los nacidos en el Lomo, en Valterra, en Tarfaya- alongarse sobre el horizonte y reconocerse en las quebradas, bajíos y ensenadas que construyen el nombre de la ciudad.
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Comentarios
1 Anónimo Mié, 26/05/2021 - 02:12
2 Claudia Esmeralda Mar, 14/05/2024 - 18:14
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