“Cemento y hierro. Mucho cemento y mucho hierro. Quizás demasiado cemento y demasiado hierro... ¿Y si un día los rubios nórdicos por la causa que sea, o porque sí, dejan de venir? No quiero ni pensarlo. ¿Lo han pensado ellos, los hombres del negocio?”.

Este pensamiento de Perico el latonero, uno de los personajes de Relato parcial de una isla, lo plasmó el escritor Leandro Perdomo en su única novela, en la que el protagonista, Melitón Aldana, regresa a Lanzarote al comienzo de los años 70, después de dos décadas emigrado a Venezuela.

La reflexión está de plena actualidad en 2021, con Lanzarote azotada por la crisis turística como consecuencia de la pandemia de coronavirus, cuando se cumplen 100 años –el 11 de mayo- del nacimiento de Leandro Perdomo.

Ediciones Remotas conmemora la efeméride rescatando la novela, publicada por capítulos en prensa, y la colección de crónicas Nosotros, los emigrantes, en un mismo volumen, que está previsto que se presente el 20 de mayo den Teguise.

“Hay autores a los que las coordenadas históricas que les tocó vivir les influyen especialmente, como es el caso de Leandro Perdomo, quien en su trayectoria entrelazó estrechamente vida y escritura”, señala el historiador Mario Ferrer, responsable, junto a Rubén Acosta, de Ediciones Remotas.

Leandro, un cronista, un escritor de periódicos más que periodista, fundó y dirigió la cabecera Pronósticos, editada en Arrecife entre 1946 y 1948, y la revista Volcán, en su etapa de emigrante en Bruselas, entre 1963 y 1968.

[‘Palabra de carne y hueso: Leandro Perdomo’ por Fernando Gómez Aguilera]

La editorial Ediciones Remotas destaca que aunque Nosotros, los emigrantes y Relato parcial de una isla se publicaron de forma independiente, en 1970 y en 1990, respectivamente, ambas obras están “íntimamente relacionadas por el doble lazo de la escritura y la emigración”.

Dos “poderosos mundos”, subraya, que marcaron la vida de Perdomo y que “permiten hoy en día contribuir a la necesaria reflexión colectiva sobre el fenómeno de las migraciones, que ha marcado tanto la historia y el presente de Canarias”.

La “trama de la emigración”, a la que se refiere Leandro Perdomo en Nosotros, los emigrantes, atraviesa los 16 relatos del volumen. En uno de ellos, se cuenta la historia de Talavera, cuyo nombre había mutado por su lugar de origen, al que el narrador conoció “limpiando cristales” en la gran mole del pabellón español en la Feria Mundial de 1958, cuando Bruselas era un río de visitantes atraídos por el Atomium.

“Los capitalistas son así, siempre fueron así. Los de antes eran así, y los de ahora”

“La última vez que vi a Talavera fue a través de la ventanilla de un furgón policial. Los sanitarios habían sido llamados a la pensión donde habitaba y allí lo maniataron”. Había sucumbido a la amargura, harto de la mina y de las penurias de la emigración.

El regreso a casa tampoco es sencillo. No lo fue para Leandro Perdomo, que se encontró con una Lanzarote en plena metamorfosis turística. A los hombres de negocios, sentencia Perico el latonero, “no les importó nunca la Isla, ni el pueblo, ni los obreros. Si les hubiese importado, si les importara, ya hubieran pensado en alguna industria sólida, firme, mirando de verdad hacia el futuro (...), aunque fuera fabricando y vendiendo batatas fritas. Los capitalistas son así, siempre fueron así. Los de antes eran así, y los de ahora son así. Ellos van a lo suyo y al pueblo que lo parta un rayo”.