La mujer que tomó posesión, pero no poder
Una investigación confirma a Constanza de Herrera y Rojas como heredera original del mayorazgo de Fuerteventura y Lanzarote
En el año 1576, doña Constanza de Herrera y Rojas tomó posesión del mayorazgo recién fundado por el primer conde de Fuerteventura y Lanzarote. Tomó, literalmente, posesión(es): agarró en sus manos un puñado de tierra en cada una de las propiedades y abrió cada una de las puertas principales de las casas que conformaban, en las dos islas, su mayorazgo. Tomó, por tanto, sus posesiones en sus manos, bajo la mirada de un escriba que tomaba nota.
Lo hizo rompiendo por los aires con la tradición y jurisprudencia regular, pues era mujer. Lo cuenta Pedro Quintana Andrés, coautor, junto a Enrique Pérez Guerrero, de la obra Fuerteventura a fines del quinientos. Doña Constanza de Herrera y Rojas y el mayorazgo del conde de Lanzarote (1576-1595), un libro que trae a la luz por primera vez documentos que prueban que la heredera original del mayorazgo fue, en efecto, una mujer y que tomó posesión de su título.
La obra, que fue presentada el pasado 30 de noviembre en el salón de actos del Archivo General de Fuerteventura, revisita la documentación histórica para analizar la creación del llamado mayorazgo de Fuerteventura y Lanzarote en manos de Agustín Herrera y Rojas, que fue el primer conde y marqués de estas islas. Anterior a Herrera y Rojas, habían ostentado el título de señor de Lanzarote y Fuerteventura Sancho de Herrera El Viejo (1503-1534) y, a su muerte, su única hija Constanza Sarmiento La Moza (1534-1549), pero no fue hasta 1567 que la corona otorgó el título nobiliario de conde al señor de las dos islas: Agustín de Herrera y Rojas, hijo único de La Moza.
“El libro surge de una documentación que encontramos y que, en cierto modo, ya no puede ser consultada por estar muy deteriorada. Mi compañero, Pérez Herrero, es especialista en la lectura de este tipo de documentos tan deteriorados y con letra de los siglos XV o XVI”, cuenta Quintana. “Los resultados de la transcripción de estos documentos son muy interesantes y se unen al trabajo de otros investigadores (y del nuestro propio) en lo que respecta al señorío de la Dehesa de Fuerteventura. Había dudas de si el mayorazgo había sido creado o no por el conde, se confirma que sí, y por otro lado es interesante cómo queda patente que no solamente lo crea como una cuestión de supervivencia de sus bienes, sino algo que no se ha abordado tanto: el interés por su propia hija”.
Así, el autor señala que a la estrategia de Agustín de Herrera y Rojas para evitar que las tierras pasaran a terceros había que sumar, además, un especial valor en su hija: “Lo hace a partir de lo que se llama ‘mayorazgo irregular’, irregular porque se dirigía a una mujer, para poder cederle la propiedad a su hija. Utiliza una fórmula irregular para cederlo directamente a ella (y no a un sobrino o hermano, que sería la lógica de la época), algo que aunque se produce es muy difícil de ver en las casas aristocráticas españolas en la época”, indica.
El estudio señala el alcance real del mayorazgo en Fuerteventura y Lanzarote
La documentación transcrita refleja no solo la creación del mayorazgo, sino además detalla “cómo la hija va a Fuerteventura y Lanzarote para que juren que va a ser la futura sucesora de su padre: cómo la reciben, cómo es el juramento, todo queda reconocido. Aunque se pensaba que no, queda reflejado en los escritos”, indica el autor, que resalta que los textos ponen luz, además, en los bienes que verdaderamente formaban parte de ese mayorazgo: “En el fondo, no son aquellos bienes que se pensaban del conde: son más reducidos. Había grandes propiedades en las islas por las que se pedía permiso de uso, pero que en lo real el conde, después marqués, no tenía encargo jurídico para ser propietario”, indica el investigador que aclara que la cuestión técnica es mucho más compleja de facto.
Sin embargo, después de tomar puñado a puñado sus tierras, jurar y recibir juramento en cada una de sus propiedades, Constanza de Herrera y Rojas jamás pudo ostentar el poder de su título: “Por un cúmulo de desgracias y, una vez casada, por una serie de intrigas que mueve su marido, Argote de Molina, Costanza de Herrera y Rojas pierde el mayorazgo: su padre contrae nupcias por segunda vez y un hijo de ese matrimonio recibe, entonces, el título. Se elimina, por tanto, para ella”, explica Quintana.
No obstante, en los investigadores se mantiene la idea de que el padre mantuvo hasta sus últimos días la creencia de que era sucesora del mayorazgo: “Cuando ella muere, sus hijos pasan a ser tutelados y enviados a Sevilla. Se da algo muy interesante: en los últimos días de vida del marqués (ya marqués en este momento), él viaja a Las Palmas y pese a que oficialmente no tenía dinero, mete varios millones de maravedís en un baúl y encarga a un inquisidor que lo lleve a Sevilla, para poder compensar a sus nietos, de cierto modo, esa pérdida del mayorazgo. La última carta que envía (horas después muere) está dirigida a que sus nietos reciban el dinero: la preocupación final no era ya el mayorazgo, sino por los nietos, desamparados. Los nietos murieron también poco después en una epidemia de peste”.
El libro de Pedro Quintana recoge documentos inéditos de la historia de la Isla
Para Quintana quedan muchas piezas del puzzle por completar, pero la principal es la voz de las mujeres en la historia: “Quedan muchos interrogantes relacionados con ese proceso en que Constanza recibe el mayorazgo, pero sobre todo uno: ¿Qué sucede en ella? No tenemos su voz. Si ella ayudó a su marido a crecer y en esas intrigas, o si éste la manipuló (que es la teoría por la que me decanto hoy, después de conocer la respuesta del padre con sus nietos al final de su vida)”, señala el investigador. “Creo que en la investigación no se ha tenido en cuenta la cantidad de mujeres que abundan en la documentación, pero, ignoradas por estar más pendientes al aspecto económico, al poder, quedan sin voz”.
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