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Famara, entre el éxito turístico y la lucha por no perder su esencia

La zona se ha convertido en el termómetro de la recuperación, con un modelo vacacional en auge, mientras que el pueblo costero busca conservar su historia

Fotos: Adriel Perdomo.
María José Rubio 11 COMENTARIOS 09/08/2021 - 07:02

Famara es como una isla dentro de la Isla. La crisis por la pandemia de coronavirus apenas le ha afectado: conseguir un alquiler a un precio asequible en los meses de verano resulta casi una misión imposible, las terrazas se llenan cada día y las escuelas de surf no paran de recibir turistas que quieren aprender las nociones básicas para lanzarse al agua. No todo es positivo: los residentes habituales se quejan de que hay deficiencias básicas y se sienten, en algunos casos, vecinos de segunda dentro del municipio.

Entrar a la Caleta, como la conocen los lugareños, es adentrarse en un espacio natural protegido, contemplar el imponente Risco de Famara y también pasar por una carretera llena de baches: un tramo de más de un kilómetro en dirección al pueblo y otros 600 metros en la bifurcación a la urbanización Island Home, que está en dominio público, conocida como Los noruegos.

La antigua intención de la Demarcación de Costas de eliminar la calzada entre el pueblo y la urbanización ha caído en el olvido, pero tampoco se ha impulsado el arreglo de la actual carretera, que operarios del Ayuntamiento de Teguise tratan de limpiar de arena un miércoles de verano.

Para el visitante, la primera impresión de Famara es lo virgen que se mantiene. La Caleta, aquel pueblo de esencia pesquera, conserva el encanto de las calles de arena que se cuela de la playa y de las dunas. Si a muchos le sigue pareciendo que la Caleta sigue intacta, para los que nacieron y se criaron aquí, eso ha cambiado.


Rosa Delia Perdomo, propietaria de La Hamburguesería, mostrando sus cuadros.

Rosa Delia Perdomo es la dueña, junto a su marido, de La Hamburguesería. En muchos de sus cuadros, que ella misma pinta y que cuelgan de las paredes del establecimiento, muestra la añoranza de los tiempos de antes. “Mi adolescencia fue aquí, por estas calles, descalza”.

Recuerda que en el pueblo no había nada más que las casas de los pescadores cercanas al muelle y poco más. También cuenta que debajo de todo el jable de las dunas siguen enterradas las pilas en las que las mujeres de “antaño” lavaban la ropa y que los vecinos quieren que se desentierren y se restauren. “Todo lo que ves ahora, con apartamentos y casas, antes eran corrales de cabra”, señala.

“En el pueblo queda poca gente originaria de la Caleta”. Sin duda, la persona que más conoce de Famara es el hombre de mayor edad del pueblo, Feliciano Tavío, de 92 años. Junto a su esposa, Mercedes Curbelo, de 90 años, forma una estampa típica. Lo habitual es encontrarlos, o bien sentados fuera de su casa o asomados a la puerta, junto a su perro. Feliciano fue marinero. Mercedes sobrellevó las ausencias de “muchos meses fuera de casa, pescando por Cabo Verde”.


Feliciano Tavío Martín, Mercedes Curbelo Betancort y su mascota.

Otra cara conocida es Otilia, que lleva más de 45 años despachando en su tienda. En su pequeño supermercado hay “un poco de todo”, comenta. “De pequeña me vine de Soo, me enamoré de Famara y aquí me quedé”, destaca. Por su establecimiento pasan los vecinos, los veraneantes habituales, de los que conoce no solo nombres y apellidos, sino lazos familiares, los turistas ocasionales y aquellos otros que han elegido Famara para pasar temporadas.

No resulta extraño ir a por el pan y chorizo de Chacón para el desayuno y encontrarte también de compra al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y su esposa, Sonsoles Espinosa. Este verano tampoco han faltado a la cita. Cuando se ve movimiento en la garita para los escoltas ubicada en frente de su noruego es que el expresidente está en la Isla.

Sentadas en una terraza de la calle principal, la avenida El Marinero, tres jóvenes peninsulares desayunan y charlan. “Justo hoy nos vamos. Nos da mucha pena”, comentan Ana Ovilo, Natalia Espinos y Susana Lopéz.

Estas jóvenes universitarias madrileñas rememoran lo mal que lo pasaron encerradas durante los primeros meses de la pandemia. “Natalia estaba aquí en Lanzarote en invierno y nos dio mucha envidia. Por eso quisimos venir este año. Famara es un sitio muy tranquilo, tiene un estilo de vida diferente”, describen.


Ana, Natalia y Susana, visitantes de Madrid.

Acaymo Gorrín regenta la escuela y la tienda de surf La Santa Pro Center desde hace nueve años. Destaca que este año Famara “se ha mantenido con flujo de gente constantemente”, con turistas nacionales, extranjeros y niños que quieren iniciarse en la práctica deportiva. Famara tiene la gran suerte, dice, de ser sinónimo de “olas”.

Además, ahora ha venido un “tipo de turista nuevo: el que teletrabaja en invierno”. A raíz de la pandemia, el número de este tipo de visitantes “ha aumentado en invierno”, apunta. En la calle de arriba, un garaje decorado con sillones, mesas y ordenadores, una litera y tablas de surf, es una muestra del fenómeno de los nómadas digitales.

Esta mañana, en la tienda de Acaymo se escucha un acento diferente. Son un padre y su hijo, de Andalucía. Alfonso Benito tiene 13 años y lleva a su familia “a cuestas”, recorriendo diferentes rincones de España para probar las olas. “Quedó segundo en su categoría en la Copa Andalucía de Windsurf”, comenta con orgullo el padre. “En Benalmádena sufrimos la pandemia de manera diferente. En un lugar donde hay playa y costa, la pandemia transcurre de otra forma”, cuenta Alfonso. “Ahora vamos buscando olas y viento. Mañana esperamos ir a Fuerteventura”.


Acaymo Gorrín Pérez regenta la escuela y la tienda de surf La Santa Pro Center.

“Más movimiento”

Ya el verano pasado, el primero en tiempos de Covid, la Caleta se convirtió en el lugar preferido de muchos residentes en Lanzarote para pasar sus vacaciones. Funcionó el turismo interior y también el nacional, principalmente, pero la incertidumbre era total. Otilia dice que la gente solo compraba lo básico en el supermercado: “embutido, agua, pan y poco más”.

En la nueva temporada estival se aprecian más turistas extranjeros. Por supuesto, apunta Acaymo, “con la reapertura del Club La Santa se ve más movimiento” de personas que acuden a Famara a practicar deportes náuticos. El verano anterior, explica, funcionaron “gracias a los campamentos de verano”.

En la ruta por la Caleta, La Bartola se ha convertido en una parada ineludible. “Este local tiene 15 años”, señala Cristina Duque, de 35 años, una de las camareras. Tras la pandemia, dice, aguantaron “gracias a que la gente venía a comer”.

“Este año se nota que ha empezado antes el verano y trabajamos más con gente local y de otras islas”, subraya. Es uno de los puntos habituales de reunión de Los Petroleros, como se conoce a un grupo de habituales del pueblo, muchos de ellos veraneantes de costumbres que llegan por San Juan y se van en septiembre. Algunos jubilados estiran la estancia todo ese mes y hasta octubre, cuando mejor está el tiempo y el a veces duro viento de julio y agosto deja paso a una plácida calma.


Cristina Duque Armas, 35 años, en la puerta del local La Bartola.

Rosa Delia explica que en La Hamburguesería tuvieron que poner a tres trabajadores en un Expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) pero “ya están trabajando”. “Nos ha ido bien durante la pandemia, así que no me quejo”, reconoce. “Llevamos unos 16 años ofreciendo comida típica de la Isla, platos internacionales y también, ahora, comida vegana, para adaptarnos a los nuevos tiempos”, explica. “En verano trabajamos con la población local y en invierno más con extranjeros”, apunta.

Rosa Delia dice que, durante determinadas épocas del año, se han “salvado” gracias a los clientes de las escuelas de surf. El turista asiduo a la costa también es fácil de reconocer cuando se pasea por las calles de la Caleta. Alba Rodríguez, de 40 años, acude una vez al año a La Santa o a Famara. Su marido estuvo viviendo una larga temporada de su vida en el citado núcleo costero de Tinajo y por esa razón acuden periódicamente, entre otras razones para “huir del calor abrasador” de Andalucía. Esta sevillana de Dos Hermanas dice que vienen para reunirse con los amigos “y por las olas”. “Sin duda, el encanto del pueblo y las playas, hace que volvamos desde hace cinco años, incluido el año pasado. Venimos una semana y alquilamos un apartamento”, señala Alba. El precio de los alquileres vacacionales es otro cantar.

Pujante zona turística

A la oferta alojativa de Famara (los bungalós de Los Noruegos o los apartamentos y pisos en la Caleta) le ha venido bien el nuevo paradigma que se está apreciando en el sector turístico: intimidad y aislamiento familiar, sin contacto prácticamente con nadie, frente al hotel de centenares de habitaciones, donde es difícil no tropezar con otros huéspedes en el bufé o las zonas comunes.

El auge de la vivienda vacacional, en muchos casos no regulada, es elevado, como también están en ascenso los precios. Conseguir un apartamento durante 45 días a caballo entre julio y agosto por 1.350 euros puede ser considerado “un precio de colega”. A menor estancia, más caro: una veraneante habitual pagó 400 euros por un “cuchitril”. No es extraño abonar 900 euros por 15 días y también hay quien se queja de quien pone como condición alquilar dos meses enteros, por más de 2.000 euros, aunque no se vaya a disfrutar de todos los días.

También ha surgido otro tipo de oferta más pintoresca: en una conocida web de alojamientos vacacionales se ofrece la posibilidad de estar en una furgoneta camperizada en “primera línea de playa” por 866 euros por 11 días o alojarse. Y en Los Noruegos se llega a ofrecer una casa desde 7.514 euros también por 11 días. En la urbanización tiene casa el modelo Jon Kortajarena: de su noruego se alquila la casa principal, dos casas de invitados y un estudio.

En los mismos 11 días de verano, en Costa Teguise, la tradicional zona turística del municipio, se encontraban ofertas de hoteles con desayuno desde 792 euros o apartamentos por 470 euros. Incluso en Puerto del Carmen hay hoteles de cuatro estrellas por poco más de 1.000 euros. Probablemente, con menos demanda que Famara.

Comentarios

La perdera.. mucho perroflauty y droga por allí…
No sé exactamente qué se quiere decir con perroflauta. Quizá que fuman porros y que visten de modo informal. Si es así, nada grave. Porque pagan los alquileres, consumen cosas compradas en el pueblo y no suelen montar fiestorros intempestivos.
La masificacion: o sea el interés por seguir construyendo hoteles y apartamentos, nos trae presión en todos lados, carreteras, playas, hospitales, basura, ruidos etc. Y la gente busca lugares con menos presión, hasta que la revientan. Ejemplos, muchos: ibiza, Mallorca , la Graciosa... y lo triste es que el argumento de los que quieren que se siga así es que estamos en contra del turismo que es lo que nos da de comer, no, estamos en contra de que se base la economía en el ladrillo ya que no vamos a caber : rodeados de cemento, coches y gente. Vivimos en espacios reducidos, una isla
Cometario 2 , creo que usted se mueve poco por Famara . Desde el inicio de la pandemia las normas para la gente habitual no existieron ni existen . El consumo de alcohol y algo más es lo habitual y el ambiente ha cambiado a peor . Y también la seguridad no es la misma que hace unos cinco años. Y en la playa las actividades surf y windsurf ponen en peligro en demasiadas ocasiones a los que paseamos . Uno de los mejores entornos de la isla no puede convertirse en guetos para algunos .
Terminaremos por cargarnos nuestra propia calidad de vida por 4 euros. Atraer al turista a viviendas en nuestros pueblos no es nada bueno, y temrinará por arruinarnos la vida, como ha hecho siempre la masificación. El turista debe alojarse en zonas turísticas, y existen 3 en Lanzarote. Tema a parte es la construcción de nuevos hoteles, descontrol poblacional y migratorio... una veguenza que nos terminará "matando" de éxito.
Vecino, qué tal? Quién son la gente habitual?
Famara ha cambiado mucho .
No permitid que se carguen también Tamara.
El otro día fui a Famara (playa) y parecía Fariones. Lo de las escuelas de surf es un auténtico peligro para los bañistas, tendrán que controlar el aforo como eso siga de la manera que están actuando, quieren más y más, todo el mundo quiere más dinero, más casas, más apartamentos, más hoteles, más hormigón, más coches y esto conlleva a basura, destrucción, decadencia y hambre, mucha hambre. Debería de haber una moratoria pero bien hecha, no como aquella que fue cuando más se construyó. En fin, que es una pena que el pueblo sea tan ignorante y los 5 listillos se estén aprovechando exprimiendo todo lo que se le pone por delante
Famara ya no es lo que era hace años y cada
Famara ya no es lo que era hace años. El tiempo y los oportunistas no le han hecho ningún bien. No se respeta el patrimonio del pueblo y lo único que se hace es destruir un entorno único. Una pena para los que vivimos aquel tiempo de barquitos de dos proas y los veranos descalzos.

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