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El alumno más aventajado del Instituto

La araucaria del Agustín tiene unos 70 años y mide 20 metros. Preside el jardín interior casi desde que se abrió el centro educativo. Es el árbol más alto de Arrecife

El jardín interior del IES Agustín Espinosa. Fotos: Adriel Perdomo.
Saúl García 5 COMENTARIOS 06/02/2021 - 09:06

Desde el muelle comercial de Arrecife, si se da la espalda al Atlántico y se enfrenta la mirada con la ciudad, la distancia hace que la vida, la que hay detrás de las fachadas y sobre el asfalto, solo se intuya. Pero entre esos edificios irregulares, de aspecto y de altura, de dos, cuatro o seis plantas, el único elemento vivo que sobresale, que se presenta a la mirada, es un árbol. Es el más alto y probablemente el más viejo de la capital de Lanzarote.

Es la araucaria (araucaria heterophylla) del IES Agustín Espinosa, que preside un pequeño pero exclusivo jardín que completa algún aloe, dos ficus y dos flamboyanos, además de un banco y un arco que dan paso al huerto de Melibea.

Arriba, la azotea del edificio se colorea cuando los flamboyanos sueltan sus flores y fuera, en la fachada principal, hay palmeras y un pequeño huerto. Las que ya no están son las azucenas que plantaba Miguel Ángel Ferrer, que fue profesor de Historia y director, y cuya plantación, crecimiento y desarrollo marcaban los hitos del curso escolar. Si las azucenas no florecían, se corría el riesgo de que el curso no terminara nunca.

El árbol tiene unos veinte metros, aunque algunos de sus compañeros de especie pueden llegar a multiplicar por cuatro esa altura. Las araucarias deben su nombre a una región chilena, Arauco, y es una especie relicta. Es decir, el número de sus ejemplares está en retroceso y limitado a pequeños espacios geográficos, cuando en el pasado sí que estuvo extendida en grandes áreas.

En el Instituto, cada mes de abril se celebra desde hace años la Semana de la Ciencia, que conmemora la visita al centro del Premio Nobel Severo Ochoa, el 11 de abril de 1988, gracias a la intermediación de su sobrina nieta, Coty Fernández-Lavandera, exprofesora y exdirectora. Para una de sus ediciones se hicieron y se colgaron en el Instituto varios paneles sobre sus aspectos más ilustres: el edificio, la figura de Agustín Espinosa y, por supuesto, la araucaria.

“Se hicieron para concienciar a los alumnos de lo que tenemos”, dice Elena Montero, profesora de Biología. En el panel dedicado al árbol se recoge el texto que escribieron César Javier Palacios y Domingo Trujillo en su libro Árboles y arboledas singulares de Canarias.  La actual directora del Instituto, Carmen Rosa Robayna, recuerda que una niña leyó el texto junto al árbol y volvió a repetir la lectura años más tarde, antes de terminar sus estudios.

En el libro se decía esto: “Bajo el árbol, la atmósfera es la propia de un peculiar patio canario, siempre en amorosa penumbra, siempre impregnada en olores juveniles de colegio, en gritos adolescentes, en nervios e ilusiones. Tiene también este árbol cierto aire fúnebre triste. Al verlo, es difícil evitar el recuerdo de los cipreses, descubrir en él cierto aire de la lánguida inmortalidad de los camposantos”.

Los autores no desconocían que la araucaria hunde sus raíces en un antiguo cementerio. Pero, ¿estaba la araucaria antes que el Instituto? Pues no. Juan Cruz Sepúlveda, que fue alumno, recuerda que Pepe Montero, aparejador y también profesor en el centro, hizo una exposición sobre los planos del edificio, y el árbol no aparecía. También hay fotos de los primeros cursos en el patio y el árbol no está. Algunos antiguos profesores, que también fueron alumnos desde principios de los años sesenta, recuerdan que el árbol ya estaba antes que ellos. Cruz dice que en clase de dibujo les mandaban dibujar la araucaria.

El edificio se construyó sobre unas parcelas propiedad de la Iglesia donde se intentó levantar la ermita de la virgen del Carmen, junto al cementerio de la ciudad, que estuvo operativo hasta 1871, según explica Juan Cruz. El promotor del nuevo Instituto, levantado en 1947, y que no fue el primero de Arrecife, fue el párroco de San Ginés, Lorenzo Aguiar.

El Instituto lleva el nombre del escritor Agustín Espinosa, que fue el primer comisario regio (director) del primer instituto de Lanzarote, que se alzaba en las Cuatro Esquinas, en un terreno que hoy es una ampliación del Charco de San Ginés y sostiene el esqueleto de una ballena.

Miguel Ángel Ferrer recuerda quién plantó la araucaria, pero antes explica que ese primer instituto, el de las Cuatro Esquinas, se fraguó en un encuentro, fortuito o no, en el Hotel Madrid de Las Palmas de Gran Canaria, entre Carlos Sáenz Infante y Miguel Primero de Rivera. El primero fue presidente del Cabildo de Lanzarote entre 1926 y 1930. El segundo había dado un golpe de Estado en 1923. Sáenz le expuso las carencias educativas de la Isla y Arrecife se convirtió en la tercera isla de Canarias con instituto, después del Cabrera Pinto en Tenerife y el Pérez Galdós en Gran Canaria.

Pedro Medina Armas, profesor de Ciencias y boticario, dirigió la plantación

Ferrer ingresó como alumno en 1953 y la araucaria ya estaba, pero también estaba quien dirigía la plantación del jardín, que era Pedro Medina Armas, profesor de Ciencias Naturales y farmacéutico, o boticario. “Un personaje”, dice Ferrer, porque con edad para jubilarse comenzó, y terminó, en La Laguna la carrera de Derecho.

Dice Ferrer que se excavó el patio para empezar a plantar y aparecieron huesos, y que Medina también plantó una higuera “que llegó a dar higos”, y que ya no está, y unas parras, que tampoco permanecen.

Alejandro Perdomo fue alumno del Instituto e hizo la reválida en ese centro para entrar en la Escuela de peritos agrónomos. También recuerda lo de los huesos desenterrados, no en el patio, sino en el jardín exterior, e incluso dice que su bisabuela, que murió ahogada en la costa de Mala a los 22 años, fue enterrada en ese lugar.

Perdomo lleva toda la vida caminando y estudiando el territorio de la Isla. Dice que en el barrio de La Vega, cerca del antiguo campo de fútbol, había varios árboles que sobresalían de los patios de las casas, que serían más antiguos que la araucaria si aún permanecieran en pie. En Arrecife, los árboles siempre llamaron más la atención por su ausencia que por su presencia.

Ferrer cita otro gran árbol en la calle Riego, que es muy probable que sea el que albergaba una casa que se convirtió en el bar La Strada y que salió trozo a trozo por la puerta cuando el patio se convirtió en el techo de la pista de baile de una discoteca.

“En Arrecife nunca hubo árboles”, dice Perdomo. Y la explicación no es muy complicada. No había siquiera agua para la población: en los años 50, cinco litros por persona y día, así que la plantación de esa araucaria fue un desafío a la lógica y un reto a aquel presente.

Una década después se plantaron otras araucarias en el Parque viejo que después de medio siglo fueron vencidas a partes iguales por las garzas bueyeras y por la incompetencia municipal, aplicando una receta infalible para que los excrementos de estas aves no sembraran el piso del parque. La misma receta, la tala, que se aplica en Arrecife cada vez que un árbol, ya sean sus ramas o sus raíces, afecta a las aspiraciones de las personas y de sus edificios.

En el campo de Lanzarote hay árboles más antiguos: algunas palmeras en La Geria o en Haría, el gomero de El Islote, un algarrobero en el valle de Mala, higueras o el drago de La Florida. En los pueblos se puede citar el árbol de la Iglesia de Yaiza o los eucaliptos de la carretera de Guatiza, que plantó un maestro antes de la Guerra Civil, y asignó a cada niño un ejemplar.

En el Instituto Agustín Espinosa, también hay alumnos del Programa de Mejora del Aprendizaje y Rendimiento que cuidan de un pequeño huerto, pero la araucaria y todo el jardín necesita ahora más cuidados. La directora dice que los jardines del Instituto Cabrera Pinto, que tiene cien años más que el Agustín, los cuida el Cabildo de Tenerife y cree que no sería mala idea que el Cabildo, el de Lanzarote, se hiciera cargo de este otro jardín.

En el catálogo de protección del Plan General de Ordenación Urbana de 2004 aparecía el jardín del IES Agustín Espinosa como uno de los elementos vegetales a proteger. La araucaria es el ser vivo más viejo de este instituto. Ha sido testigo mudo de suspensos, aprobados, de exámenes, lecciones, fiestas y decepciones. Es el alumno más aventajado del Instituto. Nunca se ha perdido una clase. Y si hablara podría contar secretos de varias generaciones de alumnos y de profesores.

Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal de la Universidad de Florencia, estuvo hace dos años en unas jornadas organizadas por la Reserva de la Biosfera de Lanzarote. Expuso que cuando se tala un bosque se está talando el fundamento de la vida humana porque más del 99 por ciento del peso de todo lo vivo en el Planeta son plantas.

“Los animales y el ser humano no somos nada influyentes para la vida, somos completamente dependientes de las plantas y sin ellas no habría vida animal”, decía Mancuso, que defiende la inteligencia de las plantas por las estrategias de supervivencia y de adaptación que han desarrollado, teniendo que partir de una posición de aparente desventaja: que no se pueden mover. Así que, si la araucaria no habla, a lo mejor es un mecanismo de defensa. O quizá sea solo por discreción.

Comentarios

Resulta sorprendente que se hable de un solo árbol. Con la antiguedad del Puerto de Arrecife, hablamos de un único árbol. Eso da la medida de cierto fracaso como ciudad. Es el fracaso de sus alcaldes. En fin...
Excelente artículo, se echan en falta obras periodísticas como ésta, donde se aúnen en tan buen equilibrio: información, documentación, estilo y calidad literaria, Enhorabuena.
Me trae muy buenos recuerdos, como alumno de ese instituto que fui !!!!
Me trae muy buenos recuerdos, como alumno de ese instituto que fui !!!!
No entiendo por qué no ha publicado mi comentario. Solo decía cosas buenas sobre el artículo.

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