Isabel Lusarreta presenta la biografía del que fuera vicepresidente del Cabildo durante trece años, incluida en la colección Islas de Memoria de la Fundación César Manrique
Antonio Álvarez, el apoyo de Pepín Ramírez y “guardián de los diseños de César”
Isabel Lusarreta presenta la biografía del que fuera vicepresidente del Cabildo durante trece años, incluida en la colección Islas de Memoria de la Fundación César Manrique
“Con Antonio Álvarez, la isla sigue teniendo una deuda pendiente. Al menos, una deuda de la memoria”. Son palabras de la periodista Isabel Lusarreta en el libro Antonio Álvarez. La mano izquierda de Pepín Ramírez, que supone un primer paso, precisamente, para que esa deuda ya empiece a ser un poco menor.
Esta nueva publicación, que se presentó en la Sala Saramago, hace el número 8 de la colección Islas de memoria que edita la Fundación César Manrique con el objetivo de rescatar las biografías de personas valiosas para la Isla. “Las hemerotecas y el archivo del Cabildo sí reflejan su huella, pero hoy pocos recuerdan su nombre o conocen el papel que jugó. Y los que lo hacen, coinciden en que no ha sido suficientemente reconocido. Que, injustamente, ha sido el más olvidado de aquel equipo”, dice la autora en el texto. Durante la presentación, la autora confió en que el libro sirva “para sacar a Antonio Álvarez de esa zona de sombra y ocupe el lugar que le corresponde en la historia de esta Isla”.
Álvarez (Santander, 1910) es el tercero de los llamados “cinco magníficos” en formar pare de esa colección de libros. No tuvo una vida fácil, al menos hasta que llegó a Lanzarote. Perdió a media familia por la tuberculosis, vivió en Santander y en Madrid, entró en Telégrafos, se afilió a la CNT y a Izquierda Republicana y luchó en la Guerra Civil en los dos bandos, primero en el republicano y después en el nacional, cuando fue apresado tras la denuncia de un primo.
“Lo que justifica este libro es lo que ocurrió en la Isla en los años sesenta, cuando fue vicepresidente del Cabildo”, señaló Lusarreta durante la presentación. El libro, sin embargo también aporta contexto. En primer lugar, el de la posguerra, donde hubo otras depuraciones y personas que sufrieron los rigores de la dictadura que “ayudan a entender la forma de ser de Antonio Álvarez”.
Escribió diarios durante la Guerra, “una línea inagotable para el proceso de documentación”. Eran de pequeño tamaño pero de gran valor y con apuntes telegráficos sobre cómo se sentía, que la autora ha incorporado al libro. Dos ejemplos: “Granollers. Llueve y tengo tristeza” o “Esto es eterno y creo que será toda mi vida”. En segundo lugar, el escenario de la Farmacia Matallana, en la Calle Real, donde Álvarez encuentra un trabajo que complementa el sueldo de Telégrafos, una tertulia y una esposa, Lila Matallana, hija del farmacéutico. También conoce allí a Pepín Ramírez, que lo reclama como vicepresidente un año después de su llegada a la institución.
Estuvo al frente de Hacienda o Turismo, que fueron “el motor de todo”
Álvarez fue para Ramírez un apoyo fundamental en sus deliberaciones y en sus decisiones y ambos se atrevieron a denunciar la corrupción instalada en el Cabildo, que acabó con condenas de cárcel para el interventor y el depositario. “Los dos forjaron una relación muy fuerte, tenían muchas cosas en común, eran hombres serios, rectos, cultos, formados, con muchas inquietudes en común, muy familiares también y poco dados a los eventos sociales, tímidos los dos, aunque a Antonio se le notara menos, y era el que se encargaba de hablar, de dar los discursos del Cabildo”, explicó la autora.
La denuncia fue sonada. “No es ya sólo que estuvieran denunciando a un conocido, es que era familia, yo creo que eso es ser honesto. En casos de corrupción hay un denominador común y es que nadie ataca a los suyos, y esa fue la gran diferencia que marcaron ellos. Porque al final era el dinero de todos y lo necesitaban, era indispensable”, dijo Lusarreta.
La autora incluye en el libro unas palabras que decía el vicepresidente, en la memoria de Marcial Martín: “Antonio decía que Lanzarote era una isla que cuando la entendías, te atrapaba. Inicialmente la Isla te rechazaba y tú estabas con un cierto rechazo también, hasta que la filosofía de la isla te atrapaba. Una vez que te atrapaba, él decía que no solo te hacías un isleño más, sino que ibas a ser feliz”.
Áreas
Estuvo al frente de áreas como Hacienda o Turismo, que fueron “el motor de todo”, pero también de Educación y en la Comisión de Obras Públicas. “Le daba mucha importancia a la educación pública y a mejorar las infraestructuras educativas y hablaba de la necesidad urgente que había de construir viviendas sociales”. Y además tenía otro papel menos conocido: “Era un fiel guardián de los diseños de César”. Estaba a pie de obra, muy pendiente de cada detalle de las instrucciones para que, cuando César se ausentaba, se respetara todo al detalle. Muchos lo definieron como “la mano que movía todas las cosas, el ejecutor, el hombre de batalla, el que afianzaba las ideas y los proyectos”. El día que murió, César Manrique hizo esta anotación en su diario: “Ha muerto mi gran amigo y colaborador en el nacimiento de Lanzarote”.
Es el tercero de los llamados “cinco magníficos” en formar parte de esa colección de libros
Para muchos fue, o sigue siendo Antonio el telegrafista. También fue responsable de la Radio Costera que le ayudó a tomar el pulso a la sociedad lanzaroteña, “a esa sociedad pobre y ese mundo de pescadores”. Al final de su vida, con setenta años, también participó en las reuniones de la primera asociación ecologista que hubo en la Isla, junto a personas mucho más jóvenes que él.
Lusarreta finalizó la presentación explicando que el título “surgió solo”. “Tenía claro que había sido la mano derecha de Pepín Ramírez, pero al ir a escribirlo me salió solo añadir: o quizá la izquierda”. No solo era un hombre de izquierdas, un demócrata convencido, sino que aglutinaba bastante bien a distintos sectores y cuando había un tema polémico de debate en el pleno, solía mediar. “Vamos, que tenía mano izquierda”, aseguró.
En las primeras fases de su investigación para la escritura del libro, a Isabel Lusarreta le perseguía esta frase, que le repetían muchos de los entrevistados: “Antonio Álvarez no ha sido un hombre suficientemente reconocido”. “Era un estímulo enorme escuchar aquella frase porque significaba que por fin llegaba su momento y además iba a poder contribuir a sacarlo de esa zona de sombra”, señaló la periodista en la presentación del libro. “Pero a la vez era un reto porque significaba que prácticamente no había escrito nada sobre él”. La autora explicó los tres momentos que le habían marcado cuando preparaba el libro: la primera entrevista, que fue al hijo mayor de Antonio, que le transmitió “el entusiasmo y el cariño por el personaje”, la primera visita a la casa familiar con su hija Marisol y “cuando aparecieron los diarios de la Guerra”.
Comentarios
1 maria Mié, 02/10/2024 - 09:01
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