MIGRACIONES

“Lo único que quieren los jóvenes que emigran es mejorar su vida”

La asociación Horizontes, del colectivo marroquí, acaba de abrir su sede en Lanzarote. Elouali Charafi, que llegó en patera hace 21 años, es su primer presidente

Elouali Charafi, presidente de Horizontes. Foto: Adriel Perdomo.
Saúl García 0 COMENTARIOS 14/12/2020 - 20:12

Hace algo más de un mes y medio abrió la sede, en Arrecife, de una nueva asociación, Horizontes, que agrupa a personas originarias de Marruecos, uno de los colectivos más numerosos de la Isla. Hay más de 4.000 marroquíes censados, prácticamente el mismo número que italianos y solo por detrás de los británicos, que son 6.000.

El presidente de Horizontes es Elouali Charafi (Guelmin, 1981). Dice que la gente estaba demandando una asociación, porque las que ya había, las que formaron antes, estaban inactivas.

Los trámites y las reuniones empezaron hace dos años y sus fines principales son los de fortalecer la integración y promover la cultura marroquí, pero también se deben a la actualidad, a lo urgente. Se han constituido como banco de alimentos porque, a raíz de la pandemia, “la gente lo está pasando muy mal, la situación es muy crítica para los marroquíes”.

La sede abrió el 22 de octubre y ese mismo día la calle estaba a rebosar, dieron más de 120 citas para obtener ayuda de alimentos. La situación, para muchos, se ha vuelto inaguantable y dice Elouali que hay personas que llevaban más de veinte años residiendo en la Isla que se están marchando a Bélgica o a Francia, principalmente.

Pero hasta presidir esta asociación, la vida ha dado muchas vueltas para Elouali, sobre todo desde que llegó en patera en agosto de 1999 a Puerto del Rosario. Tenía 17 años. Fueron 36 horas de travesía.

Se habían juntado ocho jóvenes de la zona con una misma intención: buscar un futuro más esperanzador del que se les dibujaba en Guelmin, de donde veinte años después siguen saliendo jóvenes hacia Canarias. Pagó 2.000 dirhams y no reveló sus intenciones a su familia, con quien no pudo contactar hasta nueve o diez días después.

Elouali tiene seis hermanos y también es hijo de la emigración. Su padre había emigrado a Francia y había vuelto en los años ochenta a Marruecos.

Viaje en patera

“Se pasa mal”, dice sobre la travesía. “Sabíamos lo básico y poco más”. Había mala mar y eso no ayudó a llegar en buenas condiciones, pero la barca tocó tierra de día en algún punto de la costa cerca de Puerto del Rosario. “Cuando llegamos no había nadie y fuimos a pie al pueblo más cercano, donde nos paró la Guardia Civil”, recuerda.

“Nos encerraron diez o doce días, después nos enviaron en barco a Gran Canaria, a Barranco Seco, otras tres semanas”. De allí aún se acuerda de Conchi, la cocinera. Después pasaron al Centro Fátima, “detrás de Mesa y López”, otro mes más y por último a La Montañeta, en Tafira. “Ahí empezó la integración”.

Hizo varios talleres, de carpintería, de cocina, de primeros auxilios... y empezó a aprender español: “Allí estuvimos muy bien, los educadores tenían una gran humanidad”. Recuerda a educadoras que influyeron mucho en su vida y con las que aún está en contacto.

“Es normal querer mejorar. Si tienes veinte años y no tienes futuro, qué vas a hacer”

De allí le mandaron a un centro en Gáldar con otros doce compañeros. Zaida, una educadora, le buscó un contrato de trabajo. Ya estaba acabando el año 2000. Primero trabajó recogiendo tomates en Juan Grande, luego fue a Vecindario, volvió a Gáldar a las plataneras otros seis meses y ya empezó en la hostelería, como camarero en Los Paragüitas. “Me quedé tres años, vivía solo en un piso y siento a Gáldar como mi segunda casa, como mi tierra”, dice. “Tengo el título de ayudante de cocina, pero lo mío es ser camarero”, asegura.

En verano de 2004 decidió cambiar de isla. Tenía un primo y otras personas conocidas. “Me dijeron: Lanzarote está bien”. Y vino a probar. Empezó en el Hotel Rubicón Palace, después en el Princesa Yaiza y más tarde se fue a Puerto del Carmen a trabajar en una empresa de alquiler de coches.

Seis años después, en 2010, decidió montar su propio negocio y volvió a su ciudad, a Guelmin, donde estuvo tres años, “para recuperar los años perdidos”, dice, aunque cree que no se recuperan. El restaurante era de comida española y marroquí y después montó otro de comida para llevar. “Fue buena experiencia poder volver y montar un negocio”, asegura.

Se casó en 2012 y volvió para conseguir la nacionalidad. Traspasó el restaurante y volvió a la empresa de coches de alquiler. De nuevo pasó por hoteles y por restaurantes, estuvo en La Gamba Loca, en Órzola, y finalmente pudo reunir en la Isla a su familia. Abrió un bazar en la calle León y Castillo, donde también se realizaban trámites y que cerró el año pasado. Desde finales de 2019 está en el paro.

Vida complicada

“No es sencilla la vida del emigrante”, señala. Dice que mucha gente se sube a una patera sin saber lo que quiere hacer o el lugar al que quiere llegar, pero que nadie sale de su casa por placer: “La gente quiere mejorar su vida”.

“Cualquiera tiene un plato de comida, pero es normal querer mejorar, si tienes veinte años y no tienes futuro, qué vas a hacer”, añade. Las personas que vuelven con dinero o que han encontrado trabajo influyen en los jóvenes, como modelo al que aspirar.

“A raíz de la pandemia la situación es muy crítica para los marroquíes”

Elouali cree que las cosas han cambiado desde que llegó él que los centros de menores ya no son como antes, la relación con los educadores ya no es la misma y tampoco la actitud de algunos jóvenes. “Es otra generación y es otro comportamiento”, indica.

Dice que entiende que algunas actitudes no ayuden a integrarse, pero que “Marruecos es muy grande y no todo el mundo es igual”. “Nosotros rechazamos esos comportamientos -dice- si no nos sentimos bien con la imagen que da alguien de nuestra tierra, lo rechazamos”, pero destaca que en la prensa se subraya cuando hay algún problema si el protagonista es extranjero. “Si es de aquí, no se le da importancia”.

Tampoco ayudan algunos titulares con palabras como avalancha o invasión ni algunos medios digitales “que no controlan los comentarios”.

Cree que Canarias tiene muchas cosas en común con Marruecos: “La cultura no es tan distinta”. Dice que ha crecido el rechazo a la inmigración o el racismo, recientemente, con el aumento, a su vez, de la ultraderecha, pero que aun así no hay un gran rechazo en la sociedad. Destaca imágenes recientes como las del muelle de Arguineguín, dice que “no se puede dejar a la gente en la calle”, pero cree que también revelan la solidaridad del pueblo canario.