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“Haber sido policía te da una plataforma para ver la trastienda de la realidad”

Víctor del Árbol, escritor, acaba de publicar ‘El tiempo de las fieras’, ambientada en Lanzarote

Myriam Ybot 1 COMENTARIOS 05/10/2024 - 08:14

-Pregunta obligada: ¿Por qué eligió Lanzarote como escenario principal de su novela, que nos ha dejado esto perdidito de sangre?

-Llevo viniendo a la Isla desde hace más de 30 años y siempre tuve claro que Lanzarote sería uno de los escenarios principales de alguna novela, sin saber cuándo ni cómo ni por qué. Cuando hace tres años, más o menos, El tiempo de las fieras tomó forma en mi cabeza, vine a buscar localizaciones, teniendo claro lo que quería. La razón argumental, que es evidente desde el principio de la lectura, es que uno de los personajes, la hacker, además de sus cualidades y aptitudes para entrar en las vidas privadas a través de los ordenadores, tiene un sueño, que es ser arquitecta. Y su concepción de la arquitectura está muy relacionada con la belleza... Por tanto, conoce y admira a César Manrique y viene a Lanzarote para conocer su obra. La razón emocional es que, para mis novelas, siempre busco lugares especiales, que tengan una singularidad muy poderosa y simbólica en relación con alguno de los personajes. La geografía permite a la vez un viaje exterior y otro interior y, en este caso, me parecía que Lanzarote encajaba perfectamente con el personaje de Soria, que es el policía que llega aquí desterrado.

-La obra ofrece descripciones precisas de lugares, atmósferas, nombres propios reales vinculados a la Isla, incluso menciona la cabecera de un periódico local... ¿Cómo se documentó?

-Como digo, conozco bien el terreno, pero también he querido sacar a Lanzarote de la postal, sin quitarle un ápice de su belleza; mostrarla en sus lugares cotidianos, los de la gente común y corriente, más que el Lanzarote turístico, que no necesita ninguna clase de promoción. Me interesaba ese ritmo tranquilo de los pueblos pequeños del interior, que son los que a mí me gustan. Con esa idea general, volví a recorrer su geografía, como he hecho también con otros lugares que tienen protagonismo en la novela, como un pueblecito de Texas, en el desierto de Chihuahua, que se llama Marfa; también he ido, por supuesto, a Guadalajara (México), he vuelto a Sarajevo... Siempre digo que escribir, a veces, es una buena excusa para viajar.

“Lo bonito de la literatura es su capacidad para corregir la realidad”

-Pese al cambio social y de mentalidades, el concepto de Isla sigue remitiendo a destierro, Unamuno y Fuerteventura, Napoleón y Elba... Y para muchas generaciones, Canarias era el peor destino posible para la mili... ¿Quiso aprovechar esa sensación de aislamiento, de soledad, de límites?

-Exacto. Elegí Lanzarote como símbolo del viaje exterior e interior del protagonista. Hay una vinculación entre la Isla y el inspector Soria, que tiene que ver con lo físico y que aparentemente no tiene ninguna importancia. Lo que pretendo demostrar es que, en este mundo en el que vivimos, no existe ni un lugar pequeño ni una persona pequeña, que cualquier pieza puede provocar un efecto dominó de consecuencias inimaginadas. De ahí la ficha de la portada. Así, un lugar fuera del epicentro de las grandes decisiones económicas, de las grandes rutas del narcotráfico, de todo eso que sería lo típico de Barcelona o Marsella, puede acabar convertido en el centro del mundo. Y luego, la energía que tiene esta Isla es increíble. Traigo a mis amigos para que vean el milagro de Lanzarote, cómo la alianza con lo imposible y la capacidad de la gente para agarrarse a cualquier cosa que ofrezca la naturaleza permite crear una civilización.

-Su trama nos dice también que ni en el paraíso se está a resguardo del mal, en este tiempo de fieras...

-La idea de traer aquí esa cacería humana y a los dos sicarios, cada uno de un tipo distinto, que vienen de caza, tiene que ver con esa idea de lo que hacen los lobos con el rebaño cuando el pastor duerme. Lanzarote, gracias a Dios, no tiene unos índices excesivamente elevados de este tipo de violencia, las estadísticas de los últimos años muestran que la criminalidad está muy por debajo de la media... De ahí traer el horror a un lugar tranquilo, para ver qué pasa con el rebaño que vive apaciblemente y cuyo pastor está durmiendo. Pues lo que pasa es que siempre hay una oveja negra que, en vez de salir corriendo, se gira y planta cara. Esa es Soria, un personaje que me gusta mucho; es manchego, una especie de Sancho Panza moderno que cuadra muy bien en la Isla, aunque incluso él no se dé cuenta. Es un tipo fuera del método, no el clásico policía de película, como fuera su compañero Julián Leal, no domina las tecnologías, es mal hablado, físicamente incluso llega a ser hasta un poco desagradable, pero tiene instinto y una manera calmada de ver las cosas. Entonces, cuando se ponen en contraste esas virtudes pequeñas con la monstruosidad de la que habla la novela, parece que el fuerte va a aplastar al débil; pero no sucede así. Volviendo al plano simbólico, es un poco lo que pasó en esta Isla, con una naturaleza que casi impedía la vida y el ser humano adaptándose a lo que la tierra es, para sobrevivir.

“En el mundo en que vivimos no hay lugar pequeño ni persona pequeña”

-Llama la atención de sus personajes que hasta los secundarios muestran un complejo mundo interior, que se va asomando poco a poco, en algunos casos en pocas páginas, hasta que son despachados.

-Para mí los personajes son personas, no mecanismos para contar una historia ni engranajes de una trama. Entonces, toda persona real tiene una historia que contar y a mí me interesan todas las historias; no hay vidas secundarias, no hay vidas que no importen, igual que no hay lugares que no importen. Cada vez que voy a un sitio, me quedaría a vivir, o compraría una casa, empezaría una vida. Cuando alguien aparece en mis novelas, no es un actor de reparto, está ahí por algo.

-¿Qué diría usted que hace reconocible y particular su voz literaria en el universo inabarcable del género de la novela negra, y qué elementos considera ineludibles en una buena historia policial?

-Creo que lo que yo hago es eso que los franceses llaman “pastiche”, tomar lo mejor del thriller, de la novela negra, de la novela histórica, de la novela psicológica, y ponerlo al servicio de mis personajes, que son complejos todos, porque yo no conozco a ninguna persona simple, sino tal vez, sencilla. A la que rascas un poco, todo el mundo tiene una historia, unas obsesiones, unas fantasías, y a mí me interesa conocerlas. Por eso la novela, sobre todo al principio, parece casi un libro de relatos, porque se cuentan un montón de historias de un montón de personajes, y piensas, bueno, a ver en qué momento va a encajar todo.Ese es mi desafío como escritor y algo que también me define y caracteriza.

El escritor presenta su novela en la Feria del Libro de Fuerteventura

-Va otra pregunta “original”. ¿Ser mosso d’escuadra antes que escritor de novelas de crímenes es como ser cocinero antes que fraile? ¿Facilita la tarea?

-Todo lo que has hecho, toda tu experiencia personal forma parte de tu acervo como escritor, y el mío es muy amplio, porque he hecho muchas cosas en la vida, aunque la constante siempre ha sido la escritura. Es verdad que 20 años en la policía dan una cierta ventaja sobre el manejo de la metodología, por ejemplo, pero si te fijas en mis novelas, metodología policial hay poca. También puedo decir que sé perfectamente cómo funciona la mente de un policía, cómo funciona la intuición y cómo funcionan los engranajes del sistema. Y cuando esos engranajes entran en contradicción con tu propia ética, con tus propios valores, con tus propios principios, sé lo difícil que es solventar eso, digerir ciertas cosas que ves en este trabajo y que te marcan y condicionan tu visión sobre la vida y sobre el mundo. Yo todo eso se lo traslado a mis personajes, no hay detalles anecdóticos, hay hechos. Haber sido policía te da una plataforma para ver la tramoya de la realidad, para ver la trastienda; ves desde dentro lo que la gente conoce a través de las noticias, y eso es lo que intento trasladar al lector, llevarle de la mano para que se asome a ese otro lado. Y la perspectiva cambia. Lo bonito que tiene para mí la literatura es su capacidad para corregir la realidad y para facilitar la empatía, al acercar sucesos de una manera más intensa que si solo se conocen a través de una pantalla de televisión, contados por un redactor.

-‘El tiempo de las fieras’ es una novela que sigue la pista y las vidas de personajes que ya aparecieron en su anterior novela, ‘Nadie en esta tierra’. ¿Se le quedaron muchas cosas por contar? ¿Fue un reclamo del público o de los propios protagonistas clamando desde su interior? ¿Seguirá con la serie?

-Pues en la novela anterior creé unos personajes muy potentes, y aunque la historia se resuelve muy bien, tenía la sensación de que había algunos secundarios que levantaban el dedo y me decían: ¡Víctor, déjanos vivir un poco más! Y la verdad es que me enamoré de ellos, sobre todo de Soria. Entonces pensé que iba a ofrecerles otro escenario, para que crecieran. Ahí surge la idea. Igual que su predecesora, El tiempo de las fieras es autoconclusiva, el argumento se cierra y no hace falta leer una para entender la otra; sí es cierto que, si has leído Nadie en esta tierra, es una alegría volverte a encontrar con estos personajes; y para quienes leen primero la segunda, mi intención es que, cuando la acaben, quieran ir atrás, para poder ver mejor la evolución de los protagonistas. Respecto a una posible serie, no tengo la intención de hacer una saga, sé que esto tiene un principio y un final, pero la periodista y el sicario tienen una historia común que ya viene de Nadie en esta tierra y que se tiene que resolver. Así que puedo adelantarte que habrá una tercera novela.

“Traje el horror para ver qué pasaba con el rebaño tranquilo, cuyo pastor está durmiendo”

-¿Conoce a nuestros autores del género, Alexis Ravelo o José Luis Correa, y a sus detectives con acento canario?

-Fui muy amigo de Alexis, muy amigo, y a Correa lo conocí gracias también a él, en una Feria del Libro en Tenerife, si no recuerdo mal. Su muerte fue un golpe terrible para mí, porque además, teníamos un encuentro juntos en Barcelona, dos o tres días después de que falleciera. Alexis estaba llamado a ser uno de los grandes. Como yo, empezó a publicar con la editorial Alrevés. Dio el salto a la península con ese policía suyo tan de los años 80, muy de la calle, pero cuando publicó Los milagros prohibidos, con Siruela, vi que estaba evolucionando, que estaba llamado a ser uno de los grandes de nuestra generación. Teníamos en común el habernos hecho a nosotros mismos, compartíamos muchas cosas. Y luego era un tío con una cultura ingente, yo le llamaba míster Wikipedia. Era un gusto hablar con él, muy buena persona.

“Para mis novelas busco lugares que tengan una singularidad muy poderosa y simbólica”

-Hay quien dice que, en estos tiempos, la gente lee menos porque se dedica a escribir. ¿Le parece positivo las posibilidades que abren la autoedición y los soportes digitales, o considera que merma la calidad de lo que sale al mercado?

-Mira, yo creo que toda persona tiene derecho a hacer su camino y a intentar cumplir sus sueños, y que cualquier estrategia para lograrlo es legítima mientras no te traiciones a ti mismo. El problema es que para ser escritor tienes que saber por qué quieres escribir, y eso es lo que marca la diferencia. Hay personas que legítimamente aspiran a ser buenos novelistas, y hay personas que legítimamente aspiran a ser grandes escritores. Y esa es una diferencia muy importante, porque condiciona tu forma de vivir; imparto muchas clases de escritura, y ser escritor no es escribir, es vivir como un escritor, algo a lo que no todo el mundo está dispuesto, porque conlleva muchos sacrificios, una dedicación plena. Yo sé que en esto soy muy muy radical, pero ser escritor significa entregar tu vida a un propósito. Si no tienes esa pasión, no llegarás, y si la tienes, puede que tampoco; o sea, imagínate si necesitas sacrificio para eso.

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Razones, razonables, tiene la presidenta de Los Estados Unidos de México. No cambiarán nunca. Lo llevan en los genes.

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