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El volcán, personaje de novela

Ediciones Remotas publica el segundo libro de Nieves Rodríguez Rivera, ambientado en las erupciones históricas de Timanfaya

Saúl García 1 COMENTARIOS 15/10/2023 - 08:21

Tierra Quemada es una novela sobre un hecho esencial en la historia de la isla de Lanzarote que, sorprendentemente, no había recibido hasta ahora la atención de la literatura de ficción. Aunque la acción se inicia, brevemente, veinte años antes y finaliza, como colofón, cuarenta años después, la historia de Tierra Quemada se ciñe al inicio de las históricas erupciones que comenzaron el 1 de septiembre de 1730, en Timanfaya, o Chimanfaya, como se nombra en la novela.

La autora, Nieves Rodríguez Rivera, se pregunta por qué hasta ahora nadie había escrito una historia con estos ingredientes: 21 pueblos sepultados, seis años de erupciones, una orden para no dejar huir a la población a otras islas... “Hay suficiente materia literaria”. “En esta Isla hay muchas cosas que aún no se han contado”, dijo durante la presentación del libro, que se celebró en El Almacén.

Nieves Rodríguez es lanzaroteña, profesora de Secundaria en Gran Canaria y autora de otra novela, Piel de cebolla, con la que fue finalista del Premio Alféizar 2019. El origen de este nuevo libro hay que situarlo en la lectura de otra obra: Lanzarote bajo el volcán, la tesis doctoral de José de León, Pepe el uruguayo, a la que dedicó once años de su vida. En ese estudio se revela la cantidad de pueblos sepultados y se pone nombre a aquellas personas que lo perdieron todo. La autora leyó los testimonios de sus descendientes y pensó: “Aquí hay una novela”.

Se basó en esta tesis, pero también en los textos de autores como Verneau y Eduardo Hernández-Pacheco, y en otros más actuales como los de Agustín Pallarés o Carmen Romero, aunque la historia se sustenta en la ficción: “Los personajes existieron, pero yo les he dado un poco de carne”, apunta.

Coloca en la novela a aquellas personas que sufrieron las erupciones con el resto de sus problemas: las heridas que arrastran del pasado, la enemistad entre vecinas, la imposibilidad de tener hijos, el rechazo social... Con sus deseos, con sus anhelos, con sus preocupaciones. “El volcán destruye, pero a la vez provoca una reconstrucción”. Así fue para el territorio, para la Isla, y así es para algunos de los personajes de la novela, en la que unos se van y otros se quedan, pero cambian su vida por completo.

Para que la publicación del libro fuera posible, para conectar a la autora con Ediciones Remotas, hizo falta “un celestino”, que fue Pepe Betancort, según relató Mario Ferrer durante la presentación de la obra. Betancort destacó que “no hay textos en Canarias en los que el protagonista sea una erupción volcánica”. Dijo que ha habido que esperar casi 300 años para alumbrar un texto de este tipo, para que alguien escriba sobre el volcán.

Quizá ha hecho falta todo este tiempo para alejarse del drama. Betancort considera que hay una desafección, una especie de sentimiento de odio entre la población lanzaroteña hacia el volcán. Entre los autores que se han acercado algo al protagonismo del volcán, aunque sea como telón de fondo, citó al mexicano Carlos Fuentes y su novela Los años con Laura Díaz y el francés Michel Houellebecq con Lanzarote.

En esta novela siempre está presente el volcán. La erupción es la protagonista. Para muestra, un fragmento: “Los rostros manchados por la ceniza parecían ánimas. Habían salido huyendo en medio de la noche para encontrar a Santa Catalina tan oscura como sus propias aldeas. El tronar había atravesado y despertado a toda la isla dormida. Los estallidos se sucedían uniformes, constantes y atroces. Habían acudido hasta allí para rezar por sus almas antes de que la tierra se los tragara”.

A Nieves, sin embargo, le atrae la belleza del volcán. Cree que representa “la capacidad de superarnos que tenemos todos”. “La forma de ser de este pueblo viene de toda esa pobreza que nos ha hecho más fuertes, los hombres y mujeres de esta isla han salido de la destrucción y la belleza”.

De la misma forma, José de León considera que “de las mayores desgracias, la gente saca esperanza”. Por eso mismo, en la novela aparecen escenas aparentemente normales, cotidianas, en las que la vida sigue y la gente se divierte mientras el volcán ruge. En la obra, según la autora, también “hay un juego” entre el volcán, la isla y la mujer, como personajes literarios. La principal protagonista, con permiso del volcán, es María Hernández, “una mujer que se salía de la norma”, una especie de curandera, “una mujer fuerte”, que arrastra una herida del pasado y a la que la erupción le da la oportunidad de encontrar una nueva vida.

“En esta Isla hay muchas cosas que aún no se han contado”, señala la autora

La autora explica que los personajes de la novela son producto de su imaginación, “pero guardan la esencia de este pueblo”. Lo que sí ha hecho es tomarse la licencia de utilizar para ellos los nombres de aquellos vecinos de la Isla que fueron considerados como herejes por la Inquisición en Canarias “para que no quedan en el olvido”. María Hernández fue una de esas mujeres considerada como una bruja.

En la novela, además de la trama principal, aparecen otras historias y leyendas relacionadas con la Isla, como el ataque del pirata Solimán, porque en un principio algunos vecinos de Lanzarote piensan que el ruido de las erupciones se puede deber a un ataque de los piratas, o las historia sobre San Borondón que cuentan los pescadores y otras historias incluso de Gran Canaria.

Sin salir

Las autoridades no dejaron salir a la gente de los pueblos y la población huía desesperada. Ante la desgracia, la preocupación de las autoridades se centra en no abandonar los campos de cultivo, principalmente porque eran los que abastecían de granos al resto de las islas. Pasó un año hasta que el gobernador permitió la emigración, que hasta entonces se produjo, pero de forma clandestina.

Lo explica mejor la propia novela en un pasaje en el que el alcalde Melchor de Arvelos le pregunta a la Marquesa de Lanzarote que qué dispone que se haga. Ella contesta: “No seré yo quien contradiga las órdenes del regente. No solo la supervivencia de la isla sino la del resto del archipiélago y Madeira depende de las simientes y estas podrían perderse para siempre si la gente abandonase las tierras. Han de buscar, como sea, la manera de controlar a la población, que se ordene que recojan la cosecha cuanto antes y la pongan a buen recaudo en el almacén del común en Teguise”.

“HUBO UN CORTOCIRCUITO EN LA TRANSMISIÓN ORAL DEL VOLCÁN”

José de León explicó que le fascinó la lectura del libro porque pasó once años imaginando “cómo era esa gente”, mientras trabajaba en su tesis, y por fin pudo ver a los “personajes vivos”, señalando que es importante aproximarse a la realidad a través de la ficción. Dijo que comenzó su tesis porque vio “un enorme espacio vacío” en el lugar donde se produjeron las erupciones y pensó que antes tenía que haber algo. Su empeño fue el de desenterrar, al menos del olvido, los pueblos sepultados, y lo pudo hacer gracias a los documentos del registro de la propiedad y al libro de la Iglesia que se encuentra en el Museo canario.

Considera que “hubo un cortocircuito en la transmisión oral” de ese acontecimiento, probablemente por la cantidad de personas que emigraron, cerca de 10.000 a principios del siglo XIX. De León escribe el epílogo del libro. Dice en su texto que se trata de un libro hermoso. También dice que “siempre nos han contado en las clases y en los libros de texto que el pasado es una sucesión de desgracias y calamidades: guerras, epidemias, inundaciones, etc., pero nunca se enseña que sin esperanza y sin la risa, sin el amor y la lucha por la supervivencia no estaríamos aquí”.

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