Maltrato en Lanzarote: ganan las supervivientes
El Servicio de Igualdad del Cabildo se vuelca en los casos de violencia de género de la Isla. La demanda de atención está aumentando un 20% cada año
Aunque solo tiene 26 años, Ana ha pasado por experiencias que sumarían varias vidas. Quizá demasiadas. Casi todas negativas. Su actitud luchadora le ha valido el sobrenombre de guerrera, como llama Guacimara Sánchez, la coordinadora social y de la Unidad de igualdad, violencia de género y diversidad de la institución, a las mujeres que atiende el departamento, un auténtico ejército de resilientes.
Ana lleva a sus espaldas varias pérdidas familiares, el sentimiento de soledad por una madre ausente, dos episodios de maltrato físico y psicológico, la separación de sus hijos y una lucha contra la adicción a la cocaína.
Sin embargo, no hay un ápice de victimismo en ella y, de manera enternecedora, la joven explica que todo lo que le ha pasado es producto del karma, entendido como “una oportunidad para aprender lo que no voy a volver a hacer nunca”.
El karma, en realidad, es una recompensa o castigo por alguna acción. Y a ella no le ha dado tiempo a hacer nada, excepto a capear embistes y temporales. “Mi padre murió de sobredosis cuando yo era adolescente. Me crié sin supervisión. Hacía un poco lo que quería porque mi madre no me prestaba mucha atención, así que con quince años me fui a vivir con mi novio”, explica.
Con su pareja tuvo a sus dos hijos mayores, que ahora tienen once y nueve años y viven con su tía paterna. “De momento, no pueden entender mucho, pero más adelante quiero explicarles lo que ocurrió y por qué no he estado ahí”, dice la joven, que ha tomado la decisión de no reclamarlos, porque con su cuñada “tienen una vida estable y feliz”.
De hecho, fue ella misma quien buscó esta alternativa de acogida en la propia familia cuando temió que los pequeños terminaran custodiados por la administración. El padre de estos niños se suicidó un 19 de marzo, unos días antes de entrar en prisión por maltrato.
“Creo que escogió esa fecha a propósito”, sentencia Ana. Su hija iba a llevarle un regalo por el día del padre, pero cuando fueron a avisarle de la visita, encontraron su cuerpo en la casa. “Es duro lo que voy a decir, pero para mí fue el final de un calvario, la posibilidad de vivir tranquila”, cuenta Ana.
Las palizas eran constantes, los celos patológicos no dejaban disfrutar ni a la pareja ni a los niños: “Incluso cuando íbamos en familia a algún sitio, me acusaba de mirar a otros”. Decía frases estereotipadas como ‘si no eres mía, no serás de nadie’.
“Yo no pegaba ojo. Cuando lo denuncié, vivía aterrorizada porque se saltaba la orden de alejamiento. Cuando salió la sentencia, que no eran más de seis meses de prisión, me dijo: ‘Antes de entrar, me mato’. Y así lo hizo”, recuerda Ana.
La desaparición de su maltratador supuso un pequeño respiro en su vida sentimental, que había rehecho junto a otro joven. “Fue una relación bonita y la ruptura fue cordial”, explica Ana, poco acostumbrada a actitudes razonables.
Por desgracia, en una visita a su madre, intimó con uno de sus amigos, que se convirtió en el padre de su tercer hijo: “Me doblaba la edad, pero estaba bien situado y me aportaba tranquilidad. Me hacía la vida fácil”. Ana empezó a consumir cocaína de la mano de este hombre. “Fue un infierno”, asegura la joven, que toda su vida había rechazado la droga por lo que le ocurrió a su padre: “Pasé de temerla a ser adicta. Por la droga perdí todo, perdí lo que más quería”, dice, en referencia a sus hijos mayores.
Además, los servicios sociales tuvieron que intervenir cuando nació el pequeño, que fue llevado con una familia de acogida. Sus padres seguían en un bucle de droga y Ana, sometida a maltrato psicológico constante: “Me decía ‘no vales para nada, sin mí no eres nada’”, cuenta.
Hasta que una noche, en una brutal discusión, su pareja la echó de casa. Habían estado forcejeando y ella resultó herida. Se vio en medio de la calle con contusiones y sin siquiera poder coger sus cosas: “Pasó un chico y le pedí que me dejara su teléfono para llamar a mi madre. Él me dijo que había que llamar a la Guardia Civil y se quedó conmigo. Hacía un frío horrible. Le decía que se marchara, pero él me dijo: ‘tu problema es mayor que mi frío’. No lo olvidaré”, recuerda, emocionada por el gesto de este desconocido.
A pesar de la dureza de la situación (“estaba sola, sin nada, sin casa, sin mis hijos), todavía el destino le tenía preparada otra vuelta de tuerca: la comunicación del inicio del trámite de adopción de su bebé. Lo que podía haber sido el mazazo final para una persona destruida como era ella en aquel momento, fue el acicate que la ayudó a salir del pozo.
“Me propuse demostrar que iba a recuperarme. No podía soportar la idea de perder al niño. Fui al CAD, demostré que había dejado de consumir radicalmente y, poco a poco, fui retomando el contacto con el niño. Primero una hora a la semana, luego varias horas, algún día, alguna noche y, desde el 5 de julio, lo tengo conmigo”, explica exultante.
La guerrera venció, como dice la coordinadora del Servicio de Atención a la Violencia de Género del Cabildo, Guacimara Sánchez, que es “un ángel” dentro de la administración. “Hay trabajadoras y trabajadoras, quien se implica más o menos”, reconoce Ana, pero Guaci da su apoyo más allá de lo humanamente exigible. “Ella ha estado en las fechas más importantes de mi vida. En la más importante, cuando recuperé al niño. Eso fue mejor que hacer una carrera universitaria”, dice, acudiendo a un curioso símil.
Agresiones
Lanzarote es la tercera isla de Canarias en número de atención a casos de violencia de género, después de Gran Canaria y Tenerife. En este año, el Centro de Igualdad de la Consejería de Bienestar Social del Cabildo había atendido hasta el mes de junio 287 casos, destacando muy negativamente las cifras de los tres primeros meses (170 frente casos frente a los 121 del mismo período de 2020.
El fin del confinamiento incrementó la demanda del Servicio
Guacimara Sánchez, coordinadora técnica del área insular de Igualdad, Violencia de Género y Diversidad, achaca este repunte al cese del confinamiento en los núcleos familiares durante la pandemia, “que hace perder la sensación de control sobre la mujer al maltratador”.
La partida de la Consejería de Bienestar Social, 34 millones de euros en este ejercicio, es una de las más elevadas del Cabildo y casi se lleva la quinta parte del presupuesto de la institución. Asimismo, la demanda de atención en el servicio de Igualdad ha crecido a razón de un veinte por ciento anual.
La prioridad del departamento de atención a las mujeres es detectar los casos de violencia y evitar que las víctimas que acuden pidiendo ayuda sigan en el siguiente bucle: maltrato, explosión por parte de la mujer, supuesto arrepentimiento del maltratador, período de calma ‘luna de miel’ y nuevamente maltrato.
“Lo más importante es no perder la oportunidad de hacer una primera valoración, para, posteriormente, ir marcando las prioridades porque al servicio no solo vienen mujeres que ya han puesto una denuncia, también otras que viven con los agresores. En este caso, hacemos un acompañamiento hasta que la mujer entiende que es el momento de dar el paso a la denuncia”, indica Guacimara.
El equipo del Servicio de Atención a la Mujer está formado por una coordinadora, dos trabajadoras sociales, dos psicólogas, una jurista y un psicológo que realiza labores de prevención y atiende a los hijos menores de edad de mujeres víctimas de violencia de género. Además, se incorporarán al servicio una psicológa y una jurista especializada en violencia sexual.
La propia formación de los profesionales ha provocado una flexibilización de los protocolos de atención. “En bastantes ocasiones, dependiendo de la situación, les decimos ‘vente cuando tengas un momento, sin cita’. En el tema de la mujer, todavía seguimos en la misma sociedad de hace muchos años, la mujer es la que se tiene que encargar de la casa, de la comida... Así que le das una cita a las diez a una mujer y no sabe si va a poder venir por sus responsabilidades. Los hombres siempre pueden. Aquí estamos intentando ser un referente para las mujeres, que nos tengan aquí, que, ante cualquier problema, en cualquier momento, puedan contar con nosotros”, indica Guacimara, que cree que la oferta provoca la demanda.
“Si somos la tercera isla en atención es porque hay disponibilidad en el servicio. Ocurrió lo mismo en el ámbito del sinhogarismo. Pensábamos que en Lanzarote no se daba este fenómeno hasta que la administración empezó a enfocarse en su atención y abrir servicios, entonces se incrementaron las estadísticas de datos”, señala.
Otro alarmante indicio de violencia de género que se está detectando en la Isla en los últimos años es la agresión sexual a las jóvenes: “Estamos atendiendo casos de chicas muy jovencitas que se van a tomar una copa con sus compañeros del instituto y no se acuerdan de nada al día siguiente, posiblemente por la ingesta de alguna sustancia sin su conocimiento. Se levantan con marcas en el cuerpo. Recuerdan con quién salieron, pero no lo que ocurrió. Esto tan grave está pasando en Lanzarote”, advierte la experta.
En el caso de las mujeres con alguna adicción, un tema que preocupa especialmente a Guacimara, que es trabajadora social, aún es peor: “Hay que lograr un vínculo de confianza muy fuerte para que se abran. Hemos visto casos de mujeres violadas que te dicen ‘es que soy negra’ o ‘soy alcohólica y me lo merezco’. Tienen asumido que ese es su papel”.
Más servicios
Entre los cambios que ha traído consigo la pandemia está la atención telemática de la administración, un aspecto que resulta especialmente delicado en el ámbito de los servicios sociales. “Durante el confinamiento, se separaron muchísimas mujeres en la Isla, lo que, en muchos casos, supone quedarse sin recursos económicos. Hay que pensar que todos los trámites de ayudas se hicieron de forma telemática y hay una brecha digital brutal en este segmento de la población”, explica Guacimara.
Ana: “Suena duro, pero el suicidio de mi pareja fue el fin de un calvario de maltrato”
La situación ha provocado un cambio radical en los protocolos de actuación, que han multiplicado por diez el tiempo de atención: “Por ejemplo, antes de la pandemia, a una mujer que solicitara una ayuda del SEPE, simplemente se le tramitaba la cita en el Servicio Canario de Empleo. Ahora, estamos tramitando la prestación desde la unidad, a veces con nuestros correos electrónicos porque muchas no tienen, enviando la documentación requerida, ya sea sentencias, documentos para acceder al ingreso mínimo vital o la RAI”, indica la coordinadora del servicio.
En el tema de las mujeres extranjeras víctimas de trata y con derecho a IMV que solo cuentan con un pasaporte, el problema es doble porque carecen de NIE y “aunque se acredite el contexto de trata o prostitución, la Administración del Estado pide que se le asigne el número de identificación y eso supone para la víctima tener que volver a relatar todo el calvario ante un agente de las fuerzas de seguridad”.
“Para evitar eso, estamos trabajando conjuntamente con el Instituto Canario de Igualdad, la Delegación del Gobierno y Médicos del Mundo, para ver cómo poder abrir una cuenta bancaria a una mujer que solo tiene pasaporte y que pueda acceder al ingreso mínimo vital, asignándole el NIE sin que tenga que volver a pasar por un infierno”, concluye.
Comentarios
1 Conejero Vie, 20/08/2021 - 10:19
2 Respeto Vie, 20/08/2021 - 12:14
3 P.ico Vie, 20/08/2021 - 13:32
4 Lola Vie, 20/08/2021 - 16:14
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