EL PASEO
Por Saúl García
Antonio Ramos Díaz, Toñín Ramos (Arrecife, 1949), era un joven defensa central “del montón” que jugaba en el Torrelavega y que había aprendido el oficio de electricista en el taller de Antonio Mesa. En 1968, el Cabildo, “que entonces era el motor económico de la Isla”, buscaba dos electricistas para trabajar en Jameos y se lo llevaron allí a él y a su compañero Felucho. Toñín no había estado en su vida en aquel lugar, donde ya se trabajaba en la parte de la piscina, y le pusieron a las órdenes del maestro artístico Jesús Soto. “Aquello era un muladar —dice Toñín sobre los Jameos—, la gente hacía asaderos y lo dejaba todo botado, era un sitio virgen y ahora es la octava maravilla del mundo”.
Antonio Ramos Díaz, Toñín Ramos (Arrecife, 1949), era un joven defensa central “del montón” que jugaba en el Torrelavega y que había aprendido el oficio de electricista en el taller de Antonio Mesa. En 1968, el Cabildo, “que entonces era el motor económico de la Isla”, buscaba dos electricistas para trabajar en Jameos y se lo llevaron allí a él y a su compañero Felucho. Toñín no había estado en su vida en aquel lugar, donde ya se trabajaba en la parte de la piscina, y le pusieron a las órdenes del maestro artístico Jesús Soto. “Aquello era un muladar —dice Toñín sobre los Jameos—, la gente hacía asaderos y lo dejaba todo botado, era un sitio virgen y ahora es la octava maravilla del mundo”.
Por allí aparecía un señor que se llamaba César Manrique, “y yo decía: ¿éste quién es?”. Después supo quién era y se dio cuenta de que era un artista y algo más, un genio, y aprendió a su lado durante años. Así que además de dedicarse a los cables, Toñín se convirtió, entre otras cosas, en el disc jockey de los Jameos con los discos que traía César del extranjero, sobre todo de Estados Unidos: Otis Redding, Pink Floyd, Neil Diamond, grandes orquestas, James Brown, soul, jazz, country: “Eso no se oía en toda Canarias, eran artistas que se despegaban del letargo de Manolo Escobar”, dice Ramos.
Toñín dice que cuando te rodeas de artistas como Soto, Manrique o Ildefonso Aguilar “te acaba gustando todo”, el arte, la naturaleza, la música, la pintura… Y Toñín pasaba mucho tiempo con ellos. Se convirtió en una especie de chico para todo: llevaba a César a ver la Isla, a comer, a ver los Centros, los campos, etc. y pudo conocer a personajes como Adolfo Marsillach, Alfredo Kraus, Mijail Gorbachov, Hussein de Jordania… “César me llamaba y me decía que había que abrir los Jameos porque había venido alguien muy importante”, dice.
Y de forma paralela, siempre en el Torrelavega, como futbolista, como encargado de juventud y como vicepresidente, programando actos culturales, conferencias u organizando los primeros festivales de cine de arte y ensayo (Toñín también fue operador de cine). “Esta Sociedad fue bandera en la transición”, señala, y añade que “el Torrelavega ni se vende ni se compra, está abierta al pueblo y el que la pide, viene, canta y se va”.
Los Centros iban creciendo y “había que hacerlo todo con lo que había, con imaginación y creatividad, y sin dinero porque el Cabildo era muy pobre”. Así, por ejemplo, Soto se inventó la pantalla de Jameos con unos volquetes de camiones, unas tuberías y una tela blanca y luego se adquirió una máquina de cine profesional. Y en los Jameos, recuerda, Ramos, se pudo ver a orquestas sinfónicas, el ballet ruso y espectáculos de gran entidad.
Hoy ese auditorio no está abierto y los Centros no pasan por su mejor momento, pero Toñín es optimista y cree que el auditorio podrá abrir el año que viene y atraer congresos y convenciones de empresas, que serán importantes para su economía. Dice que la mayor parte de los trabajadores sigue trabajando “con más ilusión que nunca” y que tienen conciencia de dónde trabajan y son buenos profesionales. Toñín es de los que sabe cuándo empieza pero no cuándo termina de trabajar y destaca el cariño con que los trabajadores tratan a los Centros. “Aquí las piedras las cuidamos”, dice, porque “tratar a los Centros no es fácil: No son un hotel, ni un Parador, ni un restaurante… son lugares naturales. Desconocemos ese mundo pero lo mimamos y no se pueden tratar como una empresa normal y corriente”, asegura.
Ramos es crítico con la situación actual de la Isla y espera que se medite y se apoye el mensaje de Manrique, “porque estamos medio perdidos en arquitectura, paisaje, en todo, y confundidos, pero esto pasará y volveremos a retomar el camino. Lanzarote necesita unirnos todos y sacar la Isla adelante, con todos los problemas que hay… para llegar a un puerto de futuro”.
Comentarios
1 Belén Dom, 15/09/2013 - 23:58
2 Antonio gonzale... Dom, 22/09/2013 - 10:00
3 Antonio gonzale... Dom, 22/09/2013 - 10:02
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