Homeopatía: la moda de la sinrazón
“La homeopatía en EE UU tendrá que advertir de que no funciona”, rezaba un titular de prensa recientemente. Entonces, ¿por qué la recetan tantos médicos y se vende en farmacias? ¿Por qué conocemos a mucha gente que la usa?
La homeopatía la inventó Samuel Hahnemann en el siglo XVIII, cuando la medicina era poco más que sangrías y rezos. Un día se le ocurrió su ley de la similitud que dice que una sustancia capaz de producir una serie de síntomas en una persona sana es también capaz de curar síntomas semejantes en una persona enferma, administrando esa sustancia en dosis mínimas. Estas dosis mínimas se preparan diluyendo muchas veces un producto original. Por ejemplo, recojan ustedes un hígado y corazón de un pato de Berbería. Pónganlo a macerar en jugo pancreático y en cuarenta días tendremos la tintura madre. Rellenan otro recipiente con agua pura, añaden en él una gota del extracto anterior y agitan vigorosamente. Luego, vacían el recipiente y, sin limpiarlo, lo vuelven a llenar de agua y repiten la agitación. Así hasta 200 veces. Ahora, sobre unas píldoras de lactosa añaden una gota de la última dilución. Listo: ya tienen el famoso Oscillococcinum, de venta en farmacias, contra la gripe, al precio de unos 25€ las treinta pastillas. ¿Sorprendidos?
Esta dilución se denomina de Korsakov y la dilución resultante se denomina 200CK. Otro tipo de dilución utilizada en homeopatía es la centesimal, que consiste en diluir cada vez en proporciones 1/100 (una parte de tintura original en 99 de agua o alcohol). Por ejemplo, diluir 30 veces (bastante habitual) da una dilución 30CH. La química nos dice que en la dilución número 12 ya no queda ninguna molécula original: algo así como si una gota de tintura original se perdiera en un volumen igual a dos veces el de todos los océanos.
Para justificar el efecto terapéutico en ausencia de principio activo, los homeópatas recurren a la memoria del agua. Fieles al vitalismo precientífico (la vida no es materia, sino una fuerza vital imperceptible), al agitar las diluciones, las moléculas de principio activo dejarían su impronta en el agua, que la conservaría aun en ausencia de ella. Jacques Benveniste afirmó haber demostrado este fenómeno en 1988, pero su trabajo no pudo ser replicado, demostrándose posteriormente que había cometido fraude.
Tras más de doscientos años sin descubrir nada nuevo (sin descubrir nada, de hecho) ahora se recurre ridículamente a la mecánica cuántica o a las nanopartículas para justificar el efecto. Cito a un médico homeópata, Guillermo Basauri: “Los que decís que la homeopatía no es científica os apoyáis en conceptos y argumentos del siglo XIX. Hoy, la ciencia que explica cómo funciona el Universo es la física cuántica”.
Los principios terapéuticos homeopáticos tampoco están validados de ningún modo. Pueden ser de origen animal, vegetal o mineral. Algunos son la cafeína, que diluida cura el insomnio; el extracto de sauzgatillo, para tratar la impotencia masculina y la frigidez femenina; existen remedios para curar los tumores cerebrales, y también diluciones de arsénico para, bueno, casi todo: la ansiedad, el pesimismo, enfermedades respiratorias, gastroenteritis, y más. También existen remedios homeopáticos contra el virus del Ébola y la malaria. Se indica para el virus del papiloma humano, ya que, al parecer, potencia la capacidad de curación del cuerpo. Se dispone, asimismo, de homeopatía para curar la homosexualidad (aunque nada dicen de remedio para curar a los que piensan esto), y también puede diluirse el muro de Berlín, “para aliviar la opresión en cualquiera de sus formas”. Hay hasta homeopatía para animales (para la ganadería ecológica, por ejemplo) y para uso agrícola (agrohomeopatía). Hahnemann decía que todo en la naturaleza se podía homeopatizar. La homeopatía no tiene límites. La propia web de la Sociedad Española de Medicina Homeopática (se trata de una versión caché de su web) afirma, sin ruborizarse: “Los medicamentos homeopáticos están indicados para tratar cualquier enfermedad ya sea aguda o crónica”. En su versión actual, dicha web propone lo mismo, pero con otras palabras, para dar una apariencia más "razonable".
Pero, en fin, puede que no sepamos explicar cómo, pero quizá sí funciona. ¿Qué dicen la ciencia al respecto? Famosa es la revisión publicada por The Lancet en 1997 ("Are the clinical effects of homeopathy placebo effects? A meta-analysis of placebo-controlled trials") que concluyó que “no hay suficiente evidencia de que la homeopatía fuera claramente eficaz para cualquier condición clínica”. También ponía de manifiesto que los estudios que se hacían sobre homeopatía eran defectuosos, que era imposible saber si estaban inventados o no y que muchos de ellos estaban hechos por simpatizantes de esta disciplina. Otras revisiones publicadas posteriormente llegan a la misma conclusión (por ejemplo, "Are the clinical effects of homoeopathy placebo effects? Comparative study of placebo-controlled trials of homoeopathy and allopathy", "Impact of study quality on outcome in placebo-controlled trials of homeopathy", "Evidence of clinical efficacy of homeopathy. A meta-analysis of clinical trials", ): la homeopatía no difiere, en el mejor de los casos, de un placebo. Los estudios individuales que dan resultados positivos poseen graves problemas metodológicos, aspecto muy bien documentado por informes sobre el asunto. Por supuesto, existe la posibilidad de que, por azar, una parte de los estudios, sobre todo si son deficientes, den valor a la homeopatía, y serían sólo estos los que se publican en lo que se conoce como sesgo de publicación, un problema endémico de las revistas dedicadas a las llamadas medicinas complementarias.
Por otra parte, la Organización Médica Colegial recordó en su momento que el médico está obligado “a emplear preferentemente procedimientos y prescribir fármacos cuya eficacia se haya demostrado científicamente”. En 2013 recordaba que las "terapias no convencionales tienen que demostrar o avalar científicamente su eficacia ... y seguridad". Tres sociedades españolas, la de Farmacia Familiar y Comunitaria, la de Farmacia Hospitalaria y la de Farmacéuticos de Atención Primaria, también se han posicionado contra esta pseudoterapia. Sólo la Agencia Española del Medicamento y la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (con un sonrojante "decálogo" en su web) quedan por emitir algún pronunciamiento al respecto. ¿Es ético poner en riesgo la vida de pacientes que podrían abandonar tratamientos convencionales, malgastar recursos económicos o utilizar placebos que engañan?
De informes elaborados por instituciones gubernamentales se desprenden conclusiones idénticas. El del parlamento español de 2011 indica que “la homeopatía no ha probado su eficacia”. El Comité de Ciencia y Tecnología del parlamento británico, en 2010, recomendó que, dado que la homeopatía no era mejor que el placebo, debería dejar de financiarse. Especialmente claro es el Consejo Nacional de Salud australiano: “Las personas que elijan la homeopatía pueden poner su salud en riesgo si rechazan o retrasan tratamientos para los cuales sí hay buena evidencia de seguridad y efectividad”. Una búsqueda en Google de “muertes homeopatía” da una idea de lo que puede pasar si se abandonan los tratamientos convencionales.
En España, la Universidad de Barcelona cancelaba este año su máster en homeopatía “por falta de base científica”. En rueda de prensa convocada en su defensa, la directora general de Boiron, Valérie Poinsot, espetó a los asistentes: “los pacientes no necesitan la evidencia científica de un medicamento”. Cursos similares han sido suprimidos en los últimos tiempos por la indiscutible razón de que la homeopatía es una pseudoterapia con principios absurdos, místicos y falsos, y que no debe ser enseñada en plano de igualdad con otras disciplinas con evidencia demostrada.
El uso más extendido de esta pseudoterapia tiene lugar en enfermedades muy inespecíficas, como dolores osteoarticulares, problemas psicosomáticos, dolencias que remiten espontáneamente o estacionales (catarros, alergias).Cuando se utiliza en enfermedades graves, suele combinarse con tratamientos convencionales, de modo que si hay éxito se atribuye a lo homeopático. El paciente, en ambos casos, tiene la sensación subjetiva de que han sido estas pócimas las responsables de su mejora, estableciéndose una falsa relación de causalidad. Trabajos en psicología experimental demuestran, además, quela ausencia de efectos secundarios de una terapia no efectiva facilita el desarrollo de una creencia en su efectividad.
En cuanto a la venta en farmacias, Fernando Frías, abogado experto en este tema, comenta que la supuesta obligatoriedad de expender estos productos es falsa (él mismo tiene artículos muy extensos sobre el tema, pero aquí se puede ver una visión general del asunto). La ley obliga a que todos los medicamentos demuestren sus propiedades terapéuticas. Pero existe un grupo de “medicamentos especiales”, entre los que están los homeopáticos, y estos son los únicos que pueden ser comercializados sin demostrar esa validez. Además, hasta la fecha, de los más de 19.000 productos homeopáticos, ¡solo 5 están autorizados!; el resto, se podría decir que son de venta ilegal y sancionable. Así, la confusión es total: médicos que la recetan, farmacéuticos que la venden y productos que se autodenominan “medicamentos”.
En conclusión, lo que va a ocurrir en EEUU no debería sorprender, sino que debería ser la norma. Si un producto se vende como terapia, esta debe estar demostrada. Y si no lo está, deja de ser medicamento para ser otra cosa. Pseudoterapias tan absurdas como esta deberían haber caído en el olvido hace mucho tiempo.
Comentarios
1 Antace Jue, 19/01/2017 - 17:22
2 zet1 Vie, 20/01/2017 - 00:50
3 zet1 Vie, 20/01/2017 - 00:59
4 Vicente Sáb, 21/01/2017 - 22:08
5 zet1 Lun, 23/01/2017 - 04:20
6 Vicente Lun, 23/01/2017 - 23:44
7 Gárgaras Mié, 25/01/2017 - 17:22
8 Pedro Jue, 26/01/2017 - 08:10
9 Anónimo Lun, 30/01/2017 - 19:56
10 Grr Jue, 02/02/2017 - 03:09
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