El Parque Natural y la Reserva Marina son un ejemplo único de biodiversidad pero conviven con amenazas como la pesca furtiva, la presión turística, el aumento de vehículos o la posible anulación de su planeamiento. El Parque Natural del Archipiélago chinijo y la Reserva Marina ocupan un espacio inmenso difícil de vigilar. Las amenazas al medio ambiente son muchas y los medios son pocos.  Diario de Lanzarote acompaña a una de las embarcaciones de medioambiente del Cabildo

A las nueve de la mañana llega al puerto de Órzola una de las dos embarcaciones del servicio de medioambiente del Cabildo de Lanzarote, el 'Roque Prieto', cedida hace unos meses por el Gobierno de Canarias para llevar a cabo la vigilancia en la Reserva Marina y en el Archipiélago chinijo. Ha hecho una parada en Montaña Clara y desembarca a Marta Cruz, bióloga de la Universidad de Barcelona, y a su ayudante. Llevan 25 días sin salir del islote, estudiando de noche al petrel de bulwer, un ave marina que sólo pisa tierra una vez al año, en la época de cría, y elige para ello Canarias y Azores.

Esta Universidad estudia a esta especie, y también a las pardelas cenicientas, desde hace diez años. Anillan algunos ejemplares, y así, cuando los vuelven a ver al año siguiente, descubren en qué lugar han estado y cuáles son sus rutinas. Los investigadores pasan tres meses en el islote, y este año han descubierto que las musarañas también son uno de los enemigos del petrel. Cruz señala que en las costas de Montaña Clara “hay mucho plástico y restos de petróleo de la limpieza de las bodegas de los barcos”. “Los mares se están muriendo”, asegura.

La jornada no ha hecho más que empezar para el 'Roque Prieto', que a veces hace de taxi para investigadores de esta y otras universidades que centran sus estudios en Montaña Clara o Alegranza, dos joyas de la biodiversidad en Canarias. El barco zarpa de nuevo. El patrón es David Duarte, vigilante del Cabildo y reciente concejal de festejos en Arrecife. Al pie del Risco desfilan la momia, primero, y la Fuente de Gusa, donde iban los gracioseros a por agua, después. En esa zona también hay mucho plástico como en todas las costas, pero Gesplan y WWF realizan limpiezas periódicas.

Otro lugar de acumulación de plástico y residuos es la Playa del Ámbar, en La Graciosa, adonde hace años llegó incluso un misil de unas maniobras en el Estrecho de Gibraltar. La embarcación pasa después por las chozas que el Ayuntamiento de Haría solicita que se declaren Bien de Interés Cultural. Son, sin embargo, uno de los puntos calientes de la zona. En verano se juntan, en ocasiones, cuarenta o cincuenta personas que se dedican a la pesca furtiva. “Suponen un riesgo tremendo, lo dejan lleno de porquería, entierran la basura, fondean donde no se puede...”, señala Duarte, que considera que es el punto más negro de la Reserva.

“La imagen de La Graciosa como isla marinera se deteriora cada vez más; se va pareciendo más a un destino turístico cualquiera del mundo”

Los furtivos se instalan en agosto y alargan la estancia hasta mediados de noviembre. Llevan motores de gasoil, neveras, hacen hogueras (que están prohibidas)…. Las chozas, por otra parte, han ido creciendo. Hace años no estaban techadas y ahora no sólo tienen techo sino también puertas y ventanas. Los furtivos, tanto esos como otros, utilizan fusiles y trasmallos, que colocan buceando. Algunos cuentan con colaboración desde arriba del Risco. Hay una persona, con prismáticos, cuya misión es vigilar a la embarcación para avisar de que se encuentra suficientemente lejos para poder pescar.

Los furtivos no son el único problema en el Parque Natural. Los vigilantes han encontrado desde un barco cargado de perros de caza, hasta personas con palas y azadas para quitar los matos para los conejos o bidones con sustancias tóxicas flotando en el agua. La Reserva marina es la más grande de Europa y la vigilancia no es suficiente. El Cabildo tiene dos embarcaciones, la empresa Tragsa tiene una, el “Isla de nubes”, pero hace menos salidas y sólo llega a los límites del Parque, mientras que el Cabildo llega hasta Caleta Caballo. El Seprona, por su parte, no cuenta con embarcación propia y utiliza la de Fuerteventura o se sube a otra embarcación.

Aun así, el año pasado tramitó más de 200 denuncias por infracciones contra el medio ambiente en el Archipiélago chinijo, principalmente por excursiones ilegales y por el famoso asadero de pardelas en Alegranza. Pasada Punta Fariones hay un pescador artesanal, con anzuelo y a cordel. “A los artesanales habría que hacerles un monumento”, señala el patrón del Roque Prieto. El pescador es conocido. Lo saludan y sigue el rumbo. En Montaña Amarilla hay unos cangrejos moros bregando con la costa. El barco se ha acercado a escasos metros de las rocas, algo que no pueden hacer otras embarcaciones de vigilancia, por su calado o su inexperiencia.

“En verano, algunos visitantes aprovechan para coger lapas o burgaos...”, dice Duarte. Está prohibido pero también se hace. Hay parada en Caleta de Sebo. Por el varadero y la calle de atrás pasan vehículos a todas horas. Es uno de los graves problemas de la Isla. Lo dice la concejal Alicia Páez, que señala que en el Plan Rector de Uso y Gestión del Archipiélago Chinijo (PRUG), del año 2006, sólo se contemplan dos licencias para taxis, aunque ya había muchos más vehículos. “Hay demasiados coches y hay que disminuir el número”, dice.

Coincide en ese diagnóstico Miguel Páez, dinamizador del Consejo de ciudadanía, aunque habla a título particular. Dice que el pueblo ha perdido en seguridad porque hay cerca de 300 coches por sus calles.  Alicia Páez señala que uno de los grandes problemas en la Isla es el propio PRUG, porque no recoge la realidad de La Graciosa, sobre todo los alojamientos turísticos, que es ahora la principal fuente de ingresos de Caleta de Sebo, aunque también hay otros problemas, como la extracción de áridos y algunas excursiones ilegales. “La mayor parte de las actividades que se hacen en La Graciosa no las contempla el PRUG”, asegura.

Los vehículos es uno de los problemas: “Hay demasiados coches y hay que disminuir el número”, dice la concejal Alicia Páez

El Plan también contemplaba la creación de un Consorcio como órgano para llevar el control de la gestión de todo el Parque Natural pero no se ha puesto en marcha. Hasta ahora sólo se cuenta con los estatutos y nada más. Hay cuatro administraciones implicadas y se tienen que poner de acuerdo para ceder las competencias de cada una y para la financiación.

Por su parte, Miguel Páez coincide en que una de las reclamaciones principales es la de cambiar el PRUG. También advierte de otra circunstancia: “La imagen de la Graciosa como isla marinera se deteriora cada vez más; se va pareciendo más a un destino turístico cualquiera del mundo”.

No hay buena mar para ir hasta Alegranza, así que el Roque prieto sigue hasta Pedro Barba. El camino, en la zona de Piedra Alta, Caletas chicas y Caletas grandes, está repleta de pescadores, desde tierra. En Pedro Barba hay bañistas y personas tomado el sol. Las casas de este núcleo tienen agua corriente pero no tienen saneamiento, como el que ya se ha aprobado por fin para Caleta de Sebo, otro de los grandes problemas de la Isla ante el aumento del número de visitantes.

En La Graciosa viven unas seiscientas personas, pero la presión de los turistas aumenta muchísimo cada año. A pesar de que se ha multiplicado la oferta alojativa, es difícil encontrar alojamiento con poca antelación e imposible en algunas fechas como Semana Santa, verano o la Travesía a nado.  En 2015 pasaron por el Puerto de La Graciosa más de 400.000 viajeros, la gran mayoría, más de 325.000, en barco regular y unos 80.000 en excursiones organizadas. El aumento de pasajeros entre 2015 y 2014 fue de más del treinta por ciento y suponen algo menos de la mitad de los que pasan por el Puerto de Playa Blanca, que conecta con Fuerteventura.

El barco, finalmente, vuelve a Órzola, y la tripulación aprovecha para destacar que el año pasado recuperaron 58 pardelas, que hace dos años llevaron a tierra a una ballena varada o que salvan a muchas tortugas atacadas de forma sibilina por un cangrejillo que no las deja vivir en paz.