Ana Carrasco

Lo invisible

En estos tiempos de máxima incertidumbre, de desasosiego económico y social, de conspiraciones múltiples, el planeta que nos acoge sigue girando. Él también está en crisis. Su crisis, climática y ecológica, es inherente a la especie más "inteligente" que lo habita; es más, ha sido propiciada por ella. Su crisis es nuestra crisis y viceversa, no podría ser de otra manera, la vida es, ante todo, una genuina interdependencia. Sirva de ejemplo, el oxígeno que ahora respiras lo han producido los árboles, las plantas, las algas, el plancton. Sin él morirías. No existirías, de no ser por las plantas.

Pero, lamentablemente, es invisible el proceso por el cuál la planta, el árbol, emite oxígeno a la atmósfera, no vemos su proceso fotosintético, ni el oxígeno, ni el CO2 contaminante que absorbe. La naturaleza es discreta, quizás haya sido eso, entre otros factores, lo que ha hecho que restemos importancia a los seres vivos que nos dan la vida. La transparencia nos despista, tampoco vimos venir los perjuicios de un material translúcido como el plástico.

Veamos al árbol: hemos evolucionado sobre ellos. Hasta el otro día vivíamos en sus ramas, comíamos sus frutos y sobre ellos nos convertimos en omnívoros. Miremos nuestro pulgar; hace solo 300.000 años que el ser humano se alejó del árbol para erguirse sobre las sabanas y recorrer mundo.

Veamos al árbol: es el ser vivo con mayor tamaño, el más longevo. Nos da sombra, fija el CO2 contaminante; es más, su estructura es pura acumulación del mismo. Fija nitrógeno, depura el agua, regula el clima, las precipitaciones y los recursos acuíferos. Evita la erosión del suelo, genera lluvia, refresca el aire. Produce madera y alimentos.

Veamos al árbol: son múltiples las investigaciones que correlacionan la presencia del árbol con nuestro bienestar. Y es que, el árbol, también tiene esa capacidad de generar efectos positivos en nuestra mente. Corraliza, Beruete, Tassin, Mancuso, Hallé nos ofrecen en sus escritos y libros de divulgación, extraordinarios, información sobre los beneficios de los árboles. Se ha demostrado que las personas hospitalizadas se recuperan más pronto si lo que hay tras las ventanas son árboles, que una masa vegetal disminuye el estrés, que el jardín frena nuestra violencia, que los niños aprenden mejor cuando crecen en contacto con la naturaleza. Que los bosques pueden estimular nuestro sistema inmunitario.

Y, si es así, en medio de esta crisis sanitaria, ecológica y social, mientras el planeta gire, lo lógico sería plantar árboles. Flanquear nuestros hospitales y colegios de árboles en vez de aparcamientos, revegetar y revegetar, en vez de asfaltar y asfaltar...imitar a Voltaire, que ya siendo un anciano retirado escribió a sus amigos: "Solo me dedico a plantar árboles: sé que soy demasiado viejo y que no disfrutaré de sus frutos ni de su sombra, pero no veo una manera mejor de ocuparme del porvenir".

Ante ese derroche de generosidad, la de un árbol, lo que resulta sorprendente es que nos moleste barrer sus hojas, que nos enfademos cuando ocupan una plaza de aparcamiento, que los talemos o quememos para especular... Como decía Buda Gautama, "El árbol es un organismo tan generoso que ofrece sombra a quienes van a cortarlo".

No me quiero ir por las ramas, pero volviendo a la invisibilidad, es hora de apreciar la vida invisible que hay a nuestro alrededor, apreciar los lazos invisibles que conforman la trama simbiótica de la vida. Aprender que las plantas, aunque inmóviles, encarnan un modelo mucho más resistente y exitoso que el animal. Porque según el neurobotánico Stefano Mancuso, su organización modular es el símbolo de la modernidad. Y es que "poseen una estructura repetitiva, colaborativa, distribuida y sin centros de mando, capaz de soportar perfectamente depredaciones catastróficas y continuas". En los animales dividir es destruir, en las plantas significa multiplicar.

Mira la planta que tienes en casa. Respira al igual que tú, pero ella absorbe el CO2 que tú exhalas para convertirlo en el oxígeno que inspiras. Coincido con Yayo Herrero, faltan muchos más poemas sobre la fotosíntesis.

 

Ilumíname despacio, le digo a la luz,

necesito apreciar lo que miro.

Háblame despacio, le digo al viento,

necesito entender tu aliento.

Tócame el alma, le digo al mar,

necesito aclarar mi tormento.

Y a la Tierra y al fuego les digo

que son la base del sostenimiento.

Que de la lava surge el suelo.

Y del suelo el verde sustento.

 

Foto: Quinta da Aveleda, Penafiel. Portugal. Agosto 2020
Poema: Ana Carrasco

Comentarios

Bravo Ana¡ gracias
Precioso y oportuno.Muchas gracias ,Ana

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