El término macarra existe, y es uno más de los que engrosan el rico léxico  de nuestra lengua. Algunas de sus acepciones pueden ser la de vulgar, chabacano, achulado u hortera, pero gustándome el adjetivo, el que busco, por atinado, es el de sinvergüenza, porque retrata al que incurre en inmoralidades. También es verdad que se puede ser las dos cosas. Tachar a un colectivo de sinvergüenza es, por tanto, una forma de entender cómo funciona y el por qué es como es lo que sale de sus decisiones.

Da igual que hablemos de jaulas marinas en un espacio altamente sensible, o de una autovía para unos pocos vehículos. Hasta podemos hablar de un escalextric en el municipio de Arrecife, porque eso es lo que es la glorieta elevada que anuncian que van a construir. Y lo hacen cuando en otros lugares desmontan las que  se acometieron décadas atrás por su inutilidad, por su fuerte impacto visual y porque la función que cumple su puede resolver de otro modo.

Todo ello produciría una multitud de impactos y pocos beneficios para el interés general. Eso sí, se obtendrán con su construcción ingentes beneficios económicos  para unos pocos.

Lo de las jaulas marinas ya sabemos lo que supondrá de revés para tres municipios, porque conocemos la experiencia de las que existían en Playa Quemada.

Con la construcción de nuevas vías  en Lanzarote, se responde a una vieja medida para enriquecer a las empresas constructoras, que es la de darle obra pública, o, directamente, inventársela. Las leyendas urbanas siempre han especulado con que parte de ese dinero, que nace con costes muy por encima de los reales, va a parar a muchos bolsillos por el camino.

No es una condición que algo por hacer sea  fruto de una necesidad. Eso da igual, pues siempre se buscará una justificación. Lo que sí parece claro con determinadas obras, en apariencia sobredimensionadas, es que no son necesarias ahora, y no lo serían en el futuro si existiera una voluntad de poner límite al crecimiento vinculado a la actividad turística. Estas vías anuncian lo que no se dice públicamente, que, lejos de parar, de decrecer o de contener, vamos como balas hacia más construcción que albergue más turistas y, por tanto, más población al servicio del sector. Todo esto deja en un espejismo aquel diagnóstico de la anterior presidenta del Cabildo, Dolores Corujo, sobre la capacidad de carga de la isla. Que a nadie le interesa un carajo hablar de los perjuicios que se avecinan con el descontrolado crecimiento, lo muestra los cohetes que lanzan cada vez que se bate el récord de pasajeros que llegan a la isla. A nadie interesa la apuesta por transportes públicos eficientes ni nada que tenga que ver con parar y pensar. 

Sólo si eso es así, se podrá entender la desaforada implantación de superficies de alimentación que no guardan relación con la escala de la isla y con el censo de habitantes. Sólo así, se entendería el empeño en consumir  más suelo para carreteras y apostar por decisiones de gran impacto ambiental. Se preparan para los pelotazos que están por venir, de ahí el silencio de nuestros representantes públicos.

¿Entienden por qué digo que estamos gobernados por una partida de sinvergüenzas o, incluso, de achulados?

Todo ello fruto de la estupidez humana, del negocio de lo público o de ambas cosas.