La revitalización del espacio urbano de Arrecife
LA CIUDAD DESAFORTUNADA
Puestos en la piel de un visitante, y confirmado por muchos de ellos, Arrecife es una ciudad fea. La aseveración no es producto de una falsedad que, por repetida incesantemente, se convierte en una verdad. Es una certeza papable y una evidencia, similar a lo que le sucede a Puerto del Rosario (Fuerteventura). No sabemos cuál de las dos cuenta con más boletos ganadores.
No siempre fue así, pues es la acción humana, tanto como la inacción, lo que motiva este resultado al que, aunque acostumbrados, deseamos poder cambiar. Nuestros visitantes, atraídos por el destino Lanzarote, acaban recalando en la capital, pues cuando se carecen de referencias es lógico que el recorrido turístico nos conduzca hasta ella, o, simplemente, que se reserve una jornada para descubrir qué nos puede deparar una ciudad cuyos orígenes se remontan al siglo XIV.
La ciudad, a la que sus habitantes soportan como a un hijo descontrolado, y a la que los visitantes consideran prescindible, se mueve con torpeza en este milenio. Dado que la historia está narrada y los actores identificados, convendría hablar de las soluciones. Es cierto que conviene recordar cómo se ha llegado a estos niveles de desafección e indagar en las causas, pero si no se aporta alguna posible solución, ni el regodeo en nuestra fealdad nos sacará del agujero, ni tampoco la identificación de los culpables. Igualmente, la negación de la evidencia nada va a cambiar. Nadie va a creer que es una ciudad, ni tan siquiera, estéticamente aceptable.
EL ESCENARIO
Merece, por tanto, situar este artículo, solo en un término, “el escenario”. La ciudad es escenario de todo lo que acontece, de nuestro paseo y de las fotos de la niñez, desde hace pocos años, de la vida que bulle en las terrazas. Arrecife es nuestra conversación en la calle, los conocidos, los amigos con que nos tropezamos ante sus casas. De fondo, a modo de telón, la ciudad, esa mixtura de calles viejas, nuevas y envejecidas; de casas nuevas, viejas a la vez que envejecidas, de nuevos edificios sin interés; del hermoso litoral contrapuesto a la urbe deshonrada. Arrecife es lo precario, lo que sobra, y como alguien ya dijo, “carece de periferia, pues es periferia toda ella”. Esta ciudad define sus perfiles edificados como un electrocardiograma: arriba, abajo, en medio, horizontal, arriba, abajo….
Todo ello conforma la ciudad, un entorno urbano sin urbanismo.
Es cierto que van sucediendo cosas, y que las acciones públicas parecen querer conducirse en una dirección diferente, aunque sin convencimiento, en una suerte de exploración de posibilidades. Sin proyecto, en un “vamos a ver”, abandonados a las decisiones de personas inexpertas o poco atentas.
No es objeto de este artículo tratar las otras evidencias, las del deterioro de las infraestructuras o la carencia de ellas, las de los déficits, democráticos y de los otros. No merece la pena hablar del patrimonio perdido o abandonado, de las aceras que no existen ni los solares que proliferan por esta suerte de ciudad bombardeada que espera a que el suelo valga mil veces más y hacer el negocio. Eso es también Arrecife, pero no es ese escenario el que propongo cambiar aunque hay que cambiar.
¿UNA CIUDAD HERMOSA?
Esta experiencia no es un invento de nadie a quien conozcamos, ni es una búsqueda histórica de la naturaleza a la que domar y trasladar al lugar en el que transcurre nuestra vida. La acción no es la tímida plantación de un árbol en alguna acera, en un trozo de calle o en una esquina que humanizar. No es contratar a sesudos urbanistas que nos digan lo que ya sabemos y le hemos contado, que hace falta una ciudad amable. No invito a decorar solares ni a convertir los huecos de la ciudad en lugares por los que ver el mar, acaso para no mirar este escenario. No aspiro a que se repavimenten calles. No deseo parques de ochenta mil euros, presupuesto que ni entiendo ni comparto. Detesto la pérdida de oportunidades y de recursos públicos para caros proyectos sólo de aceras, a la altura de nuestros pies, ¿y nuestros ojos?, ¿dónde miran? No aspiro a que se detenga el debate del tráfico rodado, ni cerrar ningún otro debate, en todo caso, quizás iniciar uno nuevo.
La experiencia de los árboles en la ciudad persigue una intención que va más allá de pretender que la naturaleza se haga presente. No es este el fin, sino el medio. El fin es que enormes hileras de árboles ocupen las aceras, todas las aceras de todas las calles, y que este nuevo frente que se dispone sobre el viejo escenario, sea el nuevo escenario para la nueva ciudad.
Los árboles ocultarán las alturas que conviven en la calle y que almenan el cielo, diluirán el despropósito de la mala arquitectura, matizarán las calvas en la ciudad, las tapias, la falta de mantenimiento de los inmuebles, nos evitará el desagrado que hoy es Arrecife pues un nuevo escenario se erigirá ante el anterior. Nos engañarán, incluso, ante los agujeros de nuestra memoria. Los árboles, a mansalva, compactarán, la ciudad, la igualarán y diluirá fronteras reales e imaginadas entre todas las partes de la ciudad. Si observamos detenidamente algo ya se ha iniciado, sin intención, de forma casual, sin proyecto.
No es más que eso. No es plan general, ni tan siquiera ordenanza. Es voluntad. Es el deseo, rápido, sostenible y barato, de darle una vuelta a esto de una vez por todas. De paso, la anhelada sombra, la mejora de la calidad ambiental, de la percepción del espacio público. Y, acaso, en pocos años, un turista en Bremen a su regreso de Lanzarote, aunque no tenga muy claro como es la capital de la isla, podría acertar a decir: “…pero es una ciudad muy hermosa porque está llena de árboles”.
Lo habremos conseguido. Sin cambiar absolutamente nada.
ENTRETANTO
Mientras, los vecinos ven movimiento en muchas calles, que parece obedecer a que el peatón se haga presente en la ciudad y que los vehículos no protagonicen el espacio público. Las aceras se ensanchan, es evidente, el ciudadano gana enteros, pero las obras finalizan descorazonadoramente, y ello, porque no hay una hilera de árboles que, en mis sueños, acompañen nuestra vida. Cientos de metros de flamantes aceras sin árboles que, de haberlos puesto, casi con el mismo presupuesto empleado, podría haber sido el comienzo de un nuevo escenario para esta ciudad. ¿En mis sueños?
Comentarios
1 JOSE GONZALEZ Vie, 16/12/2016 - 08:44
2 Carolina Vie, 16/12/2016 - 09:20
3 Harto Vie, 16/12/2016 - 10:01
4 Flâneur Vie, 16/12/2016 - 10:06
5 A.P. Vie, 16/12/2016 - 16:02
6 ciudadano Vie, 16/12/2016 - 16:41
7 Harto Vie, 16/12/2016 - 20:16
8 León Vie, 16/12/2016 - 21:31
9 Fede Sáb, 17/12/2016 - 08:14
10 Gracias Sáb, 17/12/2016 - 20:54
11 Marlen Dom, 18/12/2016 - 07:38
12 El Follonero Dom, 18/12/2016 - 11:36
13 NOTA Dom, 18/12/2016 - 11:45
14 Baudelaire Dom, 18/12/2016 - 16:21
15 Flâneur Lun, 19/12/2016 - 13:23
16 A.P. Lun, 19/12/2016 - 14:50
17 Flâneur Lun, 19/12/2016 - 17:18
18 A.P. Mar, 20/12/2016 - 06:37
19 Flâneur Mar, 20/12/2016 - 09:18
20 A.P. Mar, 20/12/2016 - 12:34
21 Flâneur Mar, 20/12/2016 - 14:59
22 A.P. Mar, 20/12/2016 - 17:07
23 Baudelaire Mar, 20/12/2016 - 17:18
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