Ana Carrasco

La Complejidad y el Doctor Olea

Saboreo la gota de vino que castiga mi hígado. Me comporto como criminal de mi propio órgano, ese de enorme tamaño y tan importante que se encarga, entre otras funciones, de eliminar las toxinas de mi sangre. E imagino el baile divertido y dramático de las toxinas alcohólicas y otras, a saber cuáles, en el sistema dinámico y complejo que es mi cuerpo.

Sorbo a sorbo, pienso en la estadounidense Donella Meadows, que murió más o menos a mi edad, y en el granadino Nicolás Olea, que visitará Lanzarote por segunda vez invitado por la Reserva de la Biosfera. Ambos, científicos, investigadores, los dos; estudiosos de la complejidad.

Ella se enfrascó en analizar y estudiar los sistemas dinámicos complejos. Aquellos, según wikipedia, compuestos por varias partes interconectadas o entrelazadas cuyos vínculos crean información adicional no visible antes por el observador. Sí, información no visible antes por el observador.

Nicolás Olea, catedrático de la Universidad de Granada, pone su alma y tesón en descifrar cómo afectan a nuestra salud los tóxicos que se encuentran en el ambiente. Su reciente libro “Libérate de tóxicos”, profundiza en la disrupción endocrina, que es el proceso por el cual algunos compuestos químicos sintéticos interfieren en la señalización hormonal.

La exposición a determinadas sustancias químicas contenidas en los alimentos, cosméticos, bebidas, plásticos, envases, agua, están alterando el equilibrio del sistema hormonal, incrementando ciertos tipos de tumores como el cáncer de mamá, provocando infertilidad, hipotiroidismo o diabetes.

Donella dejó escrito que antes de perturbar en forma alguna un sistema complejo, miráramos cómo se comporta. Que “la mentalidad del mundo industrial supone que hay claves para la predicción y el control a través del análisis y modelos de sistemas”. Pero los sistemas dinámicos complejos son impredecibles. “No podemos controlarlos ni desentrañarlos por completo”.

Lejos de aprenden la lección, seguimos jugando con la complejidad y poniendo en circulación nuevas sustancias sintéticas... Y no hay causas simples, no hay un solo efecto, el mismo producto puede alterar un sistema u otro, puede causar varios sucesos, según la dosis. La gran mayoría de los productos químicos que están en el mercado nunca fueron probados para detectar sus propiedades endocrinas. Ni siquiera, a día de hoy, sabemos a cuántos compuestos disruptivos hormonales estamos expuestos.

Nicolás Olea y su equipo han realizado durante décadas importantes contribuciones acerca de la disrupción endocrina. Y vuelve a Lanzarote a explicarnos sus recientes investigaciones, a enseñarnos cómo liberarnos de los tóxicos.

Termino la copa de vino y brindo por Olea y su equipo. Pero también por Donella Meadows, co-autora del Informe Meadows que tantos ambientalistas aplaudieron porque fue el primer informe, firmado en 1972 por el Club de Roma, sobre los límites del crecimiento. Sus previsiones sobre la sostenibilidad de la vida en el planeta fueron tratadas como alarmistas, pero 40 años después, sus pronósticos han ido cumpliéndose, según vimos en el seminario ConCiencia celebrado en noviembre de 2018 en Lanzarote.

Brindo por la coherencia y moralidad de los dos investigadores, y me quedo con la siguiente frase escrita por Donella poco antes de morir: “Vivir con éxito en un mundo de sistemas requiere de nosotros más que la mera habilidad de calcular. Requiere la totalidad de nuestra humanidad: nuestra racionalidad, nuestra capacidad de distinguir la verdad de la falsedad, nuestra intuición, nuestra compasión, nuestra imaginación y nuestra moralidad”.

Donella en su último trabajo puso este ejemplo de interacción: “Los intereses a largo plazo de tu hígado requieren de la salud a largo plazo de tu cuerpo”. No me sirvo la segunda copa de vino, la reservo para brindar con Nicolás Olea el lunes 13 de enero después de la conferencia que impartirá en el Cabildo de Lanzarote a las 19.30 horas. Quedan invitados.

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