El altruismo se encontró con la amistad
Hay episodios de la vida cotidiana, aparentemente insignificantes, que nos dan un toque de reflexión mientras las prisas del día a día y el maremágnum de la supervivencia siguen imparables consumiendo gran parte de nuestro tiempo y felicidad.
Con menos de un día de diferencia me topé este fin de semana con dos hechos que me centraron en el valor de las relaciones afectivas sustentadas en el compromiso de grupos de personas que hacen piña para conseguir objetivos, y hacerlo de forma incondicional, leal y solidaria, sin más.
En ecología, el altruismo está definido como el fenómeno por el que algunos genes o individuos de la misma especie benefician a otros a costa de sí mismos, y en el sentido más humano traduce la diligencia en procurar el bien ajeno a costa del propio. Difícil ahora en esta sociedad donde casi todo tiene un precio y motivado por el juego de intereses, pero hay “especies” hechas de otro material, de otra sensibilidad, de otro sentir, que hasta nos parecen increíbles.
El viernes estuve hablando un buen rato con uno de los voluntarios de Protección Civil Yaiza poco después de haber recibido, como cuarenta más de sus compañeros, una medalla institucional de recordatorio a la máxima distinción municipal, la Medalla de Oro, otorgada a la Agrupación, en septiembre de 2021, por la atención a la ciudadanía, con más de 11.000 servicios prestados en los tiempos más críticos del covid 19, sin importar el riesgo que supuso para sus vidas y para la de sus familias esa entrega totalmente altruista a la sociedad.
Con el sabor agridulce de la alegría y emoción por el reconocimiento público y de la tristeza al cuestionar si la pandemia nos había servido de algo para abrir los ojos y la mente sobre el sentido de la vida y la convivencia, compartimos opinión: somos ahora mucho peor sociedad, que tampoco quiere decir que seamos poseedores de la absoluta verdad.
Aparte del terrible aumento de las desigualdades y la injusticia social, las informaciones que manejamos a diario y los hechos y comportamientos mezquinos que palpamos nos catapultan a seres más egoístas y poco empáticos con los problemas de los demás, vamos, vigencia eterna de la ley del embudo. Declive preocupante de los derechos que garantiza la Constitución.
En medio de la selva y del sálvese quien pueda, están voluntarios como los de Protección Civil, el voluntariado de las ONGs dedicadas a salvar vidas de inmigrantes en el mar o mujeres y hombres que sirven en comedores sociales, que atienden a los desfavorecidos de las colas del hambre, que nos dan, todos ellos y ellas, un aliento de esperanza.
El sábado me fui para un partido de fútbol de la Liga Juvenil Interinsular invitado por mi hijo y colegas suyos que formaron parte del Unión Sur Yaiza que consiguió el año pasado el ascenso a dicha categoría. El Yaiza ganó 1 - 0 al Club Deportivo 35600 de la isla vecina de Fuerteventura, tres puntos claves en su objetivo de mantenerse en la categoría.
Vivimos el partido con intensidad y sufriendo a pie de campo y luego nos fuimos al vestuario a felicitar a los chavales, pero resulta que los chavales que acababan de ganar también hicieron partícipes del triunfo a esos jóvenes como ellos, solo uno o dos años mayores, que ya no están en el equipo por edad o por estar estudiando fuera de Lanzarote, pero que igual siguen sintiendo como propios el escudo y los colores. La foto de familia de todos en el vestuario, los abrazos entre unos y otros y las relaciones interpersonales más que cordiales fue todo un regalo y sobre todo una gran lección de afecto y amistad.
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