Samuel Clavijo

Al límite. Destino turístico (y casa común) con vocación de despojo

Cada vez se implantan más superficies de alimentación y crece la oferta de una gran diversidad de productos. Nunca parece suficiente para la población que vive en la isla ni para los visitantes que optan por pasar largas temporadas en ella.

Las viviendas ya no acogen trabajadores, ya sean sanitarios, docentes, albañiles o del sector de la hostelería. Todo va destinado al alojamiento vacacional, tal que si no necesitáramos a nadie que atienda los servicios que demandamos.

La implantación de una aparente desmedida oferta del sector de la alimentación, parece que se realiza no sólo para los que ya vivimos aquí, sino para lo que parece avecinarse. Es como si las grandes corporaciones conocieran que esto no sólo no va a parar de crecer, sino que se va a multiplicar exponencialmente.

Desde el sector turístico se sigue poniendo el acento en los récords de visitantes y se aplauden las estimaciones de más crecimiento, como si tan frágil espacio fuera capaz de acomodarlos a todos. Lejos de desmarcarse, el Cabildo tolera sin sonrojo la falta de contención, el logro de mayor número de visitantes, el de las pernoctaciones, el de los aviones que llegan...

Las mega estructuras que construir para sostener los tendidos eléctricos son la respuesta a que las empresas eléctricas manejan la misma información y es que ni vamos a ser sostenibles en producción de energía, ni se espera que esto pare ante la avalancha que se avecina en forma de aumento de la población y del turismo.

Los únicos que aparentan vivir en una aparente inopia son los dirigentes públicos, que debe saber lo que se avecina y lo callan para no generar alarma social. Somos incapaces de absorber los residuos que generamos y más pronto que tarde, tendremos que habilitar un nuevo cono volcánico donde ocultar el fruto de nuestra riqueza en forma de residuos.

Cuando hablamos de que el peso turístico de la isla puede mejorar, mucho me temo que de lo que estamos hablando no es del prestigio del destino turístico sino de un incontestable sobrepeso.

Como los asuntos del ornato resultan opinables para todos los agentes, cualquiera decide colocar piedras blancas en las rotondas y hasta para decorar el interior del recinto aeroportuario. No es que antes no fuéramos unos horteras, pero ahora se nota mucho la falta de refinamiento y aún más la ausencia de cabezas inteligentes.

Esto ya no hay quien se lo crea, ni quien lo sostenga. Encantados con los números, la borrachera de los datos de llegada de turistas son el pretexto para huir de la realidad.

Lo terrenal es que cada semana arriban a nuestro puerto decenas de contenedores con alimentos para las mega superficies de alimentación que han encontrado en Lanzarote su particular Eldorado. Los  envoltorios de tanta mercancía van al vertedero. Plásticos, corchos y cartones para un pepino, dos plátanos o un pimiento. Millones de envoltorios de nuestra riqueza quedan en la isla, mal gestionados por los usuarios y peor tratados por la administración. Alguna de esas empresas hace como que se preocupa y lleva a sus trabajadores a plantar algunos arbustos a los altos de Haría, lo cual no parece más que cruda publicidad. Ni es preocupación ni sentido de la responsabilidad, porque si el medioambiente les interesará algo, se tomarían algunas decisiones empresariales realmente sostenibles.

El 56% del agua que producimos se pierde por la red, pérdidas que tienen forma de roturas o de enganches ilegales. La presión sobre el territorio adquiere variadas formas: vehículos, turistas, o población local que se deshace de sus escombros en el medio natural... Aquellas señas propias de la isla, que fueron luego identidad del destino, fueron despreciadas en pos de la creatividad de arquitectos de aquí y de allá que reclamaban ser creativos y no copiar. Olvidaron decir que se trataba de no copiar lo de aquí, para neutralizar el lenguaje de Manrique, y nada dijeron de no copiar lo de allá, por lo que se dedicaron a exportar lo peor. De aquellas singularidades, esta vulgaridad.

El destino de calidad que era cuando los primeros visitantes arribaron a la isla, sesenta años atrás, deja su testimonio en viejas postales, películas familiares y en el NODO. Que sí, que existió un destino de calidad y que no es este ni parece posible crear nada parecido con estos números, con esta realidad, con estos promotores y con esta gente a quienes votamos. Me niego a referirme a ellos como clase política.

 

Añadir nuevo comentario