La apertura del Islote de Fermina ha servido para recordar valiosos ejemplos de la obra de César Manrique en su ciudad natal, pero también hay que destacar olvidos dolorosos
Tras la huella de Manrique y los CACT en Arrecife
La apertura del Islote de Fermina ha servido para recordar valiosos ejemplos de la obra de César Manrique en su ciudad natal, pero también hay que destacar olvidos dolorosos
César Manrique nació en Arrecife en abril de 1919, cuando su familia, perteneciente a la pequeña burguesía de la incipiente ciudad, residía en El Charco de San Ginés, en la misma zona donde ahora está ahora el célebre bar restaurante “Ginory”.
El niño y joven César Manrique sacó mucho partido a la capital de la isla, donde hizo sus primeras exposiciones y también encontró ricos contactos artísticos en las figuras del escultor Pancho Lasso y del aún más joven Manolo Millares, cuya familia estuvo desterrada en Lanzarote.
La huella plástica de Manrique más destacada y fácil de visitar en la capital de la isla tiene formato de mural. Hace no muchos años, durante una restauración, salieron a la luz dos de los cuatro murales, fechados entre 1947 y 1948, que el artista realizó en su juventud para el bar restaurante del antiguo Casino de Arrecife, que en ese momento ocupaba el inmueble de lo que hoy denominamos la Casa de la Cultura Agustín de la Hoz. Este antiguo caserón que actualmente está destinado para usos culturales y expositivos conserva parcialmente estas dos piezas que se pueden contemplar en su horario de visita habitual, aunque existieron más murales de Manrique.
A pocos metros se pueden observar otros más amplios y desarrollados en la antigua sede del Parador Nacional de Turismo de Arrecife, que hoy alberga la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). Con los títulos de Alegoría de la isla, El viento, La pesca y La vendimia, estas pinturas retratan la vida del campesino y el marinero lanzaroteño. Los frescos son de 1950 y recogen figuras, paisajes y utensilios de la vida cotidiana lleno de colorido y vitalidad.
Biblioteca de la UNED.
A pocos metros de distancia se pueden ver murales manriqueños de distintas épocas y materiales
El formato mural no solo abarca pintura, en la cercana sede del banco La Caixa se encuentra una pieza sin título que es conocida como La Salamandra (1986) y en el Real Club Náutico otra inspirada en un barco (1962), ambos adscritas a la disciplina de la escultura, con distintos niveles de relieve y la madera como materia principal. En este último caso, Manrique usó restos de navíos antiguos, una táctica de reciclaje muy habitual en sus trabajos.
Obra pública
Arrecife también sirvió desde muy temprano como laboratorio donde probar fórmulas para la obra pública que luego Manrique desarrollaría en mayor escala. Hablamos sobre todo de intervenciones realizadas en parques de la capital donde el pintor empezó a experimentar con propuestas ajardinadas, recursos arquitectónicos provenientes de la tradición lanzaroteña, materiales típicos de la isla… La primera obra destacable en este sentido fue la decoración de la plaza de Las Palmas de 1950, donde Manrique puso en escena elementos que luego repetiría, como las líneas curvas, los muros blancos, el uso de la piedra volcánica, la vegetación autóctona...
Parque junto al Hospital Insular.
Pautas muy parecidas se repetirían en 1968, cuando Manrique actuó sobre los accesos del Hospital Insular. La primera intervención antes mencionada de la Plaza de Las Palmas también sirvió para que el artista entrara en contacto con Luis Morales, quien entonces trabajaba para el Ayuntamiento, aunque unos años más tarde sería el capataz general del Cabildo, encargándose de, entre otras obras, la construcción de todos los Centros de Arte, Cultura y Turismo.
En 1959, César Manrique participó en el Parque Municipal de Arrecife, hoy conocido como Parque José Ramírez Cerdá, diseñando íntegramente el parque infantil donde se combinaban plantas, con distintos tipos de piedra y juegos de agua. Desafortunadamente, hoy en día, la huella del artista está desencajada o casi desaparecida, por falta de cuidado e intervenciones posteriores poco acertadas que deformaron la idea inicial.
Parte del parque Ramírez Cerdá, en mal estado de conservación.
Peor incluso le fue al legado de Manrique en su amplia participación en el antiguo Parque Islas Canarias, iniciada en 1969 y que comprendía grandes áreas ajardinadas y zonas de ocio. A principios del siglo XXI, el equipo del ayuntamiento capitalino liderado por María Isabel Déniz desmontó por completo el parque, dando una licencia que luego se demostró ilegal en los juzgados y contra la que arremetió la Fundación César Manrique. De la amplia intervención de Manrique no quedó nada, salvo la escultura Barlovento, que después de años dando vueltas se ha colocado en la rotonda situada en frente del Gran Hotel. El parque actual ha continuado rodeado de polémica y problemas de mantenimiento.
Dentro de la categoría de proyectos encajaría la obra del Islote de Fermina, que se ha reabierto recientemente por tercera vez con una nueva intervención que sus promotores dicen que se inspira en el pintor lanzaroteño, aunque la Fundación César Manrique no reconoce esta obra como suya. Esta falta de reconocimiento es lógica porque el artista apenas ejecutó unos dibujos en su momento y además hablamos de un autor que cambiaba frecuentemente y a pie de obra tomaba decisiones trascendentales para el resultado final.
A medio camino entre el proyecto y la realización efectiva está la avenida del Charco de San Ginés. Manrique fue el autor del diseño y de los detalles decorativos del paseo marítimo (vegetación, uso de cantería en los embarcaderos, barandillas azules…) que podemos ver hoy en día y que se originó a partir de 1984, aunque el artista ideó infraestructuras mayores que finalmente no se llevaron a cabo.
Además de las múltiples obras que dejó finalizadas, un autor hiperactivo como Manrique también dejó varias iniciativas, proyectos o bocetos que por, diferentes motivos, nunca se llegaron a realizar. En esta suerte de non finitos, además del correspondiente al Islote de Fermina, Manrique presentó en 1990 un proyecto de gran faro (60 metros) para Arrecife que, entre otras cosas, iba a tener piedra viva, remate de juegos de espejos y restaurante giratorio.
Activismo cultural
Quizás donde más destacó Manrique en Arrecife está en su capacidad parar crear espacios sobresalientes y en su voluntad de agitador cultural. En 1974 y junto a un grupo de amigos, Manrique abrió El Almacén, tomando dos antiguas casas tradicionales para crear un espacio cultural “polidimensional”, que fue extraordinariamente pionero para su época. Manrique logró mantener una actividad de vanguardia, que mezclaba disciplinas y ámbitos, desde lo local a lo internacional, hasta que finalmente, en los años ochenta, lo vendió al Cabildo de Lanzarote, que es quien lo ha gestionado en las últimas décadas.
La que probablemente sea la mejor intervención de Manrique en Arrecife es la reconversión del Castillo de San José en Museo Internacional de Arte Contemporáneo. Tras un largo periodo de decadencia el Cabildo decidió intervenir en este antiguo fortín para darle un nuevo uso cultural, aunque su estructura antigua se mantuvo prácticamente intacta. Las nuevas y acertadas aportaciones de Manrique consistieron principalmente en el diseño de la pétrea explanada de la entrada más el restaurante de la parte baja, además de multitud de detalles decorativos.
Castillo de San José.
El Castillo de San José reúne algunas de las mejores características de Manrique
En 1976 la antiguamente llamada “Fortaleza del hambre” pasó a ser el MIAC (Museo Internacional de Arte Contemporáneo), como uno de los primeros museos de arte de la España de su momento. La muestra de la inauguración recogió obra de grandes autores como Picasso, Bacon, Giacometti, Chagall o Moore, mientras la exposición permanente destaca por su gran recopilación de autores españoles y canarios del siglo XX.
Incluso después de morir, Manrique ha seguido dejando huella en Arrecife. La Fundación que lleva su nombre mantiene una importante actividad cultural en la “sala Saramago”, de la céntrica “plazuela”. Y en 2022 se instaló en la zona cercana al Puente de Las Bolas la escultura “La mirada de César”, obra de Manolo González que sirve para homenajear al pintor lanzaroteño y que fue promovida a través de donaciones de instituciones y ciudadanos.
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