Los poderosos de Lanzarote, fiadores de la Marquesa
Manuel Lobo publica ‘La élite de Lanzarote a comienzos del siglo XVII’
Manuel Lobo, catedrático emérito de Historia Moderna y exrector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), presentó su trabajo La élite de Lanzarote a comienzos del siglo XVII durante las XIX Jornadas de estudios de Lanzarote y Fuerteventura. Lobo ha publicado numerosos libros e investigaciones sobre la historia de Canarias y también, específicamente, de las islas orientales, como La esclavitud en las Canarias Orientales.
En este caso también hace mención a la esclavitud, la que dominaban esas élites de Lanzarote, que acumulaban “entre el treinta y el cuarenta por ciento de los esclavos que había en la Isla en ese momento”.
Los siervos, comprados en África, eran negros, ya no eran moriscos porque en 1572 Felipe II prohíbe las cabalgadas a África, y suponían un porcentaje considerable de la población total, que era de algo más de mil habitantes.
El exrector de la ULPGC ha documentado unos treinta señores, que tenían cada uno entre seis y siete esclavos. Esos señores eran de origen variado. Algunos portugueses, otros mercaderes o labradores que habían ascendido socialmente, muchos de ellos castellanos y andaluces que habían llegado como pobladores con el Marqués de Herrera, y otros incluso eran de origen morisco. Tenían apellidos como Alonso, Cabrera, Jerez, Cardona, Perdomo, Lemes, Fernández, Herrera o Sosa.
Los señores que representaban la élite en la Isla a principios del siglo XVII ejercían el poder y acumulaban un gran número de esclavos
“Es un grupo social interesante”, señala Lobo, que destaca entre ellos a Alonso Jerez o a Herrera de Ayala, hermanastro del marqués, que fueron gobernadores en ausencia de la señora, cuando se iba a alguno de sus viajes a Madrid, Lisboa o Gran Canaria, donde tenía casa. “Lanzarote es una isla particular porque era señorial”, dice Lobo.
Estos señores no formaban un grupo unido, “solo estaban unidos en la riqueza porque tienen sus rencillas”, pero su peculiaridad es que tuvieron mucha influencia y ejercían el poder de forma directa.
Normalmente, las élites delegaban ese poder en el Cabildo, que se encargaba de la gestión diaria, pero estos señores tenían cargos en las milicias (sargentos o capitanes) o eran regidores del Cabildo o quintadores del señor (recaudadores) o bien podían ejercer como fiel del pósito, escribano público o regidor. Algunos ostentaban varios cargos.
Estos señores actúan “como fiadores de la marquesa Mariana Enríquez Manrique de la Vega cuando ella solicita ser la tutora de su hijo, el marqués niño”. Ellos se comprometen a que ella ejerza bien la tutoría beneficiando las propiedades del señor, y si no fuera así, tendrían que pagar el déficit.
No solo hipotecan su futuro con la confianza en el buen hacer de la marquesa sino que hipotecan sus bienes, con fianzas de entre 5.000 y 6.000 ducados, “que para la época eran importantes”.
La tutora depende de ellos y ellos se ganan su favor. Vivían en grandes casas en la Villa de Teguise aunque tenían propiedades repartidas por toda la Isla. De hecho, eran propietarios de las mejores tierras, las más productivas, que habían obtenido de los señores, que eran los que repartían las tierras.
Tenían apellidos como Alonso, Cabrera, Jerez, Cardona, Perdomo, Lemes, Fernández, Herrera o Sosa, “solo estaban unidos en la riqueza porque tienen sus rencillas”
Tienen cortijos, esclavos, fuentes o animales, principalmente cabras pero también caballos, vacas o bueyes. Muchos de ellos son labradores, pero “son labradores de boca”, porque cuando hacen información pública para acceder a algún cargo, presentan testigos de que nadie los ha visto nunca “coger un azado ni ordeñar una cabra”.
Se dedican principalmente al cereal, que se envía a Gran Canaria y a otras islas, y también a Madeira en una gran cantidad, porque en esa época había una gran relación entre ambas islas. De Madeira se traía zumaque, que se utilizaba para el curtido de piel de cabra, para hacer los famosos cordobanes que se vendían a India.
La orchilla, que se enviaba a Génova vía Cádiz, la sal o el ámbar, que eran productos de recolección, eran regalías de los señores, que también cobraban el quinto a los vecinos como fuente de ingresos.
Entre los poderes que ejercían las élites estaba el de impartir justicia, aunque de forma limitada. Imparten justicia civil en pleitos hasta una determinada cantidad de dinero, pero no imparten justicia penal. Los vecinos podían recurrir a la Audiencia de cuentas de Canarias que, en algunas ocasiones “secuestraba la Isla si los señores se excedían con su poder” hasta que se resolviera el pleito.
La marquesa
A los señores les beneficiaba la lejanía de Lanzarote frente a otros centros de poder e incluso la marquesa ponía impedimentos para que entraran en la Isla otras autoridades alegando excusas como que había peste, entre otras.
La peculiaridad de estos señores es que tuvieron mucha influencia y ejercían el poder de forma directa
Mariana Enríquez, viuda del marqués de Herrera y cuya familia pertenecía al séquito de Felipe II y Juana de Austria, es la última marquesa que vivió en Lanzarote. Muere sin descendencia en 1633 y, a partir de entonces, el poder queda en manos de unos señores castellanos que no residen en la Isla.
Los cabildos van adquiriendo protagonismo “y a partir de ahí la Isla comienza a caer”, destaca Lobo. Un siglo después llegan las erupciones de Timanfaya y algunos de esos señores, que tenían tierras en Santa Catalina, Fiquinineo, Ganso, Mancha Blanca u otras zonas afectadas por las erupciones o directamente enterradas, se arruinan.
Comentarios
1 Uno que pasaba ... Lun, 23/10/2023 - 12:25
2 J. Carlos Jue, 26/10/2023 - 21:36
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