ECONOMÍA

El cierre turístico afecta (y mucho) a las empresas no turísticas de Lanzarote

Los pequeños negocios de la Isla son los más golpeados por el cierre turístico. Muchas empresas que no dependen del turismo de forma directa también han tenido que cerrar por el descenso en el consumo y el cambio de normativas

Yarely Corujo. Fotos: Adriel Perdomo.
Saúl García 1 COMENTARIOS 26/01/2021 - 06:56

Desde el inicio de la pandemia ya han desaparecido en Lanzarote una de cada diez empresas. El paro se ha disparado. El año ha terminado con más de 18.000 personas desempleadas y un número similar de trabajadores en Expediente de regulación temporal de empleo. Entre ambas circunstancias suman más de la mitad de la población activa de la Isla.

Daniel González, secretario general de Felapyme, la federación de la pequeña y mediana empresa, señala que no hay datos actualizados sobre los últimos meses pero que a la sede de la federación “llega gente que lo está pasando muy mal”.

“Están a la espera de evaluar la situación tras las navidades. Puede ser que muchos tengan que cerrar, o un tiempo o del todo”, asegura. Los más afectados son pequeños comercios y empresas de restauración de las zonas turísticas. La incertidumbre sigue marcando el presente y el futuro más inmediato.

En la primera mitad del año 2021 se destruirán muchas empresas y por tanto, cientos de puestos de trabajo. Para muchos empresarios, el pago del alquiler es uno de los mayores lastres, pero no el único.

Para González, “las medidas con el alquiler son insuficientes”. Se refiere a las medidas adoptadas por el Gobierno central, porque pagar un alquiler en una zona turística “y no ingresar nada es insostenible”. “Las empresas se están gastando todos los ahorros o se están endeudando”, afirma.

Desde Felapyme esperan que se hagan patentes las ayudas del Cabildo, que podrían alcanzar los seis millones de euros en el primer trimestre. También han anunciado ayudas el Ayuntamiento de Arrecife y otros consistorios, aunque no se han concretado.

Esta crisis demuestra que la dependencia del turismo es completa y que se trata de una cadena que siempre se rompe por el eslabón más débil. Hay muchas empresas que no son turística pero que han tenido que cerrar para no generar una deuda y por la bajada del consumo. Son muchas más, pero aquí se presentan tres ejemplos.

LUDOTECA EL PARKING

Yarely Corujo abrió la ludoteca en 2015. Fue su primera empresa y, hasta la pandemia, el progreso había sido sostenido. Después del confinamiento abrió el 8 de junio con unas normas muy estrictas: nueve niños por monitor y por las tardes con cita previa. Tuvo que aumentar el precio por hora, pero la demanda era muy baja.

Al miedo al contagio se sumó la escasa necesidad de los padres de acudir a este servicio porque podían cuidar ellos mismos de sus hijos y dejarlos con algún familiar que tampoco trabajara. Aun así, el verano no fue mal del todo. Tuvo que contratar a una empleada para poder formar dos grupos de nueve niños. “Me bonificaban un porcentaje, pero los trimestrales eran los mismos”, señala Yarely.

“A mí no ha venido nadie a verme para ver si estábamos bien o no, por aquí no pasó nadie”

Además, el Ayuntamiento de Arrecife organizó talleres gratuitos para niños en la calle para fomentar el comercio, que supusieron una competencia directa. “A mí no ha venido nadie a verme para ver si estábamos bien o no, por aquí no pasó nadie”, asegura.

Después, esperó a ver qué pasaba con la vuelta al colegio, pero con la creación de los grupos burbuja, “¿quién iba a traer a sus hijos para que estuvieran con otro grupo por la tarde?”, se pregunta.

Siguió abriendo “temblando por si saltaba algún caso y tenía que avisar a todos los que habían estado ese día en la ludoteca”, pero no se produjo ningún contagio. Dice que no tuvo problemas por el alquiler del local, que hubo comprensión, pero aun así los gastos seguían siendo altos.

En septiembre y octubre no ganó apenas nada, cuando en una época buena tenía hasta treinta niños un sábado por la mañana. Cerró con una fiesta de Halloween el 31 de octubre para no generar deuda. “Ese día funcionó, pero la razón de la ludoteca no es hacer fiestas”, dice.

Yarely es licenciada en Pedagogía y ya ha encontrado trabajo. Dice que se siente orgullosa de esta experiencia de cinco años y que en un futuro volverá a abrir. “Ya sé lo que tengo que hacer para que mi mente vaya a la par que el negocio”.

ESCAPE ROOM LANZAROTE

“Cerramos por precaución y como previsión para no tener pérdidas, pero fue una decisión súper correcta”

Aitor Hernández es fisioterapeuta y su socio es veterinario, pero montaron el primer escape room de la Isla, un nuevo negocio que ha ido creciendo en los últimos años. El primer año fue muy bien, por la novedad y porque tampoco había competencia. Después abrieron otros similares en Lanzarote. Ese segundo año ya contrataron a un empleado. “No eran muchos beneficios, pero algo daba”, explica.

Cerraron con el confinamiento y no volvieron a abrir. Vieron que era difícil que el público volviera. “Cerramos por precaución y como previsión para no tener pérdidas, pero fue una decisión súper correcta porque hubiéramos perdido dinero”. Dice que este proyecto fue “una idea de amigos” y añade que no cree que vuelvan a abrir.

JELLYFISH

Liz Curto ganó el concurso de emprendedores de la Cámara de Comercio el año pasado. Se llevó el primer premio de Lanzarote Emprende por su apuesta por una academia de inglés que es mucho más que una academia. Abrió en Playa Honda en octubre de 2018. “Conocía a mucha gente porque llevaba años dando clase”, dice.

Esta crisis demuestra que la dependencia del turismo es completa y que se trata de una cadena

Jellyfish era un centro de aprendizaje en inglés, más que una academia donde se aprendía el idioma. Tenía unos 60 alumnos de entre dos y 18 años. “Era muy bonito -dice- y los niños tenían mucho interés”. Se inventaban acciones y actividades para concienciar, por ejemplo, sobre el medio ambiente, a la vez que aprendían inglés sin presiones. “La esencia de mi escuela es la diversidad”, asegura.

El día del confinamiento fue un mazazo que provocó “un caos”. A partir de ese momento tuvo que tomar decisiones. Tenía dos empleados y el dueño del local le contestó algo así como que la pandemia no iba con él. Tenía que hacer frente a todos los gastos, así que a finales de abril decidió que no iba a volver y cerró. Ella seguía manteniendo su otro trabajo de profesora. “Menos mal que no lo dejé”, dice.

Asegura que no la ha llamado nadie para preocuparse de la situación de la empresa y que no hubiera estado mal un poco de ayuda o comprensión. Cerró, como tantos otros, para no generar deudas porque un préstamo es “pan para hoy y hambre para mañana”. El local ahora es una lavandería y Liz dice que echa de menos a sus niños y que volverá aunque tardará al menos dos años: “Fue muy triste”, asegura.

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Hola Lanzarote ! Hola Haria !

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